Así se personaliza un casco

Álvaro Sauras
Álvaro Sauras

Personalizar un casco con un diseño concebido en exclusiva y al gusto del cliente requiere una delicada combinación de talento artístico, habilidad técnica y paciencia exquisita.

El casco es un elemento muy susceptible de ser personalizado. Es el último dispositivo de seguridad que te pones antes de subir al coche, y el primero que te quitas. También es el más visible –sobre todo, si ruedas en modelos descapotables o en un monoplaza abierto–. Dispone de una superficie que parece concebida para recibir pintura. Y, en un paddock lleno de pilotos con monos de aramida repletos de parches y viseras oscuras, se convierte en tu segunda cara. Por eso, es lógico que tanto pilotos profesionales como amateur se preocupen de que su casco sea exclusivo y esté decorado a su gusto.

Melchor Durán tiene su taller en Sevilla, y se dedica precisamente a eso: la creación de obras de arte únicas sobre cascos –y otros elementos, como cuadros de motos y bicicletas–, y entre sus clientes se encuentran el holandés Michael Vergers –piloto de las 24H Series– o el español Álvaro Fontes –que participa, entre otras muchas, en las 24 Horas de Le Mans–.

Melchor Durán en su taller.

Se trata de un proceso totalmente artesanal y a medida, y con un coste de entre 600 y 1.800 euros; un importe razonable si tenemos en cuenta que producir una de estas obras de arte supone entre una y tres semanas de dedicación exclusiva.

A la hora de hablar de la personalización, conviene distinguir entre la faceta artística y la técnica. Obviamente, lo primero que necesitas para triunfar en este mundo es un talento innato para la ilustración y una habilidad para traducir las peticiones más o menos etéreas de los clientes en un diseño concreto que les agrade. Aunque siempre existe la tentación de decantarse por decoraciones extremadamente sofisticadas, Melchor destaca la importancia de conservar niveles razonables de sencillez, que doten al casco de personalidad y carácter, haciéndolo reconocible de un vistazo.

En esta primera fase de definición del concepto –que puede alargarse fácilmente una semana– se elaboran bocetos en 2D, que se proyectan digitalmente sobre el casco para ofrecerle al cliente una recreación digital realista del producto terminado. Una vez recibido el OK del cliente, puede darse por completada la fase creativa. Entonces, comienza el proceso más duro, interesante y apasionante –al menos, desde nuestro punto de vista–, que consiste en trasladar esa idea a la cruda y esférica superficie de un casco.

Para comprender lo concienzuda que tiene que ser esta fase, conviene comenzar explicándote que pintar una pieza cualquiera de una carrocería, empezando desde el componente en bruto –también llamado ‘en caraforesis’– y pasando por la preparación superficial, la aplicación de pinturas de fondo, de acabado y barnices de protección, junto con los sucesivos lijados, repintados y secados… es un trabajo de chinos que acaba brindando una terminación con una tonalidad tan idéntica que la pieza nueva es totalmente indistinguible del resto de la carrocería.

Del perfilado al casco terminado

Melchor Duran - perfilado de un casco

El proceso para pintar un casco se basa en los pasos básicos anteriores –de hecho, las primeras experiencias de Melchor fueron empleando utensilios y cabinas de pintura de un taller convencional para crear un casco para la campeona de España de Motocross Gabriela Seisdedos–, pero repetidos hasta la saciedad mediante la aplicación de los cuatro pilares esenciales de la ilustración aerográfica: el mateado, el ploteado, el enmascarado y el perfilado.

El mateado puede parecer el más sencillo de todos… pero es también el más fundamental. Consiste en pulir toda la superficie del casco, generalmente con un papel de lija al agua de grano 800. La operación se denomina así porque cambia totalmente el aspecto del casco –lo deja mate–, abriendo los poros de la capa de laca para incrementar su superficie y rugosidad, garantizando la adherencia de la pintura. Basta dejar un milímetro de casco sin lijar para que la siguiente capa de pintura no agarre en esa zona… y el efecto se extienda hasta afectar a un área de varios centímetros cuadrados. Tras cada capa de pintura se aplica una capa de laca de protección, y cada capa de laca requiere de un mateado para seguir trabajando… de manera que un casco puede acabar siendo mateado cientos de veces.

El motivo por el que se requieren tantas capas de pintura es que, al igual que un cuadro, el diseño final del casco es el resultado de una superposición ingeniosa –casi mágica– de sucesivas máscaras y perfilados. Una máscara puede estar compuesta, por ejemplo, por un film protector de vinilo, recortado mediante un plotter, y que se adhiere a una superficie para proteger ciertas zonas de la pintura. Por su parte, el perfilado emplea cintas especiales, de diferentes anchuras, para delimitar con precisión una zona que no debe ser pintada.

El diseño final se obtiene superponiendo sucesivas capas creadas mediante enmascarado y perfilado, utilizando el instinto para pensar siempre ‘al revés’ –ya que una máscara protege el área que no se va a pintar–. Por supuesto, todo esto hay que combinarlo con un cuidado extremo con las proporciones y la simetría, utilizando continuamente compás y cinta métrica. Tras cada enmascarado, se procede a la aplicación de pintura, con pistola para cubrir totalmente… o mediante aerógrafos de maquetismo para realizar los degradados y matices.

Melchor Durán - Enmascarado

El resultado final se recubre y protege con hasta 25 capas de barniz transparente, creando una barrera frente a los arañazos e, incluso, a los impactos de la pequeña gravilla y los desechos de neumático que acaban golpeando el casco del piloto durante cada competición.

Así se hace, paso a paso

El proceso parte de un casco proporcionado por el propio cliente. El primer paso es desmontar tantos componentes como sea posible, hasta quedarse prácticamente sólo con la carcasa exterior. Esta puede estar fabricada en polímero reforzado con fibras de vidrio o carbono. Eso no supone una diferencia sustancial, porque vamos a comenzar a trabajar sobre el barniz exterior, sin llegar al material base.

Melchor Durán - Casco virgen

Se comienza a trasladar el diseño al casco, utilizando como puntos de referencia, por ejemplo, los orificios que sirven de bisagra a la visera, que suelen estar realizados con una precisión dimensional muy buena. Las herramientas para conseguir esto suelen ser bastante artesanales, pero efectivas: la mesa giratoria, el compás para medir distancias entre puntos y respecto del plano de simetría, cinta métrica, etc.

Las cintas de perfilado y las máscaras de vinilo cortadas mediante plotter son herramientas fundamentales para trasladar cada elemento del diseño a la superficie del casco. El vinilo se emplea, sobre todo, para nombres, logotipos y formas geométricas con bordes definidos.

Melchor Durán - Traslado del diseño con compás

Trabajar con pinturas hidrosolubles, similares a las empleadas en automoción, es la opción más ecológica y confortable, puesto que emplean agua como disolvente y para la limpieza. No obstante, los tiempos de secado son más largos que trabajando con disolventes orgánicos.

Melchor Durán - Pintura hidrosoluble y pistolas

Los equipos de protección personal son fundamentales para evitar inhalar gotas pulverizadas de pintura, así como compuestos orgánicos volátiles o partículas generadas durante los numerosos lijados que requieren los cascos.

Melchor Durán - EPIs

La durabilidad, resistencia y acabado brillante es el resultado de las numerosas capas de barniz transparente protector que recibe el casco al final… así como de todas las capas intermedias que se aplican durante las fases del pintado.

Melchor Durán - Cascos - Resultado final

Si quieres contactar con Melchor Durán en MDEsings, puedes hacerlo en el teléfono +34 611 669 707, por email en [email protected] o en su web, MDEsigns.es