Ari Vatanen: The Climb Dancer

Rally de Argentina de 1985, el campeón del mundo de 1981, Ari Vatanen, sufre un brutal accidente que le aleja de la competición durante año y medio. Tras recuperarse, gana cuatro veces el París-Dakar... y vive su momento más memorable: los 10:47 minutos que invirtió en llevar su Peugeot 405 T16 hasta la cima del monte Pikes Peak.


El 30 de junio de 2013, se disputó la 91ª edición de la subida a Pikes Peak en Colorado –EE.UU.–. En la categoría Unlimited –la más espectacular–, Sebastien Loeb se alzó con la victoria pulverizando todos los récords –rebajó en minuto y medio el establecido, el año anterior, por Rhys Millen al volante de un Hyundai Génesis Coupé… aunque éste lo consiguió rodando con lluvia intensa, mientras que Loeb lo hizo en seco– pilotando una especie de híbrido entre un Peugeot 208, un prototipo de Le Mans y un F1… que anunciaba 875 CV para propulsar unos escasos 875 kilos de peso.

Y en menos de 11 minutos, Ari Vatanen y Pikes Peak se convirtieron en inseparables…

Sin embargo, el vídeo oficial que muestra la hazaña de Loeb –busca, en Youtube, ‘Loeb’ y ‘Pikes Peak’– sirve para confirmar lo que ya sabíamos: con tantos kilómetros de pista asfaltada –antes de 2012, la carrera discurría, en parte, por una pista de tierra–, Pikes Peak se ha convertido en una especie de ‘scalextric’. Es cierto que Loeb consigue que todo parezca muy fácil… pero recorrer ‘la ancha autopista asfaltada’ que es ahora Pikes Peak no requiere una habilidad ‘excepcional’; es más, en esta carrera podría participar cualquier piloto de F1 y hacerlo realmente bien.

Por otra parte, no está claro que esta prueba sea ahora más segura. El público sigue ‘a pie de pista’, como siempre, pero las velocidades máximas rondan los 240 km/h en las dos rectas más largas. Y al final de ambas sigue habiendo una horquilla, un guardarrail, y 1.000 metros de caída libre. Si alguien tuviera un problema… se podría despeñar con fatales consecuencias. Así las cosas, y puestos a hacer una crónica sobre Pikes Peak, hemos decidido ‘pasar’ de criticar los tiempos modernos y ‘tirar de teléfono’ para preguntarle al auténtico héroe de esta carrera, el finlandés Ari Vatanen, cómo de memorable fue la subida de 1988, en la que batió el récord de la prueba.

La huella de Pikes Peak

Existen muy pocos mortales con el palmarés de Vatanen. Este piloto finlandés compitió en el mundial de rallys desde 1974 –debutó con un Opel Ascona – hasta 2003 –su último coche fue un 206 WRC–. Y, aunque su mayor éxito en la disciplina, llegó en 1981, cuando se proclamó campeón del mundo; a Vatanen también se le recuerda por ‘domar’ uno de los coches de rally más salvajes de la historia: el Peugeot 205 T16 del Grupo B, con el que ganó cinco rallyes consecutivos entre 1984 y 1985 –no llegó a acabar la temporada de 1985 porque sufrió un gravísimo accidente en el rally de Argentina–. Por otro lado, ha ganado cuatro París-Dakar –que hubieran sido cinco si no le hubiesen robado el coche en 1988… cuando iba líder–.

Tras dejar la competición, ha sido europarlamentario –durante ocho años– y, en 2009, estuvo a punto de convertirse en presidente de la FIA –perdió unas elecciones en las que se enfrentó a su antiguo jefe en Peugeot y actual presidente del organismo, Jean Todt–.

Sin embargo, Ari Vatanen es consciente de que la gesta por la que siempre será recordado y, tal vez, el momento más importante de toda su carrera, es la prueba más corta en la que ha competido: una subida de 20 kilómetros a la cima estadounidense del monte Pikes Peak… que un francés llamado Jean Louis Mourey inmortalizó en un cortometraje titulado Climb Dance.

«Desde luego, fue un logro espectacular…» recuerda Vatanen. «No sé qué tiene este cortometraje para conmover así a la gente. Pero lo hace. No hay un solo día en el que algún desconocido me reconozca y se acerque a saludarme».

– «Disculpa, ¿eres Ari? – Sí. – Oh, el de Climb Dance, ¡¡¡el de Pikes Peak!!!, exclaman emocionados». Y todos me recuerdan el momento en el que conduzco sujetando el volante con la mano izquierda mientras uso el brazo derecho para tapar el sol. Y se despiden haciendo ese gesto con el brazo. Para mi ya es como una especie de saludo…».

La primera participación de Peugeot y Vatanen en Pikes Peak se produjo en 1987, un año antes de bátir el récord de la prueba. La marca francesa acudió con una evolución del 205 T16 del Grupo B con el que competía en el mundial de rallys… y Vatanen reaparecía, tras una durísima convalecencia, después del accidente que padeció en 1985 –el piloto sufrió varias fracturas y una fuerte depresión–. «Todo me resultó muy intenso desde un punto de vista emocional», recuerda. «Durante la clasificación, habíamos sido más lentos que Walter Röhrl, que corría al volante de un Audi Quattro y parecía inalcanzable. Entonces, me dije a mí mismo… tal vez ya no valgo para pilotar. Quizá mi cerebro haya perdido parte de sus habilidades. Sin embargo, la noche previa a la carrera, el equipo trabajó en una solución que cambió todo: incorporar un segundo alerón trasero al coche.

Al día siguiente, tomé la salida, superé las dos primeras curvas… y me di cuenta de que el coche se había transformado y que mi nivel de conducción había evolucionado. Desarrollé un plus de confianza que me hizo ser más veloz. Y de repente, observé que rodaba entre cuatro o cinco segundos más rápido que Walter. Al mirar los tiempos de la clasificación, me puse a llorar porque comprendí que mis capacidades, como ser humano y piloto, seguían intactas. Eso se lo debo a Pikes Peak».

Finalmente, y aunque Ari fue el más rápido durante la clasificación, el Peugeot 205 no estuvo a su altura: el rabioso soplado del turbo rajó uno de los conductos de admisión del motor… y Walter Röhrl y su Audi Sport Quattro se alzaron con la victoria.

Segundas partes nunca fueron buenas, ¿o sí?

Al año siguiente –1988–, Peugeot regresó a Pikes Peak con un coche nuevo. Mecánicamente estaba basado en el 205 T16, del que tomaba el motor y la tracción total, aunque su motor 2.0 turbo se había potenciado de 450 CV hasta los ¡660 CV! Por su parte, su bastidor tubular incorporaba dirección a las cuatro ruedas y una batalla alargada. Y sobre este chasis, Peugeot colocó el ‘disfraz’ del Peugeot 405 que se ve en el corto Climb Dance.»¡Era un coche asombroso! Aunque conducirlo también representaba un auténtico desafío», recuerda Ari. «Sólo pesaba 890 kg, de forma que aceleraba de 0 a 200 km/h en menos de diez segundos. Si escuchas atentamente la película, oirás cuánto patinaban las ruedas. De hecho, en ocasiones debía conducirlo con el embrague a medio pisar en una marcha más alta de lo debido, porque reducir significaba que las ruedas derrapaban sin parar».

Aquella edición de 1988 fue un tanto accidentada, e incluso hubo que interrumpir la carrera brevemente por una granizada. Pero Vatanen y el 405 T16 marcaron el récord absoluto de la prueba. Y viéndolo en retrospectiva, el piloto finlandés reconoce que hizo una carrera casi perfecta. «Tuvo que serlo por fuerza. En aquel momento, no las tenía todas conmigo, porque competía contra Juha Kankkunen. Y Kankkunen, cuando tenía un buen día, era imbatible. A la altura del kilómetro 10, a mitad de carrera, Juha me sacaba un par de centésimas. Pero a partir del décimo kilómetro, el recorrido cambiaba de repente. En ese punto, la montaña se transformaba en un desierto sin árboles, en medio de la nada, y la carretera era una pista embarrada de apenas dos metros de ancho. Y ahí fue donde le derroté… por unos cuatro segundos. En ese trecho embarrado y repleto de precipicios, es donde saqué ventaja. Me puse muy, pero que muy contento cuando vi mi tiempo».

¿Y qué me dices de los barrancos?, ¿hacen que uno vaya más despacio? La respuesta de Vatanen es taxativa: «Por supuesto que no. En absoluto. Tienes que tener fe. No puedes ser rápido si no la tienes. Si tienes cualquier clase de duda o temor, si no estas seguro de qué va a hacer el coche, entonces olvídalo. Es mejor que ni lo intentes. El coche tiene que ir como tiene que ir. Y cuando funciona, te olvidas de los precipicios y de tus propios miedos».

«Conducir aquel coche era un auténtico placer. Imagino que alguien que toca el violín y consigue una interpretación perfecta puede experimentar sensaciones similares. Fue como haber estado pilotando aviones comerciales y mudarse a la cabina de un avión de combate. Aquel Peugeot 405 T16 era mi avión de combate. Por supuesto, desde un punto de vista racional, eres consciente de que hay riesgos. A veces piensas que Colorado Springs –la ciudad más cercana–, está a 25 kilómetros por carretera… pero, a sólo tres si frenas demasiado tarde antes de una de las horquillas».

Sin embargo, aquel Pikes Peak de 1988 no estuvo exento de algún que otro susto: el peor no se produjo durante la carrera, sino durante uno de los entrenamientos. «Me tocaba realizar una pasada de reconocimiento junto a mi ingeniero de carrera. Conduje hasta la carretera y subí unos metros hasta la línea de salida. Eran las siete de la mañana y, salvo los implicados en la carrera, no había ni un alma. Pero lo que ignorábamos era que, unos minutos antes, un enorme camión cisterna había comenzado a subir para rellenar los depósitos de agua del restaurante que había en la cima», explica Ari. «Suena increíble, pero el comisario que lo dejó pasar se olvidó de él y otro de los comisarios nos dio la salida. Alcanzamos al camión en apenas un kilómetro, en una curva a izquierdas y con buena visibilidad. Si llega a sacarnos más ventaja, le habríamos alcanzado en alguna curva mucho más cerrada, y nos habríamos empotrado contra el a toda velocidad contra él».

Al año siguiente, en 1989, Vatanen regresaría a Pikes Peak, pero la suerte no le acompañó. «Entonces, la pista estaba seca, me encontraba a tres kilómetros de la cima y estaba mejorando mi tiempo del año anterior en casi 15 segundos. Por desgracia, me abrí un poquito más de la cuenta en una curva. No fue hacia el precipicio, sino hacia una cuneta llena de rocas… rocé una y pinché una rueda. Cometí un error, y me arrepiento de ello. Pequé de ‘avaricioso’. Creo que podría haber mejorado el tiempo de 1988 en unos 20 segundos o así… Desde entonces, no he vuelto a pisar Pikes Peak».

En cuanto a la visión de Ari sobre el actual trazado asfaltado, Vatanen no está muy de acuerdo. «Han cambiado la naturaleza de la competición. Para nosotros, era como una etapa especial de un rallye. Tal como está en la actualidad, es como pilotar en un circuito. Las velocidades se han multiplicado. En realidad, el riesgo es ahora mayor que nunca. Mi consejo para Loeb fue que se divirtiera… pero que no se la jugase».

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