Ruta autocaravana Arctic Highway – Noruega

No es necesario ponerse intensos y decir que salir con nuestra autocaravana es como buscar nuestro destino. Pero sí es cierto que la ilusión y perspectivas que ofrece salir de ruta con ella nos renueva por dentro y por fuera.


La Arctic Highway nos ofrece todo un festival de colores y sensaciones. Estamos en la Europa septentrional, y aquí las estaciones pasan de manera diferente. Para empezar, el paso del tiempo aparece bañado en silencio, ofreciendo una paleta de sensaciones ciertamente distinta (y refrescante). El Cabo Norte es el objetivo, pero la carretera es el reclamo.

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Estamos en Noruega, un territorio diferente con un particular romanticismo que hay que saber entender. Auroras boreales, puertos de pesca, pastoreo… pero de renos. Aquí en verano, el sol de medianoche nos lleva a días casi eternos. En invierno, la noche polar nos imbuye del espíritu de alguno de esos viajeros de décadas pasadas en busca de un mundo que todavía podría ser solitario, inesperado. Incluso, por qué no, inquietante.

Entre el Círculo Polar y el Cabo Norte caben muchas cosas, y esas montañas blancas y silenciosas, bañadas por un mar embravecido, sin duda tienen su encanto. Tras más de 1.500 kms, por encima del Círculo Polar Ártico las emociones se confunden. La Europa más salvaje se guarda para algunos que todavía viajan sin prisas, por la E-6. Esta carretera que tiene algo de ritual.

Todo empezó atrás en un pequeño pueblo llamado Mo-I-Rana. Cuando dices que vas a recorrer la carretera E-6, hasta la frontera con Rusia, la cajera de un pequeño supermercado te mira con una cierta sorpresa. La carretera está, perfectamente acondicionada; pero poca gente la usa como medio de transporte.

  • «El avión es más rápido y más cómodo… y por supuesto, más barato. No van conduciendo ni los estudiantes. «

La belleza del verano más salvaje de Europa y el extraño juego de luces es un valor añadido para los que buscan carreteras distintas. El mundo ártico va más allá de Papa Noel y las motos de nieve. Nuestra autocaravana es una manera de sentirnos nómadas.

El primer día siempre se recuerda. Después de unos primeros kilómetros, uno se acostumbra a esa típica neblina de la costa que muchas mañanas será compañera de viaje.

El Círculo Polar Ártico es una tierra rudimentaria y bella que se parece mucho a su propio tópico. Es la tierra del sol a medianoche, de las auroras boreales y de las interminables tundras. La luz del sol a medianoche le ofrece a la tundra, en ocasiones desolada y a veces cubierta de diminutas flores, un aspecto mágico y romántico. Una tenue bombilla en medio del fantasmal paisaje me confirma que esta es tierra de aventureros, de gente escogida que opta por el silencio y la individualidad.

Da la impresión, cuando se transita por estos paisajes tan asilvestrados, que eres tú la única persona a la que se le ha ocurrido viajar a las tierras de los Samis y los renos. A pesar de las repetidas señales de tráfico que advierten de su presencia, nunca deja de sorprender como se acercan a las cunetas y en muchas ocasiones a la mismísima playa. Su silueta aristocrática y sus andares de modelos con exceso de tacón les convierten en un símbolo para todo el país.

Un componente fundamental de este escenario son los poblados lapones. Las comunidades «samis», como se les conoce oficialmente, son la curiosidad étnica de la zona. Sus coloristas vestidos sirven como referente para los que acuden a Kautokeino para ver su parlamento y conocer mejor su estilo de vida. Su artesanía, sus cantos y reuniones son un atractivo más para los que llegan a estas tierras y no son incompatibles con toda clase de subvenciones del gobierno. El sami se siente diferente, tanto en sus rasgos físicos como en sus comportamientos, pero a nadie le molesta eso del Estado del Bienestar.

Curiosamente, al noruego le gusta mucho hablar de su pasado. De cuando la policía hacía la patrulla en barco de fiordo en fiordo, cuando cada familia se construía su propia casa con los árboles cercanos del bosque y cuando llegó la primera visita real. Por supuesto, también queda el recuerdo de algún familiar que fue prisionero de los Nazis en la segunda Guerra Mundial y trabajó en la construcción de la carretera. Era un simple camino, con túneles hechos con pico y pala y con ese extraño amor que tienen los noruegos por la precisión y la ingeniería.

Frente al idílico mundo rural de pescadores que hacen todavía la temporada del bacalao y leñadores que presumen de hacer toda su leña con hacha, se guardan las grandes ciudades del norte. Narvik es algo más que una ciudad industrial. Los ingenieros de Hurtigruten siguen diseñando algunos de los barcos más resistentes del mundo. Lo que eran embarcaciones encargadas de llevar el correo, son las que realizan ahora todo el año «el crucero más bello del mundo». Con el mismo orgullo siguen realizando el trayecto entre Bergen y el Cabo Norte todo el año. Como ahora los tiempos cambian, esos mismos barcos llevan a muchos turistas hasta las costas de la Antártida.

No podía ser de otro modo. Todo guarda alguna correlación con el gran Roald Amundsen, que parece ser que fue el primer hombre en llegar al Polo Norte. Dicen que desde niño se entrenaba para resistir el frio y convertirse en explorador ártico. Solo su nombre ya da frío y así se entiende como en Tromso, se ha creado el Polarmuseum, parada obligada para los amigos a las exploraciones. Recuerdos, mapas e instrumentos para los héroes de la carrera de la exploración ártica, como el gran Fridtjof Nansen.

En ciudades, como Alta, diseñan ya el próximo hotel de hielo para la próxima temporada, donde miles de japoneses se apuntan para una fría luna de miel. Los más sensatos se refugian en el casco viejo de Honningswag. La fotos de la vieja carretera recuperan la memoria del Proyecto Fátima, embrión de lo que luego sería el tunel de la E-69, uniendo la parte continental del país con la isla de Mageroy, para llegar hasta el Cabo Norte. Hoy son 6780 metros de un túnel que lleva al piso de arriba de la vieja Europa.

Las reviradas carreteras de montaña que unen las cucas localidades noruegas, aparentemente aisladas unas de otras pero a la vez dotadas de todos los servicios imaginables (desde cines hasta hoteles con spa y cinco estrellas, pasando por supuesto por tiendas de ropa a la última), rematan una serie de rutas de autocaravana donde el paisaje y la atmósfera nórdica toman el control del volante.

En ocasiones, solo la presencia de algún alce que se acerca a las cunetas o aburridos animales de granja y algunas casas nos indicarán la presencia de vida animal en tierra. Es el momento de dejarnos llevar por senderos definidos por la naturaleza, ya sea la montaña o el mar.

La carretera E-6, nos da pistas de otra manera de vivir. Son más de 1.500 kilómetros por encima de la conocida línea de los 66º 33′ de latitud norte, cifra que – lo adivinan – define el Círculo Polar Ártico que tanto romanticismo (aunque sea de novela criminal nórdica) ha generado.

Nuestra autocaravana no puede ir por el agua, pero los paisajes y rincones de la mítica E-6 no se le resisten. Prueben a parar en plena noche y disfrutar de las luces polares, y sabrán de lo que hablamos.

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