Definimos rodaje como el primer periodo de funcionamiento de una máquina, durante el cual determinados componentes acaban de asentarse. El proceso de rodaje afecta a cualquier pieza en movimiento relativo con otras, pero especialmente a aquellas que están montadas con un ajuste de tipo «aprieto» (la pieza es físicamente más grande que el hueco disponible, de manera que se encuentra comprimida, como por ejemplo un anillo de un pistón) y las que experimentan una rodadura con respecto a otra, como son los dentados de los engranajes o, especialmente, los seguidores de leva que abren las válvulas.
Durante el proceso de rodaje se produce una adaptación de unas piezas con otras, y durante esa adaptación se genera un desgaste (y unos productos de desgaste; esencialmente polvo metálico) que son recogidos por el aceite. De ahí la conveniencia de realizar un primer cambio de aceite tras un kilometraje relativamente moderado y recogido en el manual de usuario.
Durante el periodo de rodaje se espera que no se alcancen ni altas velocidades de rotación ni altas temperaturas en el motor. Son dos factores que van aparejados. Al haber más fricción, la alta velocidad genera más temperatura. Esta a su vez provoca una dilatación incrementada y eso redunda en que realizamos el rodaje con unas piezas un poco más grandes de lo debido.
La extrema precisión de los modernos sistemas de mecanizado ha conseguido restar mucha importancia a los procesos de rodaje. Las piezas más críticas del motor, como las levas, los casquillos de biela o los asientos del cigüeñal se fabrican con tolerancias de micras. De esta manera, ya no hay que eliminar tanto material durante el rodaje, y las posibilidades de sobrecaliento son mínimas. Como resultado, las referencias al rodaje también se han minimizado en los manuales.
A pesar de esas mejoras, el coche es un conjunto de componentes que van más allá del interior del motor térmico, y tanto los frenos como los neumáticos también requieren un plazo de adaptación antes de poder exigirles al máximo.

El rodaje de los híbridos enchufables o PHEV
Dentro de que, como explicábamos, las necesidades de rodaje se han reducido terriblemente, los PHEV son los coches más difíciles de rodar, ya que combinan todas las particularidades de un coche con motor térmico y de otro con motor eléctrico. Y esas particularidades afectan también a factores como los frenos.
Recuerda siempre que el espíritu del rodaje es el acople progresivo y definitivo entres superficies en fricción con unas condiciones de temperatura controladas: rampas de calentamiento y enfriamiento suaves y funcionamiento progresivo en todo el rango de condiciones.
En el caso del motor térmico de un PHEV, el rodaje se extiende durante los primeros 1.500 kilómetros de funcionamiento del motor térmico. Para conseguir cubrir ese kilometraje, tendrás que forzar el arranque del motor seleccionando el modo Sport.
Dentro del modo Sport, lo que buscamos es realizar conducciones que permitan que el motor alcance completamente su temperatura de funcionamiento y que vaya llegando a regímenes puntuales cada vez más altos. Para ello:
- Al ralenti: Fuerza el arranque de motor térmico, pero no comiences a conducir inmediatamente. Dale un par de minutos para que comience a coger algo de temperatura.
- A baja velocidad: Cuando el indicador de temperatura comience a moverse, inicia la marcha y circula a velocidad moderada hasta que la temperatura se estabilice en el rango «normal», que será el centro de la escala o cuando ya no suba más.
- Exigencia progresiva: Con el motor a temperatura, y a lo largo de los 1.500 kilómetros, procura exigir más y más al motor, con excursiones puntuales y breves a la zona alta del cuenta vueltas hacia el final de los 1.500 kilómetros.
- Enfriamiento paulatino y completo: Termina cada ciclo con un periodo de ralentí de unos 3 minutos que permita a todas las piezas regresar a su temperatura «base» y después apaga el motor térmico para que se enfríe de manera natural y progresiva, sin nuevos rearranques.
Superada esta etapa, el motor ya está preparado para una vida normal. No obstante, ten en cuenta la siguiente ADVERTENCIA: una vida normal no es arrancar tres veces en un recorrido de cincuenta kilómetros para funcionar a máxima potencia durante unos segundos.
Si durante tu conducción diaria hay tramos en los que vas a necesitar el motor térmico, «despiértalo» con antelación para que coja algo de temperatura, aunque eso suponga gastar algo de combustible. Alternativamente, cíñete a las prestaciones del motor eléctrico.

El rodaje de la parte eléctrica
La transmisión y la parte eléctrica del propulsor trabajan a temperaturas más bajas que el motor térmico, y carecen de componentes como los segmentos de los cilindros (que deben contener presión) o las levas (que funcionan con un deslizamiento), de manera que las necesidades mecánicas de rodaje son menores.
En cualquier caso, es mejor que te ciñas a esos 1.500 kilómetros de rodaje. Cuanto menos desgaste innecesario se produzca durante los primeros kilómetros, más limpio estará el aceite y más protegido estará el motor. La parte electromagnética (inversor y bobinas del motor eléctrico) no requieren ninguna clase de rodaje.
En cuanto a la batería, no existe ningún consejo específico de rodaje. En realidad, la batería de un híbrido enchufable ya viene con todas las precauciones tomadas de serie, porque va a tener una vida realmente dura, con infinidad de ciclos de carga y descarga. Por eso, el sistema nunca te va a dejar llenarla al máximo (aunque el indicador indique que está llena) y tampoco se va a descargar totalmente (en realidad, el motor térmico arrancará cuando quede alrededor de un 15% de capacidad indicada, que va a equivaler a nada menos que un 20% de capacidad real).

El rodaje de otros componentes de fricción
Los otros dos componentes que requieren cierto rodaje son los frenos y los neumáticos. Comenzando por los neumáticos, requieren cierto periodo de adaptación hasta que pierden toda la capa inicial protectora. Para ello, somételos a cargas suaves tanto en el eje longitudinal (frenadas) como transversal (curvas). Antes de nada, y aunque te acaben de entregar el coche, comprueba la presión de los neumáticos, para evitar desgastes irregulares y situaciones de peligro.
En cuanto a los frenos, es un componente bastante descuidado en vehículos híbridos y eléctricos, en los que la regeneración de energía tiene un papel primordial durante las fases de frenada. Todas las pastillas necesitan una fase de redaje de unos kilómetros para adaptarse a la superficie del disco y frenar de manera eficaz. Después, para mantener esa eficacia, necesitan ser aplicadas de manera periódica, de manera que la superficie del disco se renueve y se mantenga brillante.
En un coche «convencional», los frenos se aplican cada vez que presionamos el pedal, pero en un híbrido eléctrico o un eléctrico de baterías, se produce un proceso de blending o mezclado, en el que primero se emplea la regeneración eléctrica y después la frenada hidráulica. De manera que, para realizar el rodaje de las pastillas (incluidas las traseras, necesitaremos frenadas de intensidad media y duración media (unos 5 a 10 segundos), yendo más allá del indicador de frenada regenerativa.
Lo más confortable es realizar estas frenadas (con la debida precaución) a velocidad de autopista, porque alcanzaremos muy deprisa el máximo de regeneración y un 80% será frenada hidráulica. No se trata ni remotamente de frenar hasta el punto de que salte el ABS, sino de generar una deceleración sensible y constante.
Por ejemplo, pasar de 120 a 60 en cinco segundos, que es equivalente a una deceleración de 0,3 G, es más que suficiente para ejercitar las pastillas de forma saludable y segura. Diez de estos ejercicios acabarán con el barniz de protección de las pastillas y adaptaran su forma a la superficie del disco.
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