Existe un chiste habitual entre la comunidad de usuarios de vehículos eléctricos que dice que un eléctrico tarda en cargarse unos 10 segundos, que es el tiempo que tardas en enchufarlo y dejarle cargando. Después, a las horas o el día siguiente, el milagro ha vuelto a ocurrir: la batería se ha llenado y has vuelto a ganar unos 400 km de autonomía por un precio que ronda los 4 euros. Esa es la clave de la libertad que puede brindar un eléctrico y que es (y será siempre) inalcanzable para los coches convencionales.
Esta libertad no está exenta de matices. El más obvio es que, actualmente, necesitas un lugar en el que poder cargar el coche, ya sea garaje comunitario o en una vivienda unifamiliar. Las estadísticas dicen que este requisito dificulta el acceso a la movilidad eléctrica a casi el 70% de los ciudadanos. Es un inconveniente que puede eliminarse de dos maneras.
A largo plazo, exigiendo que las instituciones tomen en consideración los intereses de los ciudadanos y desplieguen redes públicas de carga lenta; por ejemplo, montando un enchufe en cada farola. Y a corto plazo, siendo conscientes de que, para aquellos que recorran 100 km o más al día, el ahorro en coste de combustible que brinda un eléctrico compensa con creces el precio de alquilar una plaza de garaje y montar un punto de carga.
El punto de carga
Un punto de carga es un dispositivo que permite cargar un coche eléctrico o híbrido enchufable con seguridad. Formalmente, no es imprescindible contar con uno, porque es posible utilizar una toma doméstica (el enchufe que todos conocemos, técnicamente conocido como schuko) y un tipo de cable conocido como “de emergencia”.
El problema de esta solución, al margen de que asume un buen estado y ejecución de nuestra instalación eléctrica, es que es un sistema lento. Un schuko no debería de dar más de 10 amperios de manera sostenida, cifra que se traduce en 2.300 vatios de potencia. Una batería normal (de 65 kWh) tardaría en cargarse por completo más de un día entero. No obstante, puede ser una solución aceptable (aunque no recomendada por Autofácil) para los híbridos enchufables.
Frente a un enchufe de pared, un punto de carga cuenta con un cableado exclusivo, además de protecciones contra exceso de potencia, derivaciones a tierra y sobretensiones tanto puntuales como permanentes. Cuenta además (o debería contar, según normativa) con un sistema de rearme automático que evite tener que bajar al garaje para reactivar el suministro eléctrico si el contador digital corta la corriente por exceso de potencia.
Además de seguridad eléctrica y protección al vehículo eléctrico, los puntos de carga pueden brindar funciones adicionales inteligentes muy interesantes. La más interesante de todas es la denominada “carga dinámica”, que consiste en la adaptación de la potencia de carga del coche para no sobrepasar el máximo de potencia contratada para la vivienda.
Esta función recibe una medida de la potencia demandada por la vivienda, y adapta la potencia del coche para mantenerse dentro del máximo contratado. De esta forma se evita ampliar la potencia contratada y, en consecuencia, el coste del denominado como “término de potencia” en nuestra factura eléctrica.
Más allá de la carga dinámica, los puntos más modernos permiten ajustar el horario de carga (para aprovechar las tarifas más ventajosas), monitorizar la carga a distancia y activarla mediante el móvil, una tarjeta RFID o meramente detectando la presencia del vehículo.
En general, un punto de carga y su instalación suelen costar entre 1.200 y 1.600 euros, siendo la variable más importante la cantidad de metros de cable necesarios para llegar desde el contador o el cuadro eléctrico de la vivienda y hasta la plaza de aparcamiento. No obstante, ten en cuenta que, actualmente, está subvencionado hasta el 80% de esa cantidad… y que muchas marcas de coches se ofrecerán a regalarte el punto de carga, a financiar parte de la instalación o, al menos, a gestionarla. Ten también en cuenta que legalmente estás autorizado a montar un punto de carga en cualquier garaje comunitario con el mero requisito de comunicarlo a la comunidad de vecinos.
La carga en destino: clave para garantizar la movilidad eléctrica
Para un eléctrico, y desde el punto de vista de la practicidad de uso, mantenerse cargado es fundamental. Y para que eso sea posible, se necesita carga tanto en destino como de oportunidad.
Cargar en destino significa que al final de cada viaje (ya sea un aparcamiento, un restaurante o un hotel) haya un cargador. Eso elimina el requisito de acumular carga en el coche tanto para ir como para regresar… y representa una revolución en cuanto a la usabilidad del vehículo.
Esta carga no tiene por qué ser especialmente rápida (ni requerir una enorme infraestructura), y por supuesto debe de ser casi tan barata como la doméstica: alcanzar los 7,2 kW que ofrece el cargador embarcado de cualquier eléctrico bastan para, durante una gestión o comida, reponer la energía que se ha consumido en llegar al sitio. Con el tiempo, cualquier hospedaje o negocio de hostelería acabará comprendiendo que la carga en destino es una cortesía imprescindible para atraer a clientes.
La carga de oportunidad: la salvación de los ‘sin punto’
El concepto de carga de oportunidad es un concepto parecido, aunque sutilmente diferente. Denominamos así a esa carga que se realiza mientras realizamos una gestión corta (como unas compras) y que proporciona un servicio útil y digno de una contraprestación económica superior a la carga de destino.
Por ejemplo, un centro comercial puede montar pequeños cargadores en corriente continua de 30 kW de potencia, capaces de cargar hasta el 100% a casi cualquier coche que pase por allí si es que no se encuentra en pleno viaje y llega con un estado de carga muy bajo.
La carga de oportunidad es un negocio que puede resultar rentable tanto para el establecimiento como para el usuario, especialmente si se ha aventurado en la movilidad eléctrica si contar con un punto de carga propio.
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