Tierra pobre esculpida por el río Duero y por sus afluentes, tierra fronteriza parcialmente olvidada por las instituciones, por las infraestructuras… Arribes es un paraíso para quienes amamos la naturaleza, para quienes disfrutamos recorriendo caminos, a veces olvidados, y para quienes podemos sobrevivir sin que nuestro móvil se conecte constantemente al mundo.
En esta ruta vamos a recorrer alrededor de 350 kilómetros (casi un centenar de ellos por caminos) en un trazado lineal de Norte a Sur repleto de ramificaciones. Llegaremos a lugares de naturaleza salvaje, en muchas ocasiones circulando necesariamente por caminos, y pondremos realmente a prueba las capacidades del Suzuki S-Cross 4WD AllGrip. Comenzamos.
Fermoselle
Considerada la “capital de los Arribes del Duero”, Fermoselle es un laberinto de callejones y recovecos que han ido adaptándose a la peculiar orografía sobre la que se asienta, formada por gigantescas rocas de granito. Su origen se remonta a la época prerromana, más de 2.000 años atrás, y en la actualidad cuenta con algo más de 1.100 habitantes, lo que hace que sea el núcleo más poblado de esta zona fronteriza con Portugal y, por tanto, la mejor opción para establecer nuestra base de operaciones durante la visita a la zona.
Merece la pena invertir unas horas en recorrer sus calles y asomarse a algunos de sus miradores. También puedes visitar la Casa del Parque, interesante no solamente por tratarse del centro de interpretación del parque natural, sino también por el edificio en sí mismo; un convento del siglo XVIII construido, cómo no, con bloques de granito.
Santa Cruz y las Escaleras
Aprovechando que estamos en Fermoselle, nos acercamos a la Ermita de Santa Cruz, ubicada en una explanada en la que encontramos uno de los miradores del pueblo. El acceso hasta aquí está asfaltado, por lo que se puede llegar con cualquier vehículo. No obstante, si dispones de tiempo, es un agradable paseo de unos dos kilómetros (desde la plaza mayor), prácticamente llano.
Siguiendo el camino hacia el Oeste, ya sin asfaltar, llegaremos a un mirador algo más retirado pero también más interesante: Las Escaleras. Deberemos recorrer 1,5 kilómetros más, y podemos acceder con cualquier SUV, aunque tendremos que caminar los últimos metros por un sendero que no es apto para personas con problemas de movilidad. Las vistas del Duero merecen la pena, y de propina contemplaremos las ruinas de un antiguo puesto de carabineros desde donde se vigilaba la frontera fluvial y se controlaba el paso de personas y mercancías.
Salto de Villalcampo
Comenzamos la ruta lineal propiamente dicha, para lo cual nos dirigimos al punto más al norte: la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave, en la localidad zamorana de El Campillo. Hay una hora en coche desde Fermoselle, pero merece la pena calcular unos minutos más para detenerse en la presa de Villalcampo, construida en 1949 para generar electricidad aprovechando las aguas del Duero. A pesar de que el salto hidroeléctrico se encuentra en pleno funcionamiento (genera más de 200 MW sumando sus dos fases), el poblado creado para alojar a sus trabajadores está deshabitado desde 2017, y todas las puertas y ventanas de sus edificaciones están tapiadas desde el año pasado para evitar actos vandálicos, si bien la mayoría de estas construcciones se encuentran en buen estado, lo que da al poblado un aspecto fantasmagórico.
San Pedro de la Nave
Hemos elegido la iglesia de San Pedro de la Nave como el punto más al norte de la ruta por su extrema singularidad. Monumento Nacional desde 1912, su construcción se remonta al siglo VII, en los años previos a la invasión musulmana. Entre 1930 y 1932, fue trasladada desde la orilla del río Esla, donde estaba edificada originalmente, hasta la localidad del Campillo para evitar que quedara sumergida bajo las aguas del embalse de Ricobayo.
Cuenta con un campanario exento, de posterior construcción y un centro de interpretación en el que se puede adquirir algún pequeño recuerdo de la visita, pero lo más llamativo es su interior, angosto, sobrio, construido de manera quizás un tanto burda con piedras labradas de forma irregular, un templo que nos acerca a ese relativamente desconocido reino visigodo, esa estirpe de guerreros que por primera vez crearon un estado peninsular independiente, desde los Pirineos hasta Gibraltar.
La confluencia del Esla
Si hasta ahora apenas habíamos salido del asfalto para alcanzar el mirador de Las Escaleras, en Fermoselle, ahora nos podemos pegar un buen atracón de caminos hasta llegar a un nuevo mirador en el que contemplaremos la confluencia del río Esla en el Duero… o del Duero en el Esla, ya que el caudal del afluente es verdaderamente importante, y es bien conocido el dicho “el Esla lleva el agua y el Duero la fama”, que también se emplea para referirse al Sil y el Miño, respectivamente. En ciertas épocas del año este mirador cuenta con el atractivo adicional de dejar ver una cascada natural que, durante nuestra visita, estaba seca.
En cualquier caso, a este mirador se accede después de recorrer inevitablemente alrededor de ocho kilómetros por caminos desde la población de Villaseco del Pan (solamente el último kilómetro es algo complicado, aunque conviene elegir bien las pistas anteriores, ya que las hay de diferente calidad); ocho kilómetros a los que podemos sumar tantos como queramos, ya que el recorrido desde Campillo se realiza bordeando campos de cultivo circundados por innumerables pistas trazadas con tiralíneas.
Puente de Requejo y peña Centigosa
Tras desandar buena parte del camino (incluyendo los ocho kilómetros de pistas), nos dirigiremos a la orilla occidental del Duero cruzando el puente de Requejo. Frecuentemente atribuido de forma errónea a Gustave Eiffel, es en realidad obra del ingeniero José Eugenio Ribera, que lo proyectó en 1897, si bien las dificultades de su ejecución impidieron que se construyera hasta 1914. En aquella época fue el puente más largo de España, con 120 metros de longitud y 90 metros de altura sobre el cauce del río. El apellido del diputado Federico Requejo, impulsor del proyecto, ha perdurado en el nombre de esta infraestructura que aún hoy resulta crucial para comunicar las comarcas de Sayago y Aliste.
Tras atravesarlo, nos dirigimos al mirador de la peña Centigosa, en el cercano pueblo de Villadepera, para observar el puente en todo su contexto. Un camino en buen estado, aunque con algunas zarzas, nos lleva prácticamente hasta el mismo mirador. Son 650 metros de ida que deberemos desandar para volver al pueblo, y transcurre relativamente a la sombra, así que si tenemos tiempo puede ser buena idea recorrerlo andando.
Como curiosidad, lo que hoy es un mirador se empleaba antaño como muladar: el lugar desde el que se arrojaba el ganado muerto (especialmente mulas y burros) para que se despeñara y fuera devorado por los buitres.
Chiviteros de Torregamones
Tras admirar las proezas de la ingeniería civil, toca conocer la no menos ingeniosa arquitectura popular. Desde el pueblo que les da nombre, una pista de cinco kilómetros nos llevará hasta los Chiviteros de Torregamones. En general, se trata de un camino en buen estado, que recorremos sin ningún problema con nuestro Suzuki S-Cross, pero en el tramo final sí hay algunas zonas rotas en las que conviene extremar la precaución.
Los chiviteros o chiqueros son pequeñas construcciones de piedra sin argamasa rodeadas de un vallado igualmente de piedra. El vallado es un corral en el que se guardaba el rebaño de cabras, mientras que en los chiviteros se guarecían los cabritos para evitar daños producidos por los pisoteos de las cabras o por depredadores como los zorros.
En realidad, hasta hace no muchos años, en Arribes no había naves ganaderas, y los corrales se construían con piedras de granito, como las innumerables vallas que nos acompañan a los lados de la carretera y de los caminos a lo largo de innumerables kilómetros de nuestra ruta.
Presa de Almendra
De camino al pozo de los Humos, pasaremos por la impresionante presa de Almendra. Ten en cuenta que desde los Chiviteros debes desandar todo el camino a Torregamones; Google te propondrá otras alternativas por caminos que han desaparecido engullidos por campos de labor que debes ignorar, ya que no harán sino hacerte perder tiempo, como nos ocurrió a nosotros.
Construida entre 1963 y 1970, esta presa de bóveda de doble curvatura tiene 1.262 metros de longitud y 202 metros de altura máxima. Para construirla se emplearon tres millones de metros cúbicos de hormigón, y la cola del embalse llega hasta la localidad de Ledesma, a 35 kilómetros de la presa, l oque obligó a construir ocho puentes y varias carreteras. Su central eléctrica genera 810 MW gracias a más de 400 metros de desnivel y a una galería de presión de 15 kilómetros de longitud.
La carretera que recorre la presa cuenta con dos miradores en los que es posible (y recomendable), pararse, aparcar y observar esta descomunal infraestructura antes de proseguir camino hacia nuestro siguiente hito.
Pozo de los Humos
A través de un camino llegamos, desde Pereña de la Ribera, al pozo de los Humos. Son seis kilómetros de una pista en buen estado que nos dejarán en un aparcamiento y con un sombreado merendero desde el que deberemos completar la ruta a pie, al menos entre el 15 de febrero y el 30 de junio, época en la que se restringe el paso al aparcamiento más cercano al pozo por tratarse de una “área sensible para la conservación de especies protegidas”.
Así que desde aquí completamos los cerca de dos kilómetros de ida y otros tantos de vuelta. El tramo final es algo abrupto, con un buen desnivel, y a lo largo del recorrido apenas hay sombra, por lo que llevar agua y crema solar es más que recomendables.
Sobre el pozo, basta echar un vistazo a la foto para darse cuenta de que la caminata merece la pena. Una caída de agua de 50 metros que impresionó al propio Miguel de Unamuno permite al río de las Uces continuar su curso erosionando las rocas metamórficas a su paso.
La playa del Rostro y el Corazón de Arribes
Nosotros continuamos también nuestro curso tras haber cumplido por hoy con el “senderismo”. El siguiente destino nos permitirá conocer el cauce del Duero desde otra perspectiva y sin cansarnos, ya que embarcaremos en el Corazón de Arribes, un crucero fluvial que parte los fines de semana a las 16:30 desde la playa del Rostro, a la que llegaremos en coche siguiendo una tortuosa pista asfaltada que sale de la cercana población de Corporario.
La singladura dura algo menos de una hora y cuesta 18 euros. Si quieres encontrar sitio en el aparcamiento más próximo al muelle, es mejor que llegues con tiempo, ya que es pequeño y se llena pronto; no esperes encontrar un bar o cualquier infraestructura para el avituallamiento, pero las vistas merecen la pena. Y si pretendes pagar con tarjeta, deberás hacerlo on-line, previamente a embarcar, porque en la playa, como en numerosos puntos de la ruta, no hay cobertura de móvil, ni siquiera de la red portuguesa, que frecuentemente es más potente que la española a lo largo de toda la frontera.
Presa de Aldeávila y mirador del Fraile
Llegados a este punto puede que pienses que ya hemos visitado suficientes miradores, pero éste es realmente especial, tanto por lo que se contempla desde él como por el mirador en sí. Recientemente inaugurado, ha sido una de las excusas para plantear esta ruta. Se encuentra en la presa de Aldeávila, un impresionante salto de agua construido entre 1956 y 1963 y ampliado a mediados de los años 80 que es capaz de generar más de 1.100 MW y que produce una media anual de 2.400 GWh, lo que hace que sea una de las centrales hidroeléctricas más importantes de la Europa Occidental.
Para los amantes del cine, la presa de Aldeávila ha sido escenario de películas como Doctor Zhivago, La Cabina y Terminator: Dark Fate, así como la serie 30 monedas. Los buscadores de fauna encontrarán un sinfín de aves rapaces sobrevolando el espacio. Pero el mayor atractivo o, al menos, la excusa para venir hasta aquí es el recientemente inaugurado mirador del Fraile, una estructura de acero corten instalada en voladizo que reemplaza un mirador anterior y que literalmente pone a sus visitantes encima del embalse.
Nuevamente, eso sí, nos ha tocado andar para llegar al mirador, ya que la carretera de acceso estaba cortada a la altura de la subestación eléctrica, a unos 900 metros, un trayecto asfaltado, amplio y agradable de recorrer por sus vistas, pero cuyo desnivel (85 metros) convierte la ida y, sobre todo, la vuelta, en algo más que un paseo.
San Felices de los Gallegos
Aunque en general los pueblos de Arribes no son especialmente glamurosos, San Felices merece una visita. A pesar de contar en la actualidad con menos de 400 habitantes censados, la villa vivió varios momentos de esplendor a lo largo de la Edad Media, entre ellos cuando se erigió su castillo (en tiempos en los que la villa era posesión de la corona de Portugal). San Felices, de hecho, ha cambiado de manos en varias ocasiones, y hasta 1852 estuvo bajo el control del Ducado de Alba, que exigía a sus habitantes el pago del noveno; es decir: de la novena parte de lo que se produjera en sus tierras. Tras la liberación de este asfixiante tributo, los habitantes de San Felices celebran cada año, en mayo, con la excepción pandémica de 2020 y 2021, la fiesta del Noveno (declarada de Interés Turístico Regional), en la que se realizan festejos taurinos en la plaza mayor, delimitada por carros de labranza, trillos y tablones.
Por cierto, protección civil corta la carretera de acceso al pueblo durante estos días, pero puedes llegar sin problemas a la parte alta (a la altura del castillo) a través de los caminos que rodean la villa, especialmente si viajas, como nosotros, en un SUV como el Suzuki S-Cross.
Peña la Vela y puente Resbala sobre el río Huebra
Y ya que estamos en la zona, nos acercamos por recomendación de uno de sus habitantes al mirador de la peña la Vela, encuadrado en la conocida como Ruta de los Contrabandistas. Nuevamente tendremos que recorrer una pista en bastante buen estado, de unos cuatro kilómetros (y otros tantos de vuelta), y allí encontraremos otra casa de carabineros en ruinas y una vista panorámica desde lo alto del cañón del Duero en el que nos llama la atención el laborioso trabajo de edificación de bancales y terrazas para el cultivo de vides, naranjos y limoneros de la orilla portuguesa frente al más asalvajado paisaje de la española, en esta zona.
Desde el mirador veremos también el puente sobre el río Huebra, que será nuestro próximo punto de paso. Ah, y antes de llegar, encontraremos un verraco vetón en la población de Hinojosa de Duero, uno de los escasos vestigios de los pueblos prerromanos que poblaron estas tierras.
De vuelta a Fermoselle
La verdad es que podríamos proseguir días y días en busca de más y más miradores sobre el Duero, cruzar a la parte portuguesa y realizar un recorrido similar, explorar la ruta del vino de Arribes y visitar las presas y ríos que completan están cuenca hidrográfica, pero entendemos que para un par de días (o tres), ya hemos puesto bastantes “deberes” y que esta selección de hitos sirve para hacerse una buena idea de las peculiaridades de esta zona, de una zona en la que es muy recomendable adentrarse con un SUV y, especialmente, con uno dotado de tracción total, como el Suzuki S-Cross AllGrip, que es la única forma de alcanzar con garantías estas localizaciones de ensueño.
Este es, en líneas generales, el itinerario que hemos seguido para llegar a los puntos reseñados en esta ruta partiendo desde Fermoselle (Zamora). Ten en cuenta que faltan algunos de los hitos, ya que Google Maps permite configurar rutas con un máximo de 10 hitos. Puedes acceder a la ruta en Google Maps haciendo clic en este enlace o en la imagen del mapa, lo que te permitirá cargarla en el navegador del vehículo si utilizas Android Auto o Google CarPlay. Algunos tramos discurren por caminos y puede que algunas indicaciones no sean correctas o contravengan prohibiciones de circulación. Independientemente de las indicaciones que puedan mostrar tanto este mapa como el enlace facilitado, respeta siempre las leyes en general y las normas de circulación en particular y, sobre todo, ¡disfruta la ruta!