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Desinfectar el coche con máquinas de ozono, ¿más peligroso que el coronavirus?

Cuando se emplea bien, el ozono es un gran desinfectante. Pero también puede resultar muy perjudicial para la salud. 


Debido a la crisis del coronavirus, vivimos un auge de todos los temas relacionados con la desinfección de superficies, y en particular con la desinfección con ozono. El ozono es un compuesto oxidante con unas cualidades desinfectantes o biocidas bastante buenas. Pero, debido a esas mismas propiedades que lo hacen peligroso para los virus y las bacterias, también es dañino para el ser humano.

Por supuesto, todo depende de la dosis, de manera que vamos a ver cómo funciona la desinfección por ozono, en qué dosis es efectiva, qué niveles son perjudiciales para los seres humanos, qué clase de aparatos existen en el mercado y si realmente podemos esperar que desinfecten el interior de un coche de manera efectiva y fiable.
Modelo atómico y de enlaces del ozono

¿Qué es el ozono?

El ozono es un alótropo (una de las estructuras moleculares) del oxígeno. Su fórmula es O3, y obviamente consiste en una molécula formada por tres átomos de oxígeno. Se trata de un gas más denso que el oxígeno, casi 20 veces más soluble en agua que éste, y de color azulado (aunque en las concentraciones tan bajas con las que se emplea, ese color es inapreciable).

En condiciones normales de presión y temperatura, el ozono es una molécula bastante inestable y reactiva. En el aire, sobrevive menos de 24 horas, y en el agua apenas permanece 20 minutos. Además, factores como la temperatura y la pureza del medio afectan dramáticamente a su supervivencia.

Coronavirus: el filtro del habitáculo, clave para ganar la batalla

Cuando una molécula de ozono colisiona con una impureza (ya sea polvo, una molécula orgánica, un virus o una bacteria) se descompone, convirtiéndose en una molécula de oxígeno (O2) y dejando un radical libre. Estos radicales son compuestos de muy corta vida pero un potencial de oxidación enorme, y reaccionan de inmediato con la molécula orgánica más cercana, degradándola. No la destruyen, pero sí la oxidan, convirtiéndola en otro compuesto e impidiendo que realice su función. Cuando esta molécula forma parte de la envoltura de un virus, bacteria u hongo, el ozono le crea literalmente un agujero, y la mata. En la ilustración vemos cómo una molécula de ozono reacciona con los sulfidrilo O tioles de varias enzimas). 

Modelo de ataque del ozono a una célula

Este principio de actuación también rige para el ser humano. El ozono, en pequeñas concentraciones, no es capaz de degradar nuestra piel (como tampoco lo es la lejía o el amoníaco diluidos), pero sí puede causar estragos en los pulmones, dañando el epitelio alveolar exactamente igual que acribilla a las bacterias y los virus. El límite de exposición profesional al ozono está establecido en 0,2 ppm (partes por millón) durante dos horas (o 0,1 ppm de manera indefinida y en reposo). Para orientarte, ten en cuenta que 2 mg/m3 (miligramos de ozono por metro cúbico de aire) equivalen a 1 ppm. Ten en cuenta también que el límite de detección por el olfato es muy bajo: su olor ocre y eléctrico empieza a percibirse con concentraciones de tan sólo 0,04 ppm (dependiendo de la edad y la persona, pueden ser más altas).

Generador profesional de ozono Teledyne_AOG001

¿Cómo se desinfecta con ozono?

Para desinfectar con ozono existen dos alternativas, y ambas tienen la misma gran ventaja: una vez que el ozono se descompone, no deja tras de sí ningún rastro, ni mancha, ni olor ni residuo.

La primera opción es disolverlo en agua. Es lo mismo que se hace con el hipoclorito de sodio (una sal de fórmula NaClO) para fabricar lejía. El principio activo de la lejía son los iones ClO disueltos en ella y, el del agua con ozono, las moléculas de O3 disueltas. Una vez disuelto, se puede usar ese agua como desinfectante (la podemos rociar, por ejemplo). De hecho, la principal utilidad industrial del ozono es la desinfección en el tratamiento y depuración de aguas. Disuelto en agua, el ozono no presenta un peligro. Dependiendo de la aplicación, suelen usarse concentraciones de ozono de entre 1.5 – 5.0 mg/L.

Por otro lado, cualquier otro desinfectante (alcoholes como el etanol o el isopropanol, el detergente, la lejía, etc.) será más barato y sencillo que usar ozono. Por eso, las calles, las barandillas, los pomos de las puertas, etc., se desinfectan con lejía, alcohol o detergente. Usar ozono no es muy razonable. Sí lo es, en cambio, para limpiar materiales que no son resistentes al detergente, como por ejemplo frutas y hortalizas, y actualmente el agua ozonificada se usa bastante en industria alimentaria.

La segunda opción es usarlo en forma de gas, disuelto en el aire como un componente más. Esta alternativa, no nos engañemos, es bastante radical. A nadie se le ha ocurrido aún desinfectar un coche con gas de cloro, a pesar de que su límite de exposición es superior al del ozono (3 ppm o 9 mg/m3). De hecho, hacen falta casi 500 ppm de cloro durante 30 minutos para matar a una persona, mientras que bastan 50 ppm de ozono para producir un edema pulmonar mortal. Se han dado casos de soldadores (el arco eléctrico de soldadura produce ozono) que han desarrollado edemas pulmonares con concentraciones de sólo 9 ppm.

La pregunta es: ¿qué concentración de ozono hace falta para esterilizar efectivamente un habitáculo? Pues entre 1 y 10 ppm, dependiendo del tiempo que dejemos el producto actuando (con 10 ppm bastarían minutos, mientras que 1 ppm podría requerir más de una hora). Este dato ya permite descartar cualquier ozonificador doméstico (de esos que se enchufan al mechero mientras conduces) como sistema de desinfección.

Formación de ozono por efecto corona

¿Cómo se obtiene el ozono?

En ambos casos, se necesita un generador de ozono porque, como hemos explicado, el ozono se descompone y no se puede ‘comprar’ envasado (a muy baja temperatura podría durar meses, pero en alta concentración es bastante explosivo, de manera que mejor no almacenarlo). Por suerte, fabricarlo es relativamente sencillo. Para generar ozono basta con ionizar oxígeno. Al ionizar el O2, la molécula se descompone, y parte se recombina como O3.

Existen dos formas prácticas de ionizar el oxígeno. La primera es usar una potente luz ultravioleta. La segunda (y más extendida) es hacer pasar el oxígeno entre dos placas sobre las que aplicamos una tensión eléctrica muy grande. De hecho, esta es una de las técnicas que utiliza la naturaleza para crear ozono: los rayos dejan tras de sí un reguero de aire ionizado que se convierte en ozono, hasta el punto de que las tormentas eléctricas dejan un olor especial, y ese olor se debe al ozono. Etimológicamente, ozono significa ‘que huele’, y encontramos referencias a este olor especial de los rayos desde la Ilíada y la Odisea, donde Homero describe cómo Júpiter hundía barcos con rayos de olor acre y azufrado.

Generador de ozono asiático

Esta segunda clase de generadores de ozono, denominados de efecto corona, son los más populares. Sin embargo, y por desgracia (o por suerte, teniendo en cuenta lo peligroso que puede ser el ozono), Internet está lleno de fabricantes poco serios que ofertan máquinas de ozono con características imposibles, como 20 g/h por 65 euros. Una forma empírica de comprobar que estas máquinas son una estafa es encerrarse con una dentro de un coche. En 30 minutos debería producir 15 gramos. Eso daría lugar a una concentración de unos 2500 mg/m3 en un habitáculo de 6 m3. Traducido a ppm, serían 1250 ppm… y la dosis letal son 50. Es decir, bastarían 30 minutos en el interior seguidos de 2 minutos de funcionamiento para sufrir consecuencias fatales. Menos mal que no funcionan, ¿verdad?

Otra pista que sugiere que estos generadores inflan sus cifras de prestaciones es que un generador industrial de 25 g/hora como los habitualmente usados en los estudios científicos cuesta 5.000 euros y se alimenta con oxígeno puro.

En ese asunto del oxígeno puro reside otro de los detalles sospechosos de los ozonificadores domésticos para desinfectar habitaciones o coches. ¿Por qué? Porque emplear un caudal con alta concentración de oxígeno es la única forma de conseguir grandes cantidades (en el orden de varios gramos por hora) de ozono. Y es que existen tres factores que afectan dramáticamente a la producción de ozono: la pureza del oxígeno, la humedad y la temperatura. Los generadores serios utilizan oxígeno puro (e implícitamente seco) o, por lo menos, un concentrador de oxígeno (que primero, seca el aire por condensación, enfriándolo, y después lo filtra para elevar la concentración de O2 hasta el 90%). El aire ambiente, caliente y húmedo, es muy mala materia prima para generar ozono, y por eso los generadores profesionales de ozono no lo utilizan. 

Hombre limpiando un coche

¿Puedo esterilizar mi coche con ozono?

Esa es la gran pregunta. Por poder, se puede. De hecho, muchas empresas están ofreciendo ya la posibilidad de desinfectar nuestros vehículos mediante ozono, introduciendo en su interior un cañón o generador de este gas. Antes de la pandemia, este tratamiento se solía ofrecer ya incluído en los tratamientos profundos de limpieza de interior, que tenían un coste de entre 150 y 200 euros, en función del tamaño del coche. Y ahora, muchas empresas ya los ofrecen de forma individual, desde 10 euros los 10 minutos de tratamiento… aunque lo más habitual es un precio en torno a 15 euros por el doble o triple de tiempo. 

El problema es que lo más probable es que seas estafado mientras te cuentan que están esterilizando tu coche con ozono. Aunque muchas compañías prometen precisamente eso, hace falta algo más que dejar un presunto generador asiático de ozono en el interior de un coche durante un rato. Eso seguramente baste para dejar en el interior un olorcillo raro. Y puede que incluso elimine bastantes olores extraños presentes en el coche. Pero, para esterilizar el coche, incluida la tapicería, hace falta una aplicación seria de ozono.

Por eso, te recomendamos que desconfíes si el que te ofrece el servicio:

  • Desconoce la concentración que piensa utilizar.
  • La máquina que genera el ozono no te inspira confianza
  • No disponen de un medidor portátil de concentración de ozono.

Obviamente, toda esta información, basada en una multitud de papers científicos relativos a la cuestión, parece bastante ambigua y poco concluyente. Y lo peor es que la información oficial es igual de poco concluyente. Sencillamente no existen estudios científicos sobre la desinfección de vehículos con ozono, de manera que las autoridades no saben cómo promulgar y validar protocolos para realizar esta desinfección. Ni que máquinas podrían estar homologadas, ni tiempo, ni eficacia. Nada.

La Asociación Nacional de Vendedores de Vehículos a Motor, Reparación y Recambios (GANVAM) le ha preguntado al Ministerio de Sanidad sobre la cuestión, y la respuesta que han obtenido es que el ozono «no ha sido todavía aprobado a nivel europeo, por lo que no tenemos aun información bajo la legislación de biocidas que establezca su eficacia o la seguridad de su uso. En este momento se está evaluando como sustancia activa, pero no se ha presentado todavía ningún borrador de informe de evaluación. (…) No tenemos más información que la que se puede encontrar en artículos científicos o en las páginas web de algunas agencias de otros países (EPA).»

Y la respuesta continúa: «Por el momento los responsables de la puesta en el mercado, lo hacen bajo su responsabilidad, con el único requisito de notificarlo bajo la Disposición Transitoria segunda del RD 1054/2002, pero este requisito no implica una conformidad por parte del Ministerio. En este sentido y puesto que no realizamos evaluación al respecto no podemos dar más datos sobre la eficacia de dichos generadores.»

Es decir, el Ministerio se lava las manos en lo relativo a la utilidad de este método, ya que la citada Disposición Transitoria Segunda sólo recoge «la obligación, por parte de los fabricantes o las personas responsables de la comercialización de estas máquinas, de informar a la Dirección General de Salud Pública sobre el funcionamiento de estos dispositivos», y sólo para el caso de «poder dar respuesta a algún requerimiento de información por parte de los médicos».

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