Galicia E-Weekends IV, Ourense: Piensa en verde durante 150 kilómetros

Mucho y bien se descansa en esta tierra. Mientras cargamos nuestro Peugeot 2008 en Augas Santas, en Pantón, disfrutamos de su Balneario y mentalmente nos preparamos para una de las mejores rutas eno-históricas de toda España. Viñedos, monasterios y barcos encajados en 150 kilómetros de naturaleza salvaje y alguna curva de más. Sería injusto no […]

Mucho y bien se descansa en esta tierra. Mientras cargamos nuestro Peugeot 2008 en Augas Santas, en Pantón, disfrutamos de su Balneario y mentalmente nos preparamos para una de las mejores rutas eno-históricas de toda España. Viñedos, monasterios y barcos encajados en 150 kilómetros de naturaleza salvaje y alguna curva de más.

Sería injusto no parar en Monforte de Lemos, capital de la Ribeira Sacra. El pueblo es famoso por los atardeceres desde el monasterio de San Vicente del Pino, ubicado en una colina alrededor de la cual se construyó la ciudad. Ahora es un excelente Parador con todos los servicios para alojarnos, formando parte de un conjunto de gran interés con la iglesia parroquial y el Palacio Condal rematando el complejo. La antigua muralla con la puerta de Pescaderías. Si a esto unimos el Convento de Santa Clara (que acoge el museo de Arte Sacro), el Seminario y una buena ruta de tapeo por los bares cercanos tenemos una escapada perfecta.

La ruta necesita kilómetros y Chantada puede ser una buena parada. El pueblo da en realidad nombre a toda una comarca. Está ubicado en pleno “corazón de Galicia”, una forma de decir que mar y montaña se mezclan en su ADN de una manera interesante, con mucho Patrimonio Histórico en sus calles para rematar la jugada. Imprescindible visitar su Rua do Comercio, la antigua iglesia Parroquial y sus galerías empedradas con balcones. El monasterio de San Salvador de Asma es una de las grandes construcciones religiosas de toda la comarca.

A medida que la carretera se vuelve más estrecha, el paisaje nos cautiva con más energía. Por la LU-P-1801 llegamos pronto a Pincelo, Lugo, una nueva estación de esta ruta por la Ribeira Sacra capaz de satisfacer al visitante más exigente. Es un lugar para callejear y sentir ese ritmo de vida gallego.

Aquí no se falla, con un paseo fluvial y un molino de aire tradicional que invitan a hacer hambre. Aquí entran en acción los quesos de Airas Moniz para solucionar la situación: quesos de leche cruda de vaca considerados de los mejores de España. Según nos acercamos al río Miño desde el Asma podemos hacer multitud de rutas fluviales por aldeas anexas.

Desde Pincelo y a pocos kilómetros, de nuevo por la LU-P 1801, la iglesia de Santa María de Nogueira de Miño, que como tantas otras construcciones religiosas, fue construida desde el siglo XII hasta el XVIII, y por tanto reúne características del medievo y el estilo renacentista, visible por ejemplo en sus excelentes pinturas murales interiores que le han valido el apodo de la Capilla Sixtina gallega. En el muro norte, la consabida representación del Juicio Final, un fresco que corona un inmenso conjunto de historias bíblicas que le dan intensidad a la visita a Pincelo.

Otra posible parada es en A Cova, en Lugo, donde podremos disfrutar de una espléndida playa fluvial en un cañón, muy bien acondicionada, donde podremos refrescarnos y, de paso, disfrutar del frondoso paisaje de bosques y montañas alrededor del Miño. Este entorno resume lo mejor de la Ribera Sacra, un entorno diseñado para la desconexión y refrescar las altas temperaturas del verano.

Porque precisamente allí nos dirigimos, a Orense, con nuestra nueva parada en Los Peares, una localidad a caballo entre las dos orillas del río unidas por un puente de metal por donde cruza el tren que recuerda a la escuela de Gustave Eiffel, que también tiene una interesante playa fluvial y un buen legado artístico que merece la pena conocer. Los Peares es un lugar de transición: aquí se unen el Sil y el Miño,

El Monasterio de Santo Esteve de Ribas de Sil, Monumento Histórico Artístico desde 1923, es una excelente muestra de románico gallego en el exterior y renacentista en el interior. La fachada barroca data de 1736, toda una mezcla de estilos que da testimonio de su largo proceso de elaboración. Convertido ahora en un excelente Parador, ofrece al visitante una absoluta tranquilidad en medio de la majestuosa naturaleza que se extiende frondosa entre los ríos Miño y Sil, además de la mejor gastronomía gallega y un conjunto de dotadas instalaciones para nada medievales y que van desde un spa a cafeterías con terraza y un excelente restaurante. No obstante, en sus tres claustros, excelentemente conservados, brilla todavía y por pleno derecho el denso pasado histórico que lo ha motivado.

Si queremos descansar de tanta curva siempre podemos parar en El Monasterio benedictino de Santa Cristina de Ribas de Sil, en el Soto del Merilán, se ubica también entre frondosos castaños y un entorno natural privilegiado. Depende del monasterio de Santo Estevo, y el complejo, además del propio monasterio, dispone de una iglesia románica de finales del XII con pinturas renacentistas en su interior en el ábside central.

Para cerrar la ruta siempre podemos seguir por la OU 604 que nos lleva ahora a la última parada de nuestra ruta por la Ribera Sacra, Castro Caldelas, municipio orensano considerado, con razón, uno de los pueblos más bonitos de España. En sus calles empedradas y reviradas de aire pintoresco y muy rural encontraremos caminos que nos llevarán al castillo del siglo XIV de Pedro Fernández de Castro, una fortificación con un patio de armas, doble muralla y torres que nos habla del pasado bélico orensano. Las vistas al pueblo y la montaña nos compensarán por la subida de escaleras, y además con creces.

En Castro Caldelas encontraremos también monumentos religiosos como el de Nuestra Señora de los Remedios o el Museo Arqueológico, testimonio cultural de la importancia del pueblo a lo largo de la historia. Hay varias rutas de diversa dificultad como el Sendero de los Bosques Mágicos, todas ellas pensadas para imbuirnos de la naturaleza y atmósfera de montaña del municipio. Volver a Monforte es una opción casi obligada porque la carretera es una lección de enoturismo que se guarda para siempre en nuestra memoria gustativa.

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