Me explico. El proceso de compra es una experiencia conocida: Internet, catálogos, visitas al concesionario, explicaciones del vendedor… Pero, cuando la operación se materializa -y llega el feliz día de salir por la puerta de la concesión al volante de nuestro automóvil- nos encontraremos que, tras haber realizado el segundo desembolso más importante de nuestra vida -después de la vivienda-, habrá cosas de nuestro coche que podremos constatar… y otras que no. Sigo explicándome. Nos dijeron que el motor tiene 1.998 centímetros cúbicos, pero no está a nuestro alcance comprobarlo. También el catálogo y las revistas aseguran que rinde 180 caballos, pero será difícil y costoso descubrir la potencia si no lo llevamos a un banco de pruebas. Por otro lado, sostienen que el maletero cubica 520 litros; pero, ¿cómo averiguamos si el dato es cierto? En cuanto a las prestaciones, la marca manifiesta que su velocidad punta es de 220 kilómetros por hora; pero, ¿quién es ‘el guapo’ hoy en día que intenta comprobarlo, ‘poniéndose’ a esa velocidad?
Por el contrario, existen otros muchos aspectos -la mayoría- que sí son demostrables y que, antes de llegar a casa, ya habremos probado: el sensor de luz ha encendido los faros al entrar en un túnel, el navegador nos está llevando por el camino más rápido, el equipo de audio se escucha con claridad, el climatizador funciona de forma correcta… De no ser así, rápidamente volveríamos al concesionario a protestar. Sin embargo, existe un dato muy importante, utilizado siempre como argumento de venta en todos los modelos, que sí se puede comprobar pero que nadie lo hace. Y, desde luego, si lo intentas, descubrirás que lo que afirman los catálogos, los vendedores, etc, etc, NO es cierto. Y aquí viene lo más curioso del asunto: no conozco a nadie que jamás se haya quejado ante un fabricante porque su coche consume siempre más de lo anunciado. ¿Quieres saber los porqués? ¿Y cuánto ‘mienten’ los modelos más conocidos?