Recuerdo que a mi padre le encantaba este coche. No era para menos porque estéticamente el Subaru SVX era fascinante y rompedor. No había cosa igual. Menos mal que nunca se lo pudo comprar, puesto que aparte de ser tan bonito como caro, este Subaru tuvo algunos problemillas.
Hoy ya considerado clásico, se trataba de un coupé de 4,62 metros de largo, 1,77 metros de ancho y 1,31 metros de alto que se presentó en el Salón de Tokio de 1989 como concept car. Salió a la venta en el año 1991 y casi ni se tocó aquel prototipo.

Conservaba su principal seña de identidad, un acristalamiento muy peculiar que era algo así como una extensión del techo y que limitaba la apertura de las ventanillas a la mitad inferior.
Si encima pagabas el opcional del techo pintado en negro, parecía que el coche disponía de una cúpula de cristal. Y estas particulares ventanillas, por cierto, permitían circular con ellas abajo sin turbulencias y sin que entrara agua en caso de lluvia.

Esto fue así porque aquella Subaru se obsesionó con la aerodinámica del vehículo, y esto iba en esa dirección, como también los bajos carenados o soluciones como que los brazos de los limpiaparabrisas se escondieran cuando no estaban en uso. La carrocería, diseñada por el italiano Giorgetto Giugiaro, ofrecía un coeficiente aerodinámico de sólo 0,29 Cx.
Por cierto, el Subaru SVX se llamó así en nuestro mercado, como también en algunos otros. Su denominación original es Subaru Alcyone, que es una de las estrellas de la constelación Pléyades representada en el logo de la marca. Pero pronúncialo. En determinados idiomas, como el nuestro, no encaja bien.

No era un deportivo, sino un gran turismo. Un coupé con el que viajar a alta velocidad con absoluto confort, que era su principal característica dinámica. De algún modo, este Subaru SVX fue el germen de la actual Subaru porque tras él vino la cara más deportiva de la marca, a la cual sucedió la actual, centrada en la seguridad y en el confort.
Además, por dentro disponía de cuatro plazas, siendo las traseras muy decentes, y de unas calidades muy altas, algo apreciable tanto en plásticos como en el cuero y en la Alcantara de los tapizados.

Dispuso de un motor maravilloso, un 3.3 de seis cilindros horizontales y admisión variable que desarrollaba 230 CV de potencia. Era todo suavidad y buenas maneras, si bien prestacionalmente se vio lastrado por los larguísimos desarrollos de la caja de cambio a la que se acoplaba.
Esa caja de cambio, fabricada por Aisin y de convertidor de par con cuatro velocidades, fue el talón de Aquiles del Subaru SVX y el centro neurálgico de esos problemillas de los que antes hablábamos. Fue una de las primeras transmisiones, además, en incorporar gestión electrónica.
Resulta que presentaba importantes problemas de control de temperatura, algo acrecentado por la minúscula toma de aire del frontal de la carrocería que, encima, quedaba parcialmente tapada por la matrícula. Al calentarse en exceso el líquido hidráulico, provocaba un desgaste prematuro de sus piezas.

El problema fue parcialmente solucionado en 1995 (recalco lo de parcialmente), de modo que son esas unidades las más recomendables desde el punto de vista de la fiabilidad. El modelo fue comercializado entre 1991 y 1997 y, aunque en España nunca encontró un buen mercado, a nivel global se vendieron más de 24.000 unidades, sobre todo en EE.UU. y Japón.
Por supuesto, la tracción era total. El Subaru SVX contó con distintas opciones en este sentido (hasta una versión de tracción delantera), pero la configuración que llegó a España, y a la mayoría de Europa, fue únicamente la que empleaba el sistema de tracción total con diferencial central viscoso.

Si quieres uno, tienes dos obstáculos. Uno es que en España apenas hay unidades. El otro es que las pocas que hay cuestan unos 7.000 euros, cuantía muy difícil de recuperar si algún día lo quieres vender. No porque el coche no los valga, sino porque es complicado encontrarle comprador.
Pero bueno, el Subaru SVX es un trocito de historia de la marca y un coche al que personalmente tengo cierto cariño. Nunca conduje uno y me extraña que eso cambie en algún momento, pero siempre será un vehículo sobre el que mostraré interés.
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