Cómo es posible que alguien, que no tenía la menor intención de dedicarse a la fabricación o diseño de coches, fuera capaz de ganar, en 2012, más de un millón de dólares gracias a la industria del automóvil? Muchos dirán que es el resultado de haber estado en el lugar correcto en el momento indicado y lo cierto es que? no irán desencaminados.
J.B. STRAUBEL
Nació… en Wisconsin, Estados Unidos, el 20 de diciembre de 1975.
Vive en… en Menlo Park, California –EE.UU.–.
Ha estudiado Ingeniería técnica y científica en la Universidad de Standford, donde también tiene un máster.
En su tiempo libre€ Le gusta investigar sobre su trabajo. En el último año se ha dedicado a mejorar el sistema de calefacción de su casa haciéndolo más sostenible gracias a los árboles muertos que hay alrededor de su domicilio. También le gusta salir a volar, pues es un experimentado piloto con licencia para volar naves con y sin motor. Es aficionado a leer biografías de gente interesante, principalmente de científicos e ingenieros.
La música que escucha en el coche es€ Ninguna. «Puedo conducir durante ocho horas seguidas sin ruido. El silencio es impresionante».
Sobre todo si tenemos en cuenta que, en 2003, un joven Jeffrey Brian Straubel logró convencer a un tal Elon Musk –que entre sus logros está el de fundar la empresa de transporte aeroespacial SpaceX y, sobre todo, PayPal– para que invirtiera la ´irrisoria´ cifra de 4 millones dólares en la creación de una nueva empresa. Más de una década después, ese proyecto no sólo ha conseguido hacerse un hueco en la cerrada industria automovilística, sino que es una de las más rentables del mundo€ Por si aún no lo has adivinado, nos referimos a Tesla Motors.
Sin embargo, lo cierto es que la vida de J.B. Straubel –Wisconsin, 1975–, más allá de la creación de Tesla, ha estado ligada al estudio y desarrollo de baterías eléctricas. Una afición que comenzó con 14 años cuando, en plena adolescencia creativa, descubrió un carrito de golf en un depósito de chatarra cerca de su casa y, tras mucho meditarlo, decidió llevárselo para restaurarlo. Pasó dos días sin dormir, pero finalmente consiguió que funcionara.
En ese momento, aunque suene a tópico, se encendió la chispa y Straubel empezó a mostrar más interés por el mundo de las baterías y sus componentes. «Unas veces escribía a los fabricantes para que le dieran información, otras recorría 80 km en bici para conseguir datos y, a veces llegaba cargado con neumáticos y motores eléctricos», recuerda su madre Carol.
Un amor electrizante
No obstante, aunque la propia señora Straubel asegure que su hijo fue siempre «un entusiasta de todo lo que tuviera ruedas», él mismo se encarga de matizar; «mi verdadera devoción son las baterías, las amo por encima de todo, incluso de los coches», como dejaba claro el pasado mes de mayo en el simposio anual de almacenamiento de energía celebrado en Silicon Valley, California –EE.UU.–.
Por ello, cuatro años después de restaurar el carrito de golf, decidió coger las maletas y cambiar el frío de Wisconsin por la calidez de la Costa Oeste, matriculándose en la Escuela de Ingeniería Técnica y Científica de la Universidad de Standford –San Francisco–. «Fue una suerte porque me permitió seguir con mi pasión, aunque ahora, echando la vista atrás, es inquietante ver cómo he podido dedicarme a lo que realmente me apasiona».
Una pasión que se hizo realidad al entrar en firmas especializadas en motores –Rosen Motors y Pentadyne– como ingeniero de propulsión, desarrollando un nuevo motor híbrido basado en una microturbina Capstone y un volante de inercia de alta velocidad. Allí se hizo amigo con Harold Rosen que le llevó a fundar la empresa aeroespacial Volacom, donde diseñó un avión de propulsión híbrida cuya patente fue adquirida por Boeing meses más tarde.
En cambio, Straubel seguía con una idea en la cabeza: electrificar la industria del motor; «no hacía más que hablar de la oportunidad de desarrollar un vehículo eléctrico. En cada reunión insistía en que la oportunidad estaba a la vuelta de la esquina, más aún con las baterías con las que contábamos por aquel entonces y con las que se podrían romper barreras inexpugnables hasta ese momento. Sentía la necesidad de plasmar mis ideas en un vehículo y de paso€ cerrar algunas bocas».
¿Y si nos adelantáramos unos cuantos años…?
Dicho y hecho. El primer paso, a nivel privado, modificando un Porsche 944 y transformándolo en un vehículo eléctrico –aún lo conserva–. Y el segundo, a nivel público, participando con varios alumnos de la universidad de Standford en la American Solar Challenge –carrera bienal de vehículos alternativos–, con una especie de nave espacial alimentada por electricidad y energía solar que logró alcanzar los 120 km/h con la misma energía que necesita un secador de pelo. El coche terminó en 15º lugar lo cual, fuera de ser un fracaso, se tornó en un éxito y Jeffrey lo vio claro: «Me di cuenta de que si hubiéramos empleado unas baterías de ión-litio de mayor capacidad, podríamos haber eliminado los paneles solares del coche. Era el momento de aplicarlo al mundo real».
Así, movió sus contactos del sector aeroespacial y, finalmente, pudo reunirse con Musk. «Elon tenía una visión más amplia de lo que me imaginaba. Conectamos al instante, la emoción me desbordaba».
Así, se inició en 2008 el desarrollo y comercialización del Tesla Roadster –con más de 2.000 unidades vendidas– para, después, lanzar en 2012 el actual Model S –que pudimos probar en el número 102 de Car&Tecno–.
El siguiente proyecto es el recientemente presentado Model S P85D, un vehículo de 700 CV y 450 km de autonomía. En todos, la figura de Straubel, que ahora incluye en su currículum el cargo de Director Técnico de Tesla, ha sido determinante. «Tesla no fue fundada para fabricar coches deportivos, de esos ya hay muchos; fuimos concebidos para liderar una revolución»€ ¡Levanten armas!
En 2008, la publicación Technology Review del MIT le reconoció su trabajo con el premio TR35 a innovadores menores de 35 años. En 2012, logró ganar 1,2 millones dólares.
«Sentía la necesidad de plasmar mis conocimientos sobre las baterías en un vehículo y, de paso, cerrar algunas bocas»