Al igual que hizo Mini (a través de X-Raid), Toyota (a través de Hallspeed) desarrolló un Hilux 4×2 para competir en la categoría de buggys del Dakar. El vehículo, bautizado como Toyota Hilux Evo Racer, se desarrolló a lo largo de 2016 (tras la primera victoria de Peugeot en el Dakar) en previsión de la llegada de una era en la que los 4×2 iban a ser al menos tan competitivos como los 4×4, si no más.
Frente a los 1.900 kilos de peso mínimo del Hilux 4×4 T1, el Hilux Evo Racer pesaba únicamente 1.300 kilos. Además, disponía de neumáticos de 37”, mayores recorridos de suspensión y sistema de inflado remoto de los neumáticos.
Para desarrollarlo, Hallspeed creó un chasis tubular completamente nuevo, con suspensiones independientes muy similares a las del Hilux 4×4, pero con un solo amortiguador delante y dos detrás. En este nuevo desarrollo, el motor pasaba a ubicarse en posición central trasera, lo más bajo posible, si bien se seguía optando por el V8 atmosférico de cinco litros. Por su parte, la carrocería, más corta y ancha, conservaba una apariencia semejante a la del Hilux T1 y, por tanto, a la del Hilux de calle.
Completamente terminado, el vehículo se sometió a diferentes pruebas, en las que demostró ser muy rápido y contar con un enorme potencial de mejora. Pero finalmente Toyota prefirió no arriesgar y se decantó por dejar aparcado el proyecto, en parte por la incertidumbre sobre la fiabilidad del Hilux Evo y en parte por la autorización de la organización del Dakar para disputar la edición de 2017 con una brida de admisión de 38 milímetros, lo que permitía obtener en torno a 40 CV extra y mejorar, así, la competitividad del Hilux 4×4.