Durante los años 2004, 2005, 2006 y 2007 se batieron los récords de matriculaciones en España con ventas por encima de 1.600.000 vehículos. Todo comenzó cuando se superó el 1.200.000 coches matriculados en 1998; 200.000 más que en 1997.
A partir de 1998 vender automóviles era un acto de conquista, con nuevas marcas, cientos de ofertas, versiones especiales, descuentos y, sobre todo, la apertura de nuevos concesionarios. Desatender a un cliente o maltratarlo en la postventa no era un problema, a la vuelta de la esquina había otro con más dinero y dispuesto a comprar un vehículo más caro y más equipado.
Y para los usuarios… negociar la compra se convertía en una cuestión de paciencia, llevarte un Autofácil debajo del brazo, tener ganas de caminar y, por qué no, estar dispuesto a hacer kilómetros para adquirir el coche en Lugo por una diferencia de menos de 300 euros, aunque residieses en Almería. Comprar también se había convertido en un arte. La cercanía entre el vendedor y el cliente de toda la vida había desaparecido con la guerra comercial, y los cuernos a tu marca de siempre crecían, igual que los divorcios en España.
En 2012, se tocó fondo con sólo 700.000 coches vendidos -lo mismo que en 1993-; en 2013, se rompió la tendencia con casi 724.000; y para 2014 se esperan superar los 800.000 y puede que se llegue a 900.000 si se confirman los PIVE 6 y 7 que harán falta para terminar el año.
Hoy es diferente, las marcas necesitan conservar las cuotas de ventas que han obtenido en plena crisis y eso supone retener a sus usuarios y lograr que estos los recomienden. Ahora sí valoran que el coche es la mayor inversión que los clientes han hecho en su vida. Inversión que, además, nos están diciendo que debemos renovar cada no más de 10 años por una cuestión de seguridad.
El automóvil ha cambiado en España, ya no somos compradores compulsivos, nos hemos convertido en inversores con una parte importante de nuestro capital y fabricantes y concesionarios nos van a cuidar como tales.
¡Si tú me cuidas, yo te soy fiel!