A principios de este verano te contábamos que la Dirección General de Tráfico –DGT– había comprado, con vistas a velar por la seguridad de los usuarios de las carreteras españolas en sus desplazamientos vacacionales de verano, 60 nuevos radares ligeros medidores de velocidad.
Éstos, que costaron la friolera de un millón de euros, cuentan con la ventaja de que se sustentan sobre un trípode y se sustentan fácilmente, por lo que los agentes podrían llevarlos en las motocicletas y realizar varios controles en distintas ubicaciones en un solo turno. Sin embargo, todavía no se ha puesto en marcha ninguno de estos cinemómetros.
Por tanto, la adquisición de las máquinas no ha servido para controlar la operación salida de julio ni la de agosto; que era lo que estaba previsto -para complementar la vigilancia de los radares fijos y de los helicópteros Pegasus-. En cualquier caso, se desconoce la razón por la que aún no han empezado a funcionar, por lo que lo lógico sería que estuvieran activos en los próximos desplazamientos masivos vacacionales.