Con el endurecimiento de las normativas anticontaminación y el incremento de precios que han acarreado, el mercado de segunda mano se encuentra en pleno auge. Y es una fuente muy legítima de vehículos interesantes.
Sin embargo, también es un campo de minas… sobre todo, a medida que se acumulan en él ejemplares de coches de segunda mano que fueron tan mal cuidados (o maltratados) que volver a venderlos casi incurre en el delito de estafa porque son totalmente irrecuperables. Son coches de segunda mano con tantos daños y problemas mecánicos que no pueden rescatarse de manera rentable.
El coche del vídeo que os presentamos hoy es un buen ejemplo: un Porsche Boxster de segunda mano (se trata de un modelo con una depreciación lenta, que cotiza a un mínimo de 12.000 euros) que sufre tal estado de abandono y maltrato que no ya no se podría recuperar ni realizando una inversión muy superior a su valor potencial de mercado. ¡Pobre del incauto que acabe «adoptándolo»!
Para evitar que tu coche se degrade hasta el punto mostrado en el vídeo… o evitar caer en la trampa mortal de adquirir un coche tan degradado y difícilmente restaurable de forma que aún resulte rentable su venta, no te pierdas los consejos de estos vídeos y este artículo.
Antes de subirse, lo tiene claro «está desintegrado este coche»
Nuestro amigo comienza inspeccionando un Porsche Boxster del año 2006 que una amable señora le ha traído para su «peritaje»… y flipándolo con el brutal estado de abandono del coche, que destaca por su estado general de deterioro, pero también por el hecho de que casi todas las superficies, accesorios y acabados están deteriorados hasta el punto de desprenderse.
¡Un Porsche abandonado, qué locura!, exclama el narrador mientras constata el hecho de que el coche cuenta hasta con su propio nido de palomas o codornices, un trabajo de repintado «que yo mismo habría hecho en la calle con un spray» o el efecto de más de tres lustros bajo el sol, que ha dejado las tulipas de los faros absolutamente blanqueadas y ha vuelto quebradizos todos los plásticos.
Un Porsche que huele a desguace
La segunda parte de la revisión del Porsche Boxster es igual o más dramática que la primera. Al margen de los mandos desgastados hasta un punto increíble (o tal vez sólo cubiertos de roña) y los asientos rajados del primer vídeo, asistimos al repaso a un interior en que literalmente no funciona nada, seguido de un repaso a la mecánica en la que se salvan pocas cosas.
Display multifunción «muerto», mando del control de crucero tan agarrotado que ni se puede accionar, climatizador también muerto y mando de regulación de los retrovisores que, junto con las tapas de las guanteras o los parasoles… prácticamente se te queda en la mano si intentas manipularlo.
En cuanto a la parte mecánica, muchas malas noticias… aunque alguna sorpresa positiva. «Tenemos sólo dos centralitas sin avería» y «frenos no hay, eh» son el mejor resumen de un propulsor que arranca, gira y hasta es capaz de acercarse al corte de encendido sin descomponerse, pero que arroja una lista de fallos (caudalímetro, mariposas, distribución, catalizador…) tan larga como extraños son los ruidos que emite al ralentí… también procedentes de la bomba agarrotada de la dirección o unos frenos con unos discos de un grosor que se aproxima al de un folio.
La paradoja de todo el coche es que no parece una unidad traída del infierno y con el número de bastidor cambiado, sino el resultado de un único propietario, una utilización intensa y cotidiana y un mantenimiento muy «asimétrico», esencialmente consistente en realizar cambios de aceite y verificación de niveles… combinados con un maltrato a conciencia en todos los demás aspectos.
Hacer el mantenimiento no es sólo cambiar el aceite
La gran moraleja de estos vídeos es que el mantenimiento va mucho más allá de realizar los cambios de aceite preconizados en el manual de mantenimiento o a intervalos más o menos regulares.
Se requiere un mínimo de cuidado cotidiano para no dejar que la situación del coche se deteriore hasta el punto de que su valor de mercado decaiga a cero porque acumula tantos problemas que repararlos no tiene sentido económico. En el caso de cualquier vehículo, y especialmente en el de un Porsche, se trata de pequeñas inversiones de dinero que, a la larga, se acaban amortizando.
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