No es ningún secreto: al menos en Europa, esta era la única solución para convertir un producto atractivo, como es el Maserati Ghibli, en uno que dé buenos frutos asentándose como una alternativa real a las grandes berlinas alemanas de Audi, BMW y Mercedes. Eso sin perder su lado exótico, claro, porque llevar un tridente en la parrilla frontal te traslada a un estatus especial.
Y está funcionando; de hecho, sólo en España, en 2014 Maserati ha aumentado sus ventas en casi un 400% respecto al último año*. Todo gracias al ‘controvertido’ Ghibli Diésel.
Buena maniobra comercial, pero… ¿qué hay del resto?
No puedo evitar abrir la puerta del coche con cierto recelo, pues sé que, cuando arranque el motor, no escucharé la cautivadora banda sonora propia de un Maserati. La belleza y elegancia de su carrocería también se percibe en el interior, donde esta unidad equipa un bonito cuero de color rojo, como no podía ser de otra manera tratándose de un Maserati. El aspecto del salpicadero es bueno y tiene una calidad correcta, aunque no tan exquisita como la que puede apreciarse en sus rivales alemanes. Sinceramente, observar cómo han aprovechado algunos elementos de modelos más ‘humildes’ del Grupo Fiat, como el navegador –de 8,4″; 2.272 euros–, el botón de arranque, los de los elevalunas o el mando de las luces –todo ello lo puedes encontrar en un Fiat Freemont o en un Lancia Thema–, no ayuda. Pero son detalles que pueden perdonarse cuando te enteras de que el precio del coche se desmadra menos de lo esperado, ya que puedes tenerlo por unos razonables 71.429 euros.
TÉCNINA: FERRARI ESTA VEZ AL MARGEN
Los motores de gasolina de Maserati se diseñan y construyen en colaboración con Ferrari. En cambio, el propulsor 3.0 V6 turbodiésel de este Ghibli, cuyo código interno es A630 DOHC, está fabricado por la compañía VM Motori, subsidiaria del Grupo Fiat. Su compresión es de 16,5:1 e incorpora un turbo Honeywell de geometría variable. |
En este Ghibli no hay ni un solo emblema que indique que es diésel. Tampoco es algo que ‘cante’ cuando arrancas el motor, pues el escape tiene un sistema de sonido activo que enmascara la naturaleza diésel de esta berlina. Si, además, pulsas la tecla Sport, emplazada en el túnel central, el sonido casi te permitiría pasar desapercibido en una convención de Maserati de gasolina.
El motor 3.0 V6 diésel es el mismo que el del Lancia Thema y Jeep Grand Cherokee, pero Maserati le ha acoplado un turbo específico y efectuado algunos retoques para incrementar su potencia hasta los 275 CV y dotarle de una respuesta más dinámica y deportiva. Lo cierto es que aporta una aceleración intensa y agradable y, si lo mantienes entre las 2.000 y 4.000 rpm, podrás ir bastante rápido, algo a lo que colabora la caja de cambio ZF de ocho relaciones, que funciona con presteza y acierto, y el chasis, que aunque estamos hablando de un coche de 4,97 m de largo y 1.835 kg de peso, se muestra razonablemente ágil.
Además, para acrecentar ese corte deportivo al que debe ir asociado cualquier Maserati, el Ghibli lleva, de serie, un diferencial trasero de deslizamiento limitado*, lo cual aporta una notable capacidad de tracción en curva y una buena aptitud para ‘redondearlas’ con eficacia y precisión. Por contra, mejoraría con una dirección un poco más comunicativa y unos frenos más resistentes pues, aunque ofrecen un buen tacto y mordiente, comenzaron a presentar desfallecimiento un poco antes de culminar una de nuestras carreteras de curvas habituales. No obstante, el chasis se muestra muy equilibrado y aporta un excelente confort de marcha, aunque creo que la amortiguación adaptativa opcional, que viene en un paquete de equipamiento que vale 3.276 euros y que esta unidad no lleva, debe merecer la pena.
Con todo, el Ghibli se presenta como el Maserati más racional de toda la gama y, por ello, resulta crucial para el futuro de la marca. Por pura lógica, le falta parte del carácter deportivo que se le presupone a un Maserati, por lo que no es capaz de aportar las sensaciones deportivas de un Ghibli de gasolina, pero es el Maserati con mejor relación entre prestaciones y consumo, ya que incluye cierta dosis de buenas prestaciones –pasa de 0 a 100 km/h en 6,3 segundos– y, en un uso convencional, no es difícil bajar su consumo de 8,0 l/100 km, una cifra con la que el resto de Maserati ni sueñan. Eso sin contar que su autonomía supera los 1.000 km…