En su momento, tu motor ofrecía un rendimiento correcto, pero es cierto que hoy en día un motor de la cilindrada del tuyo (2,9 litros) puede rendir entre 180 y 250 CV gracias a las mejoras introducidas, fundamentalmente, en los sistemas de alimentación, pero también en otras áreas. Mejorar moderadamente las prestaciones del veterano propulsor de origen alemán es posible sin grandes inversiones, e incluso hacerlo de forma significativa, pero no conviene abusar de la presión del turbo para no comprometer su fiabilidad.
La forma más sencilla para mejorar su potencia sería aumentar una décima la presión de soplado y ajustar la bomba de inyección. Si aumentas dos décimas y el correspondiente ajuste de la inyección, el cambio será notable. A partir de aquí empezamos a disminuir la fiabilidad de la mecánica de forma significativa.
A la hora de aumentar el caudal de gasóleo, tendrás que sustituir el cono que lo regula en función de la presión del turbo. En este sentido, debes contactar con preparadores de bombas de inyección como Adonis, por citar un ejemplo. A nuestro juicio, la zona que necesita más una mejora de prestaciones es por debajo de 1.800 r.p.m. Mejorar el par y, consecuentemente, la potencia en esta zona donde el turbo no consigue un soplado eficaz pasa por instalar un turbo de geometría variable, limitando la presión máxima a los valores comentados anteriormente. El problema es encontrar un turbo variable de control mecánico, que se adapte a las características de tu propulsor. Como anécdota, en los motores 200 y 300 Tdi de Land Rover dan muy buenos resultados los turbos variables de control neumático de mecánicas BMW.
Como ves, trabajo y opciones hay, pero requieren dedicación e ingenio. Olvídate de los sistemas bi-turbo. Aunque mecánicamente es una operación viable, no solo resultaría anti-económico, sino muy difícil de poner a punto e imposible de homologar.
