Jaguar F-Pace: primera prueba

Hemos conducido el Jaguar F-Pace por primera vez, el primer todocamino de Jaguar, cuyo precio base es de 45.000 euros.


El Jaguar F-Pace, en vídeo


El Jaguar F-Pace es al Jaguar F-Type lo que el Porsche Macan al Porsche 911. Chasis de aluminio y motores de hasta 380 CV son los encargados de obrar la transustanciación, un milagro que puede ser tuyo desde 45.000 euros si optas por el diésel 2.0 de 180 CV con acabado Pure, cambio manual y tracción trasera, pero que también puede costarte 100.260 euros en el caso de querer decantarte por la serie especial First Edition, con motor 3.0 V6 sobrealimentado de 380 CV, tracción total, cambio automático de ocho velocidades y un buen puñado de equipamiento extra.

A lo largo de dos intensas jornadas de conducción, hemos recorrido más de 350 kilómetros por las intrincadas carreteras de Montenegro a los mandos de diversas unidades del Jaguar F-Pace, siempre con cambio automático y tracción total, con los motores ya mencionados y con el 3.0 V6 turbodiésel de 300 CV, y también hemos comprobado que el todocamino de Jaguar es capaz de desenvolverse por caminos bastante rotos aprovechando la experiencia de su marca hermana Land Rover.

Con todo ello, hemos sacado algunas interesantes conclusiones. La primera de ellas es que se trata de un buen producto, con mucha tecnología y un desarrollo minucioso. El bastidor, construido mayormente en aluminio (un 80 %), se basa en los últimos desarrollos de Jaguar, con una suspensión delantera de dobles triángulos superpuestos y un paralelogramo trasero, siempre con muelles helicoidales de acero; no hay suspensiones neumáticas, pero sí amortiguadores de dureza variable como equipamiento opcional. La tracción total es también una adaptación del desarrollo empleado para el F-Type. Todos los motores van montados longitudinalmente detrás del eje delantero, con la caja de cambios a continuación, y un árbol de transmisión que envía el par al tren trasero. En las versiones 4WD, entre el cambio y el árbol se intercala una tránsfer que reenvía parte del par disponible al eje delantero mediante una cadena a la cual se conecta un nuevo eje que lleva parte del par a las ruedas directrices, eje que permanece desacoplado durante la mayor parte del tiempo. La electrónica que gobierna este sistema se basa en la interfaz de escenario off-road Terrain Response, de Land Rover, que aquí recibe el nombre de Intelligent Driveline Dynamic y cuenta con menos programas, si bien añade un control de avance lento, algo que no ofrece ninguno de sus rivales.

El Jaguar F-Pace es funcional a la vez que deportivo

Y, ¿cómo funciona todo esto? En pocas palabras: muy bien. Si nos extendemos un poco más, podríamos decir que el equilibrio entre funcionalidad y deportividad es sobresaliente, con una dirección precisa, un tarado de suspensión firme, frenos enérgicos, motores generosos y un sonido embriagador en el caso de las versiones de gasolina. El Jaguar F-Pace se inscribe con facilidad en los virajes más cerrados, ayudado por unos neumáticos de generosísimas dimensiones, que en las unidades probadas eran Pirelli P Zero (100 % asfálticos) en medidas 255/50-20 109W o 265/40-22 106Y, en ambos casos reforzados. Pero esa facilidad para entrar en las curvas no se traduce en una agilidad sorprendente, capítulo en el que el Porsche Macan sigue siendo la referencia, especialmente debido a que, en este Jaguar, la electrónica frena las ruedas y corta la entrega de par del motor si aceleramos más de la cuenta a la salida de las curvas, manteniendo siempre todo bajo control y frustrando cualquier intento de «redondear» los virajes, independientemente de que pulsemos el botón que desconecta el control de estabilidad y de que circulemos con el programa Dynamic. En este caso, el mapa deportivo del acelerador tampoco ayuda, ya que la mayor parte del juego se desplaza a la zona inicial del pedal, y no resulta fácil de dosificar.

Todo esto, no obstante, lo descubriremos solo con un uso muy exigente, no impide disfrutar de una conducción muy dinámica y se manifiesta fundamentalmente en las unidades más potentes. En un uso más convencional, el Jaguar F-Pace es prácticamente perfecto. Sus plazas traseras son muy habitables, su maletero es amplio, sus dimensiones exteriores no son desproporcionadas para uso urbano, sus consumos son lógicos, sus acabados están a la altura de lo que uno espera de un Jaguar, es capaz de circular fuera del asfalto (aunque aquí resulta incómodo por la dureza de sus muelles) y «tiene pinta» de ir muy bien en autopista… algo que en Montenegro no tuvimos ocasión de comprobar, ya que este país no tiene ni una sola vía rápida; de hecho, el límite de velocidad es de 80 km/h. De todos modos, después de recorrer la Serpentine Road, que separa la ciudad costera de Tivat del montañoso Parque Nacional de Lovcen a través de innumerables revueltas, no elegiríamos otro destino para probar el Jaguar F-Pace.

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