Puedo presumir de haber probado, recién salidas del horno, las tres entregas del Ford Focus ST. Tengo recuerdos vagos del primero, quizás por lo poco que transmitía, debido a un motor 2.0 atmosférico que estaba a años luz de la eficacia del chasis. El segundo modelo cambió de tercio, con una mecánica 2.5 turboalimentada de cinco cilindros, de origen Volvo, que elevaba la potencia de 170 CV hasta unos notables 225 CV, aunque se ´bebía´ la gasolina a un ritmo desesperante.
Entonces llegó el Focus III, el coche global de Ford, cuya versión ST regresó a un bloque de cuatro cilindros, el eficiente 2.0 EcoBoost dotado de inyección directa, turbo y distribución variable Ti-VCT. El resultado eran 250 CV que ponían en aprietos al eje delantero cuando se pisaba sin contemplaciones el acelerador.
El Focus ST de 2015 es una renovación del anterior que, junto con las diferencias estéticas, incorpora un sistema Start/Stop para rebajar el consumo –lo deja en 6,8 l/100 km–. Aunque la marca también asegura que ha modificado la programación de la dirección y del diferencial electrónico –se encarga de repartir la fuerza entre las ruedas delanteras según la adherencia disponible–.
Para no pasar desapercibido
Cuando veo en directo el Focus ST, una cosa me queda muy clara: no pasa inadvertido. A las llamativas llantas de aleación –de 18″ de serie, de 19″ en opción– hay que sumar una paleta de colores a cuál más original, muchos de ellos elegidos para las unidades de pruebas de la presentación internacional. El resto de elementos ya los conocemos de la renovada gama Focus: faros, parrilla tipo Aston Martin, pilotos traseros… Eso sí, bien aderezados con faldones, un prominente alerón y la doble salida de escape ubicada en el centro del paragolpes trasero. En el interior, más de lo mismo: muchos detalles deportivos y, sobre todo, unos asientos Recaro con un aspecto inmejorable. Pero cuando me siento en el del acompañante, resulta que el respaldo es bastante estrecho. Y no es que lo diga yo: mi compañero, con un cuerpo más fino que el mío, tampoco se termina de encontrar cómodo. Bien es cierto que, con el paso de los kilómetros, el mullido claudica ante nuestras espaldas y termina ajustándose como una mochila.
Los primeros compases transcurren por carreteras en buen estado, y ya se percibe que este no es un Focus cualquiera: la suspensión es rígida, bastante más que en un VW Golf GTI. Pese a todo, no resulta incómodo, ni siquiera cuando nos encontramos con zonas de asfalto más irregulares. El confort acústico también es más que aceptable, pese a que la caja de resonancia activa –un elemento presente desde la segunda generación– simule que conducimos un motor muy ´gordo´.
Aprovechando el periodo de copilotaje, me dedico a poner a prueba el buen ajuste de los materiales y a tocar aquí y allá. Entre los botones, no encuentro alguno que permita elegir entre diversos perfiles de conducción o variar la dureza de la suspensión; normal, porque no existe esta posibilidad, que sí encontramos, por ejemplo, en un VW Polo GTI que supera por poco los 21.000 euros.
Esto me suena de algo
Toca ponerme a los mandos y enseguida compruebo que siguen los inconvenientes para transmitir la fuerza al asfalto, a pesar de la mejor puesta a punto del Electronic Torque Vectoring Control, encargado de administrar el ´torrente´ de par que llega al eje delantero. Del mismo modo, la dirección ha sido recalibrada… aunque, al acelerar sin contemplaciones en asfalto irregular o al salir de una curva, los problemas se trasladan al volante en forma de ´sacudidas´. En ambos casos, se aprecia un salto hacia delante con respecto al anterior modelo, pero aún debe mejorar. De momento, tendrá que seguir conformándose con ver la trasera del VW Golf GTI Performance y su autoblocante delantero VAQ, pese a tener 20 CV más que el compacto alemán.
Bien es cierto que lo dicho anteriormente no empaña el buen resultado final, sobre todo si se valora el factor diversión. El control de estabilidad puede desconectarse por completo y, de esta manera, hacer deslizar la parte de atrás con gran facilidad, simplemente levantando el pie del acelerador en pleno apoyo. También existe un modo intermedio, de forma que sólo actúa si detecta que la situación se ha vuelto complicada. Todo se acompaña de un cambio manual –de momento, no hay disponible uno automático– rápido y preciso y de un equipo de frenos con bastante resistencia a la fatiga.
Por tanto, el Focus ST no es perfecto, como casi ningún coche, pero el buen sabor de boca que me ha dejado bien vale para aceptar sus defectos. Además, por 31.805 euros ofrece un elevado nivel de equipamiento, con elementos como los faros bixenón adaptativos HID y la tapicería de piel, así como unos prácticos relojes de presión de soplado del turbo y de temperatura y presión del aceite. ¡Ah! Casi lo olvido, ahora también se puede adquirir con un motor turbodiésel 2.0 TDCi de 185 CV, que tampoco va nada mal… pero no es lo mismo.
Técnica: tradicional
A diferencia de la mayoría de sus rivales, el Focus ST no ofrece ningún sistema que permita modificar la respuesta del motor, la dirección o el acelerador, así como a una suspensión de dureza variable. En este sentido, es un coche ´a la vieja usanza´, que únicamente cuenta con la posibilidad de desconectar por completo los controles de tracción y estabilidad, o bien, en un paso intermedio, dejar este último latente, para realizar una conducción deportiva con un mayor margen de seguridad. Por otra parte, el control electrónico de par vectorial Electronic Torque Vectoring Control intenta hacer la función de un diferencial autoblocante mecánico… pero no traslada la potencia al suelo con tanta efectividad.
Ford Focus ST
- Precio: 31.805 euros
- Motor: 2.0 turbo, 4 cil. en línea; 250 CV a 5.500 rpm; 340 Nm de 2.000 a 4.500 rpm
- Cambio: Caja manual de de 6 velocidades
- Tracción: Delantera, con diferencial Torque Vectoring
- Prestaciones: 0 a 100 km/h en 6,5 seg.; vel. máx.: 248 km/h
- Consumo: 6,8 l/100 km
- Peso: 1.437 kg
LO MEJOR Y LO PEOR
+ Motor muy poderoso, practicidad, precio.
– Problemas de motricidad sobre firme irregular.