Sustituir las pastillas de freno de un coche no es demasiado complejo. Levantas el coche, quitas la rueda, quitas las viejas pastillas, vences un poco la presión del émbolo hidráulica de la pinza para meter las nuevas pastillas y vuelves a montarlo todo. Sólo necesitas un mínimo de conocimientos y de maña para conseguirlo.
Sin embargo, si se trata de un coche con freno de mano eléctrico como el Seat León de nuestro lector H. R., la situación es considerablemente más compleja. La razón es que, para cambiar las pastillas, no se puede vencer la presión del émbolo de la pinza de freno haciendo fuerza con un destornillador o un gato carpintero.
Sí, encontrarás numerosos tutoriales en internet donde te explican cómo hacerlo. Y, aunque es probable que lo puedas conseguir, también es cierto que el riesgo de que rompas algo es muchísimo más elevado que en un freno convencional, sin accionamiento eléctrico.
Mejor con la maquinita
Por eso, en el caso de tener que sustituir estas pastillas de freno, es recomendable acudir a un taller para que realicen la operación por nosotros. Y no, lo normal es que en el taller no fuercen la pinza de forma manual para quitarlas viejas pastillas y poner las nuevas.

Y es que, para cambiar las pastillas de freno traseras, hay que recurrir a un terminal de diagnosis que, conectado al vehículo a través de una toma OBD, nos permite liberar automáticamente la presión de las pinzas traseras para poder extraer las viejas pastillas y colocar las nuevas sin mayor problema.
No es una operación complicada. De hecho, hasta es más sencilla porque no hace falta forzar la pinza para retraer los émbolos, pero requiere un terminal de diagnosis para realizarlo. Por eso, el coste de la sustitución no será elevado, pues lo normal es que no suponga ni una hora de mano de obra… aunque, como siempre, dependerá de los tiempos indicados por el coche y por el taller, en caso de que también tenga que realizar otras operaciones de mantenimiento.
Con este sistema, nos garantizamos que podamos cambiar las pastillas sin temor a romper algo del sistema de frenos trasero, algo que multiplicaría el coste de la reparación muy por encima de lo que nos podamos ahorrar por hacerlo de modo manual.
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