Con una puesta en escena digna de los actos más impresionantes en nuestros días, el Citröen BX se presentó septiembre de 1982 para desvelar un misterio que había comenzado una semana antes cuando una caja de madera suspendida del primer piso de la Torre Eiffel inició un lento descenso hacia la base del monumento y con un mensaje en el exterior: «Aquí está el nuevo Citroën».
Citröen aprovechó las vísperas del Salón del Automóvil de París para poner el punto de mira sobre su nuevo vehículo con un espectáculo que, sin duda, marcó el punto diferencial entre el resto de modelos presentados por aquel entonces.
El Citröen BX llamó la atención desde el primer momento por sus líneas rectas y muy angulosas, fruto del diseño futurista y dinámico del diseñador de Bertone Marcello Gandini, autor de varios deportivos italianos míticos de los años 70. Una colaboración y una estética que continuaron hasta los años 90, con los Citroën AX, ZX y XM como modelos destacados.
Al volante, el Citroën BX se reveló como uno de los vehículos más confortables y prestacionales de su época. Su suspensión hidroneumática garantizaba un comportamiento en carretera sin rival, mientras que su amplia gama de acabados y motores le permitieron llegar a un público diverso. En 1988 entró aún más en la leyenda con su versión GTi, equipada de un motor de 16 válvulas, capaz de desarrollar 160 CV DIN y de alcanzar una velocidad punta de 218 Km/h.
En España, el Citröen BX entró a formar parte de la historia y de la vida cotidiana de muchas personas cuando en 1988, el Cuerpo Nacional de Policía lo eligió al Citroën BX como vehículo Z, un estatus que mantuvo durante una década y que le hizo ser un elemento habitual de las calles del país desde finales de los 80 y durante todos los años 90.
El Citröen BX estuvo en el mercado durante casi una década, entre 1983 y 1992 con un total de 2.300.000 unidades matriculadas en todo el mundo, parte de ellas en el Centro de Producción de Vigo.