I Aventura Master: Solidaridad, cultura y 4×4

Combinando la adrenalina que supone rodar por legendarios tramos del antiguo París-Dakar, la cultura milenaria de la ciudad de Fez, la aventura de navegar por el desierto en busca de una laguna intermitente y la satisfacción de entregar ayuda humanitaria, la I Aventura Master recorrió exitosamente el este de Marruecos.


El lugar elegido para la concentración fue la localidad marroquí de Guercif, aunque la mayoría de los participantes nos reagrupamos en Fez, visita obligada para quien no la conoce. En una jornada, recorrimos la Medina, sus callejuelas, los negocios variopintos con todo tipo artilugios, los puestos de comida y los «restaurantes» locales? rodeados de un permanente ir y venir de gente que llenaba de color la Medina. Muy recomendables son las visitas al barrio de los curtidores de pieles, a las mezquitas y a los hornos de pan, cuyas delicias es imprescindible probar.

MAHIRIJA – MISSOUR

Desde Guercif, nos dirigimos al inicio de nuestro recorrido, una pista que durante muchos años fue la primera etapa del Dakar africano. Una bonita ascensión nos situó en una inmensa planicie a 1.500 metros sobre el nivel del mar: el Plateau de Rekkam. Aquí, un sinfín de pistas nos impidió tener una navegación rápida y fluida, sin más incidencias destacables que un pinchazo. Habiendo iniciado tarde el recorrido, y al ser los días cortos, parte de la etapa se hizo de noche. En el cruce de un curso intermitente de agua, tuvimos serias dificultades para encontrar la pista pero un pastor, en medio de la nada, nos indicó el paso que debíamos seguir y que las lluvias se habían encargado de borrar.

Nuevamente, cuando ya nos planteábamos pasar la noche in situ a causa de la pista borrada por la lluvia, una pequeña luz de linterna se acercó hacia nosotros. Un lugareño que habita estas inhóspitas tierras divisó nuestras luces, intuyó que andábamos perdidos y nos acompañó durante varios kilómetros hasta nuestro destino. Se lo agradecimos en forma de ropa, comida y unos dirhams, lo que arrancó una gran sonrisa de su cara. Llegamos al hotel cansados y con algunas «bajas» por afecciones gastrointestinales originadas por la comida de Fez.

MISSOUR – TENDRARA

La vida de los nómadas del desierto es muy dura; la artesanía que venden a los turistas es uno de sus escasos recursos.

Un poco tocados del estómago, nos concentramos en reparar rápidamente el neumático pinchado la jornada anterior, comprar agua, pan y llenar nuestros depósitos de gasóleo. Iniciamos el día con retraso, hacia el este, adentrándonos en grandes extensiones de terreno donde sobreviven algunos nómadas en condiciones durísimas. Aprovechamos para entregar la ayuda humanitaria que traíamos.

Volvimos a pinchar, pero esta vez pudimos reparar el neumático sobre la marcha. Ya listos para seguir la ruta, alternamos las pistas rápidas con otras más lentas hasta que la noche volvió a sorprendernos. Una tormenta nos invitó a cambiar la acampada inicial por una confortable noche de hotel. Aun así, nuevos pinchazos retrasaron la marcha, especialmente el último, que se produjo justo cuando más llovía.

EL CHOTT TIGRI

Desayunamos con un buen número de problemas: un motor que no arrancaba, neumáticos pendientes de ser reparados, un tornillo de un amortiguador flojo y un retén que perdía aceite. Con paciencia, fuimos «apagando fuegos» y emprendimos la marcha rumbo este, hacia la frontera con Argelia. Pasamos por una antigua estación de ferrocarril abandonada y nos adentramos en inmensas llanuras habitadas por nómadas que viven del pastoreo de rebaños de cabras y ovejas.

El Chott Tigri es una gran extensión de arena con abundante vegetación en la que apenas subsiste un pequeño grupo de nómadas.

Para acceder a El Chott Tigri (laguna intermitente), había que descender por la llanura en la que nos encontrábamos. En las proximidades de la frontera con Argelia, salió a nuestro paso un militar que nos llevó a un puesto de control, y desde éste tuvimos que ir a un segundo puesto para identificarnos. Uno de los soldados nos acompañó hasta una nueva vía que acababa de ser abierta para descender hasta El Chott, ya que la anterior había sido borrada por las lluvias. La conducción por El Chott Tigri es fácil y rápida, y nosotros alternamos la ruta por zonas de arena con el paso por lagunas secas. El paisaje era magnífico, y los rayos del sol nos regalaron un atardecer lleno de contrastes de colores: naranja de la arena, verde de la vegetación y azul del cielo. De allí salimos con la caída de la tarde a través de una vía de tren desmantelada que nos condujo por un cañón casi impracticable.

BOUDENIF – ACAMPADA

Un enlace por carretera nos situó en el punto de partida de la jornada, pero, antes, nos detuvimos en una escuela donde un abnegado profesor se afanaba en enseñar a seis niños y una niña de edades diferentes las lecciones que les correspondía aprender ese día. Durante unos minutos, el profesor compartió con nosotros unas cuantas explicaciones y le hicimos entrega del material escolar que llevábamos.

Cargados de combustible, pan, agua, huevos, fruta y leña, pusimos rumbo sur por pistas rápidas que en otro tiempo fueron el escenario del mítico Dakar, grandes espacios abiertos donde pudimos rodar rápidamente hasta que, con las últimas luces, escogimos un lugar adecuado para acampar.

Pasar una noche bajo el cielo estrellado marroquí tiene un encanto especial, máxime si además disponemos de una buena hoguera para disfrutar de una agradable velada comentando los pormenores de la jornada y tomando una copa en estupenda compañía.

ACAMPADA – MERZOUGA

Tras una noche tranquila y reconfortante, con los primeros rayos de sol, reavivamos el fuego y entramos en calor. En poco más de una hora estábamos listos para iniciar la marcha, no antes de tomar un café recién hecho.

Continuamos rumbo sur, alternado pistas rápidas con zonas sencillas de arena. Y pasamos de nuevo cerca de la frontera con Argelia. Rodamos ligeros; estábamos deseosos de llegar a los ríos de arena. Nos detuvimos en un oasis singular, propio de un belén navideño, donde se encontraba una familia nómada sacando agua de un pozo para dar de beber al ganado y lavar un poco de ropa.

La I Aventura Master discurrió por el este de Marruecos, desde el lugar de concentración (Fez) hasta Merzouga, transitando en algunos momentos por las proximidades de la frontera argelina.

Poco a poco, la pista dejó paso a la arena y nuestros motores tuvieron que esforzarse para mantener el ritmo. Era el momento de bajar la presión de los neumáticos y disfrutar. Conducir por un río de arena es toda una experiencia. Al principio, resultó sencillo, pero a medida que aparecieron las dunas, las cosas se complicaron y surgieron los primero atascos. De nuevo, tuvimos que bajar presiones. Después de un descanso que compartimos con dos familias marroquíes que también estaban recorriendo esta parte del desierto, nos adentramos en las dunas. Con la presión de los neumáticos debidamente ajustada, nos introdujimos en un mar de arena: un espectáculo visual que no deja indiferente a nadie.

Se sucedieron las subidas y las bajadas vertiginosas y, en la medida en que nos lo permitió el terreno, enlazamos unas dunas con otras a través de sus crestas. Hacía calor y se notaba el cansancio acumulado durante los cinco días de ruta que llevábamos encima. Pero ya quedaba poco y, con un último esfuerzo, la Aventura Master llegó a su fin y todos los participantes tuvimos nuestro merecido descanso en un hotel situado a pie de las dunas. La segunda edición ya esta en marcha, si quieres más información puedes entrar en la web de Aventura Master.

La Medina de Fez (izquierda) rebosa colorido, pero la exploración obliga a una visita al barrio de los curtidores (centro), donde aún se trabajan y tiñen pieles con métodos ancestrales. Entregar material escolar en una escuela de una pequeña aldea al sur del Plateau de Rekkam fue uno de los mejores momentos.

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