Patagonia chilena: El desierto verde

Nuestro todoterreno, proveniente de Australia, desembarca en el puerto de Valparaíso una espléndida mañana de principios de diciembre. Es un magnífico día del ocaso de la primavera austral anunciando la inmediatez del verano en el hemisferio sur. Pero no hay tiempo que perder, la Patagonia chilena tan sólo tiene tres meses de buena climatología para […]


Nuestro todoterreno, proveniente de Australia, desembarca en el puerto de Valparaíso una espléndida mañana de principios de diciembre. Es un magnífico día del ocaso de la primavera austral anunciando la inmediatez del verano en el hemisferio sur. Pero no hay tiempo que perder, la Patagonia chilena tan sólo tiene tres meses de buena climatología para explorarla en toda su magnitud.
Como corresponde a Chile, toda la documentación y trámites aduaneros se realizan con celeridad, transparencia y honestidad. Es esa misma discreción chilena la que ha permitido que la buena mercadotecnia argentina haya conseguido que la Patagonia siempre se ligue inconscientemente a Argentina cuando al otro lado de la frontera nos encontramos con una Patagonia desconocida y más fascinante. Juan Pablo Pirola y Pablo Castillo, nuestros anfitriones en Santiago y devotos del 4×4, nos van guiando apasionadamente por sus mapas y señalando puntos en los que unos profanos jamás se hubiesen fijado… para su desgracia. También nos explican que hay dos patagonias, la terrestre, para explorarla exclusivamente en todoterreno, y la marítima… que gracias a la compañía naviera Navimag también se puede hacer con el todoterreno. Así pues, nuestra expedición por Chile combinará la tierra y el mar en un sorprendente y bellísimo laberinto de agua, tierra y vegetación.

CHILE. DATOS PRÁCTICOS

EXTENSIÓN: 756.950 km2 (España 504.784 km2).
PIB PER CAPITA: 10.000 euros (en España, 15.000).
POBLACIÓN: 95% descendientes de europeos y mestizos; 5% indios (aymaras, mapuches y rapanui).
En avión: Lan Chile (www.lanchile.cl) directo desde España y enlaces con poblaciones de la Patagonia.
Alquiler de 4×4: Aconsejamos un pick up y devolverlo en el mismo punto que se alquila. Negociar en las agencias locales en Puerto Montt.
Llevar tu propio 4×4. Lo más económico: Ro-Ro hasta Buenos Aires y conducir hasta Chile. Lo más cómodo: carguero hasta Valparaíso. No se necesita Carnet de Passage.
La Patagonia marítima: la naviera Navimag, que también trasladará nuestro 4×4.
Guías y cartografía de Chile: Las mejores son las guías Turistel (www.turistel.cl), solamente se adquieren en Chile.
Más información: www.ruta-imperios.com, crónicas 72, 73, 74 y datos prácticos en 78.
 

En Puerto Montt, 1.000 kilómetros al sur de Santiago, tenemos una cita importante, nos espera nada menos que Magallanes. El ilustre navegante que bajo el auspicio de la corona de España planificó con éxito la primera circunvalación marítima de la tierra –aunque murió en su escala en Filipinas y no pudo saborear el éxito de su empresa– ha dado nombre a uno de los buques de Navimag que realiza la Patagonia marítima desde Puerto Montt a Puerto Natales. Bajo su sayo iniciamos la aventura patagónica.

La remodelación del Ro-Ro Magallanes para recibir pasajeros está muy bien conseguida y la tripulación ameniza la travesía en una sabia combinación de entretenimiento y magníficas charlas instructivas y proyecciones sobre la ruta. No se trata de un «crucero», sino de un viaje de tres días por los canales patagónicos con el romanticismo de la marina mercante y con nuestro Montero al alcance de la mano en la panza de esta nave. A excepción del temperamental Golfo de Penas, la navegación por los canales es sosegada, las aguas suelen estar calmas y la nave casi nunca se cimbrea a pesar de que en muchas ocasiones los vientos y mareas en estos pasillos naturales pueden ser terribles. A babor y estribor se suceden pequeños enclaves y cabañas de pescadores, montes, fiordos, bosques e incluso la siniestra carcasa herrumbrosa del naufragado Capitán Leonidas en mitad del canal Messier, una nave fantasma los días de bruma. Casi con pena entramos en la encantadora y pequeña Puerto Natales, que muestra el final de la travesía. 

La exploración terrestre comienza y nos sorprenden los grandes espacios esteparios que el rostro casi imberbe de la Patagonia ahora nos muestra. Llegamos a Punta Arenas, baluarte costero de la provincia de Magallanes, cuajada de grandes mansiones y residencias que levantaron los colonos pioneros de la ganadería cuando prosperaron en este furtivo lugar.

Cruzamos el estrecho de Magallanes

Para adentrarnos en la mítica y gélida Tierra de Fuego hasta alcanzar Ushuaia, en Argentina, la ciudad más meridional del mundo. Muchas de las casas de los audaces pobladores que decidieron probar fortuna en estas latitudes han sobrevivido y con su romántica sencillez son el reflejo de una época de vida y muerte. Pero todavía más al sur, tan sólo abordable por mar, desembarcamos en la isla chilena de Navarino, la ínsula que alberga la población más austral de América y del mundo: el desafiante Puerto Williams, un exiguo pueblo que afronta con gallardía temperaturas extremas y vientos antárticos. Estamos en nuestro punto de inflexión, ha llegado la hora de tomar rumbo norte.

El tercer Polo

Tenemos que remontarnos 12 millones de años atrás para situarnos en el momento que se formó el gran castillo natural del macizo del Paine. Cuando los hielos de la época glacial se fueron derritiendo, mostraron su obra tras milenios de trabajo a la sombra: el Cerro del Indio, Cerro la Máscara, sus famosos Cuernos, Nido Negro de Cóndores… Encajado entre la cordillera de los Andes y la estepa Patagónica, este hito geológico que baila entre los 2.000 y 3.000 metros de altitud ha sido declarado Reserva Mundial de la Biosfera por la Unesco. Practicar senderismo es imperativo para adentrarse por los rincones más recónditos y el balizado de las rutas por parte de los profesionales guardaparques de Conaf consiguen la misión de avanzar con seguridad a través de parajes de ensueño para llegar a metas insospechadas. Pistas ripiadas te acercan a lagunas grandes y chicas, cascadas, glaciares o a palpar gigantescos icebergs como los que flotan en el lago Grey.

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Para seguir más al norte de los dominios milenarios de las Torres del Paine, hemos de adentrarnos brevemente en Argentina por Cerro Castillo, al tener que sortear una barrera insalvable por tierra. La ruta chilena se haya cortada por el inmenso e impenetrable Campo de Hielo Sur, que ha sido calificado, junto con el Campo de Hielo Norte, como el ´Tercer Polo´. Durante cientos de kilómetros, las esporádicas y aisladas haciendas ganaderas son los únicos oasis de vida en un monótono y reiterativo paisaje de tierra yerma y pastos color pajizo. La pampa es repetitiva, pero posee dos hitos remarcables en nuestra ascensión hacia el norte: el Glaciar Perito Moreno y el Lago Argentino. El viento aquí es más bien un huracán que sopla incansablemente día y noche hasta casi volvernos locos. Tras dos días de conducción fácil por pista, reingresamos de nuevo en Chile por el paso Roballos.

La Carretera Austral

Patagonia es un calidoscopio de ríos, canales, fiordos, montañas, lagos, lagunas y glaciares asombrosos accesibles gracias a la Carretera Austral. Aunque bautizada como ´carretera´, se trata de una pista tan extensa como estrecha que serpentea entre soberbios paisajes y realiza levitaciones sobre ríos y malabarismos colgada en laderas de montañas. Gracias a esta magna obra de los ingenieros militares chilenos, la Patagonia occidental es explorable, eso sí, exclusivamente para vehículos todoterreno. La fortuna quiso que unos meses antes de nuestra llegada la Carretera Austral alcanzase por fin su punto más meridional, un final de trayecto marcado por la presencia del impenetrable Campo de Hielo Sur. Ahí mismo… Villa O’Higgins; accesible hasta hace poco sólo en avión, se ha constituido en la ´Última Frontera´ de la Carretera Austral y nuestro infatigable Montero tiene el privilegio de ser el primer vehículo español en alcanzar este sugestivo enclave.

Las estancias ganaderas particulares fueron los primeros asentamientos humanos que aparecieron por este ´desierto verde´, como muy acertadamente lo denominó Charles Darwin en 1828, al ver lo compacto que era ese mar de espeso verdor. Las pistas se antojan caprichosas, ora ascienden, ora descienden, nos hacen sentir seguros en las llanuras e inquietos cuando bordean precipicios que se estrellan contra las rocas y las aguas de los torrentes que se deslizan a nuestros pies.

La hospitalidad de la población se une a la curiosidad por saber más de los escasos extranjeros que se han decidido a conocer esta tierra que tanto aman sus pobladores. De su mano conocemos los deliciosos asados de cordero patagónico presentes en toda celebración, los rodeos, las serenatas y bailes de los engalanados huasos, así como los festivales costumbristas de sus tradiciones. A medida que nos vamos alejando de las poblaciones más meridionales de la Carretera Austral, la pista se suaviza y aparecen espectaculares lagos, coloridos ríos y bosques que alcanzan su máximo apogeo en el grandioso lago General Carrera. También los volcanes comienzan a prodigarse, el Corcovado, el Nevado… y con ellos sus aguas termales, que son un bálsamo para el cuerpo y el alma cuando te introduces en ellas tras muchas horas de ripio.

Las acampadas se han ido sucediendo en espectaculares escenarios teatrales que interpreta esta naturaleza salvaje en cada una de sus estelares representaciones. El temperamento cambiante de nuestra anfitriona a veces nos empapó con sus lágrimas y otras nos embelesó con una magnífica capa azul sobre nuestras cabezas. Así es la Patagonia chilena: seductora, caprichosa y cambiante, pero siempre única.

Los autores del artículo agradecen la ayuda prestada a: Ceuta, Mitsubishi, Catai Tours, Bridgestone, Inmarsat Ibérica, Label, Navimag y Lan Chile.

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