Hay que joderse. Perdonad por la expresión, pero es que es así. Hay que joderse. Tal y como comentamos en esta noticia, Michiel van Ratingen, el secretario general de EuroNCAP, ha advertido que el aumento del peso de los coches tiene consecuencias negativas en materia de seguridad y ecología. ¿Qué raro, verdad? Fíjate tú, que yo jamás lo habría imaginado. Y sí, he conectado el modo irónico a tope.

Sigo sin entender la necesidad de electrificarlo todo de la noche a la mañana, y este tipo de declaraciones no hace más que afianzarme en mis pensamientos. Y, cada vez que me pongo a pensar en por qué quieren hacerlo desde las altas instancias de Europa, sólo se me ocurren dos opciones: o son tontos y no tienen ni idea, o se lo están llevando muerto y les da exactamente igual. Hay veces que hasta pienso que podrían darse las dos cosas a la vez… Pero no, hombre, eso no es posible en la política actual, ¿no crees?
Lo más gracioso es que, además, desde este tipo de organismos como EuroNCAP acusan directamente a los compradores: Van Ratingen ha declarado que “el aumento que vemos en el peso de los coches no está relacionado con cuestiones de seguridad. Se debe a la preferencia de los consumidores por vehículos más grandes y a la electrificación, con baterías cada vez más grandes que se utilizan para calmar la ansiedad de los consumidores por la autonomía”.
Lo más gracioso del asunto es que dicen que el peso es malo porque, si un coche pesado se empotra contra otro más ligero, o con un peatón, los daños del ‘débil’ son mayores. Habrá que esperar un poco todavía para que se den cuenta de que las inercias y las distancias de frenada también empeoran. Pero esto ya si eso para otro día, que por ahora ya han aprendido mucho y lo mismo se les acumulan los conceptos.
Y se ha fumado un puro. Seguro. Y de los buenos. Pero vamos a ver, ¿que la culpa es de los consumidores, que al fin y al cabo no hacen más que comprar lo que el mercado les ofrece y las administraciones les obliga? ¿Acaso son los consumidores los que han decidido satanizar a los motores de combustión en favor de una electrificación que cada vez plantea más dudas? ¿Son los consumidores los que han creado todo tipo de restricciones al tráfico en sus propias ciudades? ¿Son los consumidores los que están a favor de ayudas a la compra sólo para eléctricos y subvenciones para, por ejemplo colocar postes de carga para coches de ese tipo? ¿Son los consumidores los que crean SUV’s de 700 CV con baterías de 100 kWh y 2.500 de peso? ¿Pueden todos los consumidores gastarse 100.000 euros para comprarse un coche de ese tipo?

En EuroNCAP hacen tests de coches ya fabricados para analizar su seguridad. No es poca cosa. Pero la seguridad no es sólo estrellar un coche y ver los daños que ocasiona a los ocupantes o a otros posibles usuarios de la vía. ¿Por qué no analizamos también las dichosas pantallas? ¿Saben que las distracciones son el principal motivo de siniestralidad? ¿Por qué no se penaliza que haya un mínimo de botones físicos para funciones básicas de los coches? ¿Por qué no obligamos a darle cursos de conducción a todo aquel que se compre un coche eléctrico que pase de 0 a 100 km/h en menos de seis segundos? ¿Por qué no conviven un par de días con un Hyundai Kona de los nuevos para descubrir que tanto sistema de ayuda a la conducción y tanta dificultad para desconectarlo llega a ser contraproducente porque estresa, distrae y, al final, no va a servir de nada porque a la vigésima falsa alarma ya no le haces ni caso?
Y así podría sugerirles no sé cuántas ideas más. Pero, claro, si analizasen eso y le facilitasen las cosas a los conductores… ¿a quién le iban a echar después la culpa?
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