Los investigadores de la Universidad de Lund están convencidos del potencial de su descubrimiento. Aamir Ilyas, doctor en Ingeniería de Recursos Hídricos, afirma que «las cenizas pueden usarse como una fuente de energía mediante la recuperación del gas de hidrógeno, en lugar de dejar que sean lanzadas al aire como ocurre actualmente. Nuestros depósitos de cenizas son una mina».
Gracias al proceso que han creado, se obtendrían 20.000 millones de litros de hidrógeno al año, que no sólo serviría como combustible para automóviles: Los científicos suecos han pensado en usar esa misma cantidad para suministrar energía a 11.000 hogares. Este proceso consiste simplemente en introducir las cenizas en un entorno sin oxígeno y llenarlo de agua. El resultado es la producción de gas de hidrógeno, que se extrae a través de tubos para almacenarlo en tanques. Todo ello con un protocolo de seguridad que evite cualquier explosión, pues el hidrógeno es un elemento que debe conservarse a una temperatura extremadamente baja.
Las posibilidades de esta práctica resultan muy interesantes en Europa, un continente muy habituado a emplear la incineración como forma de eliminar residuos. Además, un beneficio añadido sería la reducción de la contaminación que esta incineración provoca.
