Si tu coche es de gasolina, debes saber que hay unas pequeñas piezas que tienen un coste mantenimiento muy bajo y que, en cambio, tienen una importancia vital en el rendimiento del motor, pues dependiendo de su estado, el coche puede consumir menos, ofrecer más potencia y, también, contaminar menos. Estamos hablando de las bujías.

Una bujía es un elemento que va roscado en la culata, dejando uno de sus extremos en la parte interior de la propia culata, en concreto en la cámara de combustión. En un motor de gasolina, cuando el pistón sube, se comprime la mezcla de aire y gasolina que hay en su interior. La bujía se encarga de generar una pequeña chispa que es la que inflama esa mezcla, provocando una pequeña explosión que desplaza de nuevo al pistón hacia abajo. El momento en el que salta esa chispa está controlado electrónicamente en los coches actuales y, en los antiguos con carburador, se controlaba de una forma mecánica, a través del distribuidor.
La clave es que esos pequeños chispazos van desgastando el electrodo, que es precisamente la parte donde se genera la chispa y la que está en la cámara de combustión. Conforme se desgasta, la bujía va perdiendo eficacia, y la chispa ya no es tan eficaz. Esto provoca que la combustión de la mezcla no sea óptima, y no se quema correctamente. Si la chispa no es buena, o si la mezcla no prende en el momento exacto, el rendimiento decae, el consumo aumenta y las emisiones contaminantes, dado que la mezcla aire-gasolina no se quema por completo, son superiores.

Por eso, es fundamental que las bujías estén en buen estado. En el libro de mantenimiento de nuestro coche se indica cuando cambiarlas, si bien es una operación que, normalmente, se realiza a los 60.000 km. En coches antiguos, y también deportivos, es probable que haya que cambiarlas cada 30.000 km. El coste de un juego de cuatro bujías (hay una por cada cilindro del motor) ronda los 30-35 euros, más la mano de obra. Aquí te explicamos cómo se sustituyen aunque, si no estás acostumbrado a realizar labores de mantenimiento, es mejor que vayas a un taller a cambiarlas, pues el coste es muy bajo.
¿También para motores diésel?
Sí y no. Los motores diésel no emplean bujías como las de los motores de gasolina, pero sí emplean bujías incandescentes o de precalentamiento, que no son otra cosa que los conocidos calentadores. Cuando damos el contacto de un coche diésel y se enciende un testigo con un muellecito amarillo en el cuadro, nos está avisando de que están funcionando los calentadores. Son una resistencia térmica que, al recibir corriente, se ponen incandescentes.

En cada cilindro, roscados en la propia culata, hay un calentador. Lo que se consigue con ellos es que se caliente el aire de la cámara de combustión, algo que facilita el arranque en los motores diésel. Su coste es similar al de una bujía de un motor de gasolina, pero no tienen una vida estimada porque dependen mucho de la utilización del coche (sólo funcionan antes del arranque). Se recomienda su sustitución entre los 60.000 y los 90.000 kilómetros aunque, en la práctica, es casi más habitual que se sustituyan simplemente cuando comienzan a fallar.
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