Piloto de F1, de Indycar ... y triple medallista paraolímpico

La increíble historia de superación de Alex Zanardi

Enrique Espinós
Enrique Espinós
Bicampeón de la Fórmula Indycar en EE.UU. –en 1997 y 1998–, Alex Zanardi es un ejemplo a seguir: Tras perder las dos piernas en un accidente mientras disputaba una carrera en alemania, en 2001.


Alex Zanardi estuvo a punto de no llegar a ser piloto. Y es que sus padres, Dino y Anna, no querían oír hablar de nada relacionado con los coches debido a que, en 1979, su hija Cristina –la hermana mayor de Alex– falleció en un accidente de tráfico. Finalmente, y a la edad de 14 años, Alex convenció a su padre y, con su ayuda –Dino era mecánico–, consiguió construir su primer kart. Entonces, comenzó a competir en campeonatos regionales y a pesar de que, en sus inicios, sus resultados no fueron prometedores, en 1982 debutó en el campeonato nacional italiano… acabando la temporada en tercera posición.

Tres años después, el Parisino –tal y como le apodaban entonces debido a su extremo cuidado de los neumáticos– se proclamó campeón de Italia, resultado que repitió en 1986 y 1987… aunque, el título de ese último año lo perdió por «por bloquear a un rival», recuerda. Tras pasar por la F3 italiana sin grandes logros, en 1990 –año en el que conoció a su futura mujer–, llegó a la Fórmula 3.000 y brilló de inmediato –por ej., venciendo en su carrera de debut– aunque, por problemas de fiabilidad de su coche, finalmente sólo pudo ser subcampeón. Pero eso bastaría para llamar la atención de los responsables de la F1…

A la F1, como sustituto de Schumacher

Zanardi debutó en el Gran Circo en el GP de España de 1991, a los mandos de un Jordan… ocupando la plaza vacante que había dejado Michael Schumacher –que, tras su primer GP (el de Bélgica), muy brillante, fue fichado de inmediato por Benetton F1–. Zanardi sustituyó al Kaiser y pilotó para Jordan durante las tres últimas carreras de la temporada, consiguiendo dos novenos puestos y un abandono. De cara a 1992, la escudería quería seguir contando con él, pero el italiano no pudo aportar los patrocinadores suficientes y fue sustituido por el brasileño Mauricio Gugelmin. Tras estar a punto de firmar por Tyrrell, Zanardi sólo pudo asegurarse el puesto de piloto probador en Benetton. Pero el italiano quería correr y, en 1993, firmó como piloto titular de Lotus, un equipo entonces venido a menos, pero con el que curiosamente logró el que ha sido su único punto en la F1, correspondiente a un sexto puesto en el GP de Brasil. La temporada no acabó bien, ya que Zanardi sufrió un grave accidente en el GP de Bélgica y fue sustituido por el portugués Pedro Lamy durante las últimas cuatro carreras. Sin embargo, el peor año en la F1 para Zanardi fue 1994: «Mi única oportunidad entonces fue convertirme en piloto de pruebas de Lotus», recuerda; pero, en mayo, y tras un accidente sufrido por Lamy –mientras entrenaba en el circuito de Silverstone, Inglaterra–, «pude correr –el término más adecuado sería ‘arrastrarme’– durante el resto de la temporada. Pero aquello no funcionaba, no había dinero para conseguir buenos resultados. Tanto es así que, a final de año, el equipo entró en bancarrota y no llegaron a pagarme».

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Con pocas perspectivas de seguir en la F1 de cara a 1995, Zanardi contactó con varios directores de equipos de la Fórmula Indycar estadounidense: «Mientras llegaba a un acuerdo me dediqué a sobrevivir como instructor en una escuela de pilotos…. A finales de 1995, coincidí con Chip Ganassi –propietario de la escudería Ganassi Racing–, hice unas pruebas y, el 23 de octubre de ese año, justo el día de mi cumpleaños, firmé el contrato… que cambio mi vida para siempre».

Años de éxito y vuelta, con chasco, al Gran Circo

A Zanardi le sentó muy bien la Indycar. El primer año logró seis poles, tres victorias y finalizó tercero en la clasificación general, consiguiendo el trofeo de ‘Debutante del año’ y dejando momentos inolvidables, como un espectacular adelantamiento a Bryan Herta en el ‘Sacacorchos’ del circuito de Laguna Seca. Los buenos resultados continuaron, e incluso mejoraron, durante 1997 –cuando la Indycar paso a denominarse CART Series– y 1998, temporadas en las que, tras conseguir cinco y siete victorias respectivamente, logró alzarse con el título.

Gracias a sus éxitos, la vuelta a la F1 era una clara posibilidad… que se concretó, en 1999, de la mano de la escudería Williams F1. ¿El resultado? No se puede decir que fuera bueno –de 19 carreras, abandonó en 10, logrando como mejor puesto un 7º en el GP de Italia– y Zanardi es consciente de ello: «Estaba acostumbrado a tener un coche estupendo, y quizá no me esforcé todo lo que debía al comenzar la temporada», reconoce… antes de justificarse: «Eso sí, el coche se rompía solo y casi siempre en momentos cruciales. Acabé la temporada disgustado con el mundo de las carreras y conmigo mismo y, tras reflexionar, decidí retirarme indefinidamente a la espera de recuperar mi vieja motivación para competir». Así las cosas, 2000 fue su año sabático, en el que, entre otras cosas, Zanardi se dedicó «a trabajar como padre» –su hijo Niccolò había nacido en 1998– o a navegar. La vuelta a la competición tuvo que esperar un año más… cuando, tras desechar ofertas de los mejores equipos de la CART, en 2001 no pudo negarse a firmar por la nueva escudería que acababa de formar Morris Nunn, el que fuera su ingeniero en Ganassi: Mo Nunn Racing. Era un equipo inexperto y, por ello, la temporada iba «regular», hasta que llegó la 16º prueba, que se disputaba en Alemania, en el circuito de Lausitz…

«Todavía estás vivo»

Faltaban 13 vueltas y Alex lideraba la carrera –»estaba disfrutando como en los viejos tiempos», rememora cuando se le pregunta por esa prueba– cuando, a la salida de su última parada en boxes, el destino le jugó una terrible pasada: al acelerar, y debido a la presencia de aceite sobre la pista, perdió el control de su coche. El monoplaza se salió de pista y, tras tocar la hierba, volvió fuera de control al asfalto… El piloto Patrick Carpentier evitó colisionar contra él por unos centímetros, pero Alex Tagliani impactó a 320 km/h contra la parte delantera del coche del italiano. El golpe fue tan violento que partió en dos el chasis del monoplaza y amputó instantáneamente las dos piernas de Zanardi, que quedó inconsciente –»lo recuerdo todo negro»– e incluso estuvo a punto de morir desangrado en la pista –perdió tanta sangre que uno de los médicos que intentaron atenderle en pista resbalaba en ella–. Fue evacuado en helicóptero a un hospital de Berlín en estado de extrema gravedad –durante el camino, tuvieron que reanimarle con descargas eléctricas siete veces y el capellán del circuito llegó a darle la extremaunción–, pero tuvo mucha suerte ya que, tras ser operado de urgencia y pasar tres días en coma inducido, despertó rodeado de su familia. Lo primero que recuerda es que su mujer le susurró: «Todavía estás vivo», aunque, pasados los años, Zanardi se muestra mucho más ‘expresivo’:»Al verme vivo, estaba tan feliz… ¡como un cerdo en la mierda!», ríe.

Tuvo que ser operado en 15 ocasiones –y pasar seis semanas en el hospital– hasta que pudo empezar con su rehabilitación, lo que le llevó cerca de un año de ejercicios diarios y de adaptación a las prótesis en un centro específico en Budrio, Italia. Pero Zanardi demostró su tenacidad diseñando, junto a un ingeniero ortopédico, unas piernas de metal tan ligeras como para poder nadar con ellas. «Aquello se me ocurrió cuando mi hijo me pidió que, como hacía antes del accidente, le llevara a nadar. Era difícil explicarle que me avergonzaba tirarme a la piscina desde la silla, así que me puse a trabajar con este técnico para crear unas piernas que, realizadas con materiales provenientes del mundo del automovilismo –entre ellos, aleaciones usadas en los rodamientos de competición–, me permitieran nadar». Estas prótesis mejoraron la movilidad de Zanardi y le permitieron volver a pilotar de forma profesional. Algo que comenzó a germinar en su mente, en 2002, cuando la CART le ofreció dar la salida en una de sus pruebas –la disputada en Toronto, Canadá– y, sobre todo, en 2003, cuando volvió a Lausitz para, a los mandos de un monoplaza adaptado –con el acelerador y el embrague situados en el volante–, dar las 13 vueltas que no pudo completar en 2001. A finales de 2003, participó en su primera carrera tras el accidente: la prueba final, celebrada en el circuito italiano de Monza, del ETCC –Campeonato Europeo de Turismos–. Pilotando un BMW 320i especialmente adaptado, Zanardi finalizó séptimo… ante 30.000 espectadores que, cuando cruzó la meta, corearon su nombre.

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Zanardi demostró que podía volver a competir con los mejores y, por eso, para 2004, los bávaros no lo dudaron y le ofrecieron el volante de un 320i para que participara, encuadrado en uno de los equipos oficiales de la marca, en el ETCC –que, a partir de 2005, pasaría a ser el WTCC, el Mundial de Turismos–. Y aunque hasta 2009, cuando se retiró del campeonato, sus resultados no fueron los mejores –en cuatro años, sólo logró cuatro victorias, la primera en Alemania en 2005–, la presencia de Zanardi se convirtió en habitual tanto en los circuitos… como en los medios, lo que aprovechó para apoyar la integración de los discapacitados, de los que siempre ha reconocido que han sido»su inspiración: los he visto hacer cosas asombrosas».

Un nuevo desafío… con final dorado

Desde su accidente, Zanardi comenzó a practicar deportes específicos para discapacitados, entre ellos, el handbike H4 –una modalidad de ciclismo para amputados o doblemente amputados de miembros inferiores en la que se ‘rema’ con las manos–; en 2007, debutó en la maratón de Nueva York de esta disciplina finalizando cuarto. Desde entonces, no ha hecho más que mejorar: en 2010, se proclamó campeón de Italia y, en 2011, en los Campeonatos del Mundo celebrados en Roskilde –Dinamarca–, ganó la medalla de plata en la contrarreloj y finalizó quinto en la prueba de ruta; además, venció en el maratón de Nueva York. En 2012, en marzo, ganó el maratón de Roma pero, de cara a participar en los Juegos Paraolímpicos, no las tenía todas consigo… «Nunca estuve seguro de que pudiera ganar las medallas en Londres, ni siquiera en los últimos metros de las carreras, aunque sabía, desde antes de participar, que tenía una oportunidad». Y lo logró. El 5 de septiembre, venció en la prueba contrarreloj de handbike H4 que se celebró, curiosamente, en el circuito de Brand Hatch –»una pista que me encanta (corrí allí en 1991), y en la que pensaba que mi experiencia me daría alguna ventaja… pero, a la hora de la verdad, iba tan lento que las curvas las trazaba casi como rectas», recuerda– y, dos días después, repitió victoria en el mismo escenario, pero esta vez en la prueba en línea. Todavía tendría fuerzas para lograr una tercera medalla –de plata– el 8 de septiembre, cuando junto a Francesca Fenocchio y Vittorio Podesta consiguió el segundo puesto en la prueba mixta combinada H1-4.

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Pero la trayectoria del italiano no acaba aquí, ya que estuvo en conversaciones con BMW para participar en el DTM o que, incluso, se plantea regresar a la CART de la mano de su amigo y propietario de la escudería KV Racing, Jimmy Vasser. Alex ya ha dejado claro que no tiene miedo al desafío: «Creo que no sólo tengo el talento suficiente, sino que, en realidad, dar vueltas en un óvalo sería mucho más fácil que algunas de las cosas que he tenido que hacer para ganar una carrera del WTCC». Si eso no es espíritu…