Ruta por los circos glaciares de Urbión (Soria)

Poesía y naturaleza siempre fueron de la mano. Pero en esta ocasión si cabe, más, al ser el paraje de la Laguna Negra el lugar donde Antonio Machado ubica la leyenda de los Hijos de Alvargonzález, de su famosa obra La Tierra de Alvargonzález.


A estas alturas, no vamos a descubrir la pasión de Machado por lo humano y por sus campos de Castilla. Es más, cualquier viajero que se precie alguna vez habrá caminado, aunque haya sido, literariamente hablando, a lomos de la poesía de Machado, por estas tierras de Dios. Y en esta ruta por el Parque Natural de la Laguna Negra no podíamos dejar pasar por alto el famoso romancero dedicado a Juan Ramón Jiménez: La tierra de Alvargonzález. En él, Machado describe, a golpe de poema, el parricidio por la herencia de las tierras, el regreso del hermano indiano y el «agua impasible que guarda en su seno las estrellas», en clara mención a la Laguna Negra. Al tiempo, este todo nos habla de lo que encontraremos en nuestro periplo: naturaleza, gentes y arquitectura de indianos en una Comarca de Pinares.
La cabecera de la Comarca de Pinares es Vinuesa, que se circunscribe como capital en un paraje natural interprovincial entre Soria y Burgos. Pero, antes de acceder a Vinuesa, otros puntos llamarán nuestra atención y nos harán descubrir una tierra que alterna los campos de labor con los apretados pinares o la dura y marcada tierra de Circos Glaciares de la Serranía de Urbión. Así, Molinos de Duero, Salduero, Covaleda e Hinojosa de la Sierra serán parte de los hitos que nos guíen en busca de no solo poesía, sino de aventura y naturaleza en estado puro: la Laguna Negra.

Nuestro punto de partida lo situaremos al pie de la carretera N-234, en la localidad de Abejar. La proximidad del Embalse de la Cuerda del Pozo convierte a Abejar en un lugar estratégico en la época estival por sus playas artificiales de agua dulce y, también, por su amplia oferta de camping entre pinares. En concreto, nuestro «kilómetro cero» lo marcamos en el Camping El Concurso, cuyas pequeñas cabañas de madera nos dieron cobijo la primera noche de esta lluviosa primavera.

Con las primeras luces del día, nos aprestamos a la marcha y, a pocos kilómetros de nuestra pernocta, descubrimos el rebosante embalse de la Cuerda del Pozo. Las lluvias y el nivel alcanzado por el agua han restado gran parte de la vistosidad de las playas artificiales que se abren en las zonas habilitadas para el baño. Pero en época estival, el soriano capitalino encuentra aquí el adecuado desahogo a los calores del verano.

Recorremos con lentitud por el excelente asfalto los primeros kilómetros de nuestra ruta, deleitándonos con el horizonte de agua y cielo para, a los pocos kilómetros, recalar en el primer punto de referencia que se abre ante nosotros: Molinos de Duero y la inmediata Salduero. Estas dos pequeñas localidades están marcadas por el curso del río Duero y sus puentes de piedra, pero también por su característica arquitectura serrana de casas de piedra. En ambas, la acogida hostelera y de restauración es muy amplia, con una profusa oferta de casas rurales. Pero quizás lo destacado es ser lugar de encuentro de los entusiastas de la micología y del placer de su cocina. En Molinos de Duero, arquitectónicamente hablando habría que destacar su iglesia parroquial de San Martín de Tour –del siglo XVI–, singular por combinar su estilo gótico con la planta de cruz griega –solo hay dos en Soria– o su ayuntamiento, antiguo postigo comarcal piadoso de 1789.

Un viejo fortín

Las riveras del aún casi torrentoso Duero serán las que nos lleven de Molinos a Salduro, y de esta pequeña población a enlazar con la comarcal CL-117, que nos llevará hasta Covaleda. Covaleda es un interesante punto de abastecimiento, con gasolinera, farmacia y supermercados, que nos darán cobertura para lo olvidado y/o empezar la aventura ya a pie de serranía con todo lo necesario. En la misma entrada de Covaleda, marcados con unos hitos, salen ya los primeros recorridos de senderismo que nos podrán llevar hasta el refugio forestal de Boca del Prado o incluso hasta la misma Laguna Negra. Los recorridos son largos, de algo más de una decena de kilómetros. Pero no hay que preocuparse; nuestro 4×4 podrá acercarse hasta el refugio de Boca del Prado y, por tanto, perfilar cuánto y hasta dónde queremos comprometernos en nuestra excursión. Para ello, tomaremos una pista que sale a escasos dos kilómetros de Covaleda que nos llevará hasta el refugio o incluso directamente hasta la laguna, cargando con las mochilas para hacer el recorrido a pie más relajado.

Si el trekking no es lo nuestro, simplemente seguiremos el rutómetro e iniciaremos un tortuoso ascenso que, según gane altura, se irá pintando de blanco, tanto que incluso nos llegue a exigir algo más que una simple tracción 4×4 –reductoras e incluso cadenas o neumáticos de invierno–, pues la nieve no es una posibilidad sino una certeza en cuanto la cota empieza a superar los 1.200 metros. La pista en algunas zonas mantiene unos desniveles aceptables en los que la reductora puede ser recomendable, aunque puede suplirse con buenas manos y neumáticos adecuados. Solo algunos giros en la umbría, con la nieve helada, harán que la reductora sea más que recomendable para una maniobra sin compromisos. En algunos momentos, la utilización de cadenas o neumáticos de invierno hará que tengamos que evitar las siempre delicadas maniobras de tomar inercias para superar acumulaciones de nieve a nuestro paso. El tránsito es lento y exige cierto nivel de atención y capacitación si hay nieve, y en nuestro caso puso al límite a nuestro Suzuki SX4 en más de una ocasión; pero su ligereza y la ventaja de poder bloquear el diferencial central a voluntad nos permitió, no sin esfuerzos, culminar nuestra aventura por la nieve.

Al cabo de algo más de una decena de kilómetros, estaremos a pie de una nueva pista, esta vez asfaltada, que nos llevará al aparcamiento de Prado Sierra. Aun con la presencia de asfalto, notaremos que los únicos vehículos que encontramos en este aparcamiento tienen tracción a las cuatro ruedas, pues las zonas de nieve en umbría no hacen apta la pista para cualquier vehículo convencional. Pero poco durará el gozo por nuestra superioridad mecánica cuando comprobemos que, sí o sí, hay que echar pie a tierra si queremos coronar y ser espectadores privilegiados de la Laguna Negra. Rápidamente, los indicadores nos llevarán a través de algo más de 1,7 kilómetros de nevada pista y caminos anegados de nieve hasta la misma Laguna Negra. Y justo al culminar, la paradoja nos bloquea: Laguna ¿Negra? Un espeso manto de nieve pura y blanca cubre la helada laguna. Ya no es negra, sino blanca inmaculada. Ya no es «agua impasible que guarda en su seno las estrellas». Pero aún sigue siendo: «enorme muro de piedra, donde los buitres anidan y el eco duerme». Corona el paisaje un circo glaciar encrespado donde el agua se precipita desde las cumbres de los Picos de Urbión, y donde la majestuosidad contrasta con el silencio solo roto del correr del agua. Es un lugar que de simplemente recordarlo pone los vellos de punta. Y, sin duda, compensa los algo más de tres kilómetros de paseo. Ponerse perezoso en este momento es absolutamente: «pecado mortal».

El sigilo nos ayudará a contemplar las aves

Pero aquí no acaba nuestro viaje. La curiosidad nos hace seguir el serpenteo de los primeros deshielos. Descendemos siguiendo cauces traviesos, a veces rompientes, a veces mansos. Y vamos caminando a la par de ellos. Pocos kilómetros más abajo encontramos el Mueso del Bosque, una impresionante arquitectura a base de acero corten, perfectamente integrada en el paisaje gracias a su natural oxidación. Si deseas ver algo más que su exterior, ten en cuenta que unos horarios acomodados a no sabemos qué buenas razones hacen harto complicado visitarlo, así que será importante llevarlos anotados y organizarnos. Desde aquí estaremos a pocos kilómetros de Vinuesa, Capital de Comarca de Pinares. Su altitud media (1.107 metros) ya nos habla de su indudable condición serrana de inviernos fríos y veranos suaves o templados.

A Vinuesa se la conoce como: La Corte de los Pinares. Está a los mismos pies de los Picos de Urbión y la Sierra Cebollera. Pero no recibe este título solo por su estratégica colocación geográfica, sino también por la arquitectura solariega, de corte indiano, de sus antiguos emigrantes, que requiebra sus calles a golpe de casas de piedra y pequeños palacios poco concurrentes si no tomamos estos orígenes indianos. Pasearla es saborear una historia que enlaza con la poesía de Machado y el valor de la casta de la vieja Castilla.

Pero no hemos querido terminar nuestro recorrido off-road por estas tierras sin aprovechar la época de lluvias que vivimos y acercarnos por carretera a un interesante punto: La Laguna de la Serna o de Hinojosa de la Sierra. Durante estos últimos años, la Confederación Hidrográfica del Duero está intentando recuperar este perdido humedal, a través de captaciones de agua, y gracias esta primavera de lluvias hemos podido contemplarlo en su máximo esplendor, como no se conocía en años. Bien merece la pena este apéndice a nuestro recorrido y terminar en un cálido atardecer asentados ante nuestros prismáticos, en el recién estrenado observatorio de aves, observando cuánto de majestuosa es la tierra que nos cobija y nos regala con sus paisajes.

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