Es algo por lo que pasan la mayoría de los automóviles. Un buen día, sin motivo aparente, comienza a vibrar la dirección. Te contamos cinco posibles causas.
1.- Discos de freno alabeados
Si cuando pisas el freno a velocidades superiores a unos 80 km/h la dirección vibra, lo más probable es que tengas un disco delantero deformado o alabeado. Por lo general, los discos se alabean cuando se sobrecalientan porque se les ha sometido a grandes esfuerzos de forma continuada.
Un ejemplo sería bajar un puesto practicando una conducción deportiva; o bien con una caravana detrás… Para evitar alabeos en los discos, lo ideal es no detener el coche hasta que los frenos se hayan refrigerado -puedes hacerlo rodando a ritmo tranquilo y sin exigir a los frenos durante unos minutos-.
2.- Neumáticos desequilibrados
Los neumáticos de los coches tienen que estar equilibrados para que todas las partes de la rueda pesen lo mismo y no se generen vibraciones al rodar. Cuando una rueda no está equilibrada -puede ser por una deformación en la llanta, porque un bordillazo haya dañado los contrapesos…-, percibirás vibraciones en el volante que irán a más a medida que aumente la velocidad. Para solucionarlo, deberás ir a un taller de neumáticos para que coloque en la rueda unos contrapesos y elimine las vibraciones.
3.- Neumáticos deformados
Si se produce un desgaste irregular de los neumáticos o les ha salido un huevo en el lateral se pueden percibir vibraciones al rodar deprisa. Se aprecia sobre todo si el neumático afectado está en el eje delantero.
4.- Holguras en la dirección
Suele darse por holguras en las rótulas, que son los puntos de unión entre las barras de la dirección y de la suspensión. Son elementos que están sometidos a un gran esfuerzo, ya que permiten que la suspensión se mueva hacia arriba y hacia abajo y son las encargadas de girar las ruedas. Por lo general, cuando una rótula está dañada, se generan vibraciones al circular por asfaltos en mal estado o bien al frenar, cuando las ruedas deben soportar todo el peso del coche.
5.- Amortiguador dañado
Si un amortiguador esta dañado bien porque tenga muchos kilómetros o porque esté ‘reventado’, rebotará demasiado al superar irregularidades -sobre todo si está en el eje delantero- y generará vibraciones y hasta crujidos en la dirección. Para evitarlo, lo ideal es comprobar el estado de los amortiguadores a partir de los 60.000 kilómetros y no esperar nunca más de 80.000 km para sustituirlos.