Por ejemplo, la ruta de del aceite de Arbequina que discurre por Les Garriges nos proporciona paisajes, un profundo conocimiento de la mitología del lugar, no solo gastronómica y, sobre todo, un trampolín para disfrutar de las muchas bondades que ofrece la región.
Este viaje por el interior catalán nos muestra como toda esta comarca ha conseguido vivir de la explotación responsable de uno de los grandes frutos de la naturaleza, el olivo, y en concreto la aceituna arbequina que llevan produciendo desde los ya lejanos tiempos de nuestros amigos los romanos. Ahora es también un buen reclamo turístico, en coche, en autocaravana o en bicicleta.
Un buen lugar para conocer el producto es la población de Arbeca, que da nombre a ese tipo de aceituna, pequeña de tamaño, pero sumamente aromática. Da gusto ver como todavía los agricultores desayunan pan con aceite, jamón y tomate mientras hablan de cómo va la cosecha.

En la Cooperativa nos explican que la clave está en el nombre que acabaría recibiendo la aceituna procedente de Palestina que introdujo el señor de la localidad, el duque de Medinaceli, en el siglo XVIII, sellando así el destino de este particular mundo. En la propia localidad hay un castillo, un molino de aceite y un centro de información que profundizan en la historia y la elaboración del aceite de Arbeca.
Pero es en Les Borges Blanques donde nos damos cuenta de la importancia del este producto en la economía de la comarca. Este municipio, capital de Les Garrigues, es un absoluto devoto del oro líquido que cultiva su industria. Tiene, además, una bonita plaza de toros y un monumento al campesino que nos da a entender el esfuerzo que se dedica a la agricultura. Su bonito paseo del Terral tiene una prensa de aceite antigua y también hay varios edificios de interés en su casco histórico. Un menú degustación en Masia Les Garrigues con Jaume Bessó es un ejercicio para nuestros sentidos más gastronómicos. Esto además lo podemos complementar con la visita al antiguo molino de Cal Gineret.
A apenas unos kilómetros por la citada N-240 nos plantamos en Juneda, donde ya queda claro que el olivo define el paisaje, la gastronomía, y el modo de vida y la economía del suelo que pisamos. Otra opción después de Arbeca, es la de desviarnos hacia Espluga Calva, para visitar su espléndido castillo. Construido en el siglo XIII en medio del municipio, este castillo define toda su identidad y a la vez nos muestra otra interesante faceta cultural de la región.
En él se puede visitar el Aula Magna, el patio de Armes y la sala de la Orden de Malta. Para ver otro castillo, el de Floresta, también reconocido oficialmente por Oficina Comarcal de Turismo de les Garrigues en esta ruta arbequina, no hace falta apartarse de la N-240. Se trata de una construcción gótica y renacentista que destaca por su torre cuadrada y para el cual también se puede concertar visita.
Hay otras localidades de interés en esta ruta, como son, Alba, Fulleda o Vinaixa. Pero detengámonos también en Pobla Cérvoles, recuperando la senda de la N-240 aunque, eso sí, a algo más de 40 kilómetros. Aquí encontramos el Ecomuseo del Aceite, ubicado en un museo del siglo XIX dedicado íntegramente a transmitir toda la cultura, el conocimiento y la artesanía del aceite obtenido de la aceituna arbequina, así como la Cooperativa del Campo de San Isidro Labrador, que nos acerca todavía más a la obtención del producto según los procedimientos tradicionales, transmitidos de generación en generación.
Si optamos por Vinaixa, la oferta se multiplica. Desde una vista a la finca de Les Teixeres con una interesante cata después de la visita a la finca o una jornada de trabajo en el campo para valorar mejor el producto.
Hay otros lugares de interés en esta ruta, aunque requieren retornar al origen. En El Cogul se encuentran unas interesantísimas pinturas rupestres que la Oficina Comarcal de Turismo de les Garrigues incluye oficialmente dentro de la ruta arbequina. También llamada la Roca de los Moros, se trata de una serie de pinturas rupestres neolíticas con escenas de danza. Cerca de las pinturas están las tumbas del Saladar, un cementerio de enterramientos excavados que complementa a la perfección esta experiencia. O podemos acercarnos hasta Granadella, para conocer el Centre de la Cultura de l´Oli de Catalunya o recorrer la zona en bicicleta en rutas que pueden durar entre dos y seis horas.
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