Prueba: VW Polo 1.6 TDI 90 R-Line, GTI por fuera, diesel por dentro

Consigue el mejor precio Hubo un tiempo en el que las versiones deportivas de un determinado modelo se reconocían a la legua. Ser llamativos y vistosos formaba parte de su personalidad… y de su equipamiento de serie, y esa apariencia rácing les daba un valor añadido, que se sumaba a unas mayores prestaciones, un chasis […]


Hubo un tiempo en el que las versiones deportivas de un determinado modelo se reconocían a la legua. Ser llamativos y vistosos formaba parte de su personalidad… y de su equipamiento de serie, y esa apariencia rácing les daba un valor añadido, que se sumaba a unas mayores prestaciones, un chasis bien puesto a punto… Hablamos de los años 80 y principios de los 90, donde a un Opel Kaddet GSI o un Peugeot 309 GTI ‘se les veía venir’ con su inconfudible apariencia. Y eso mismo sucedía en el segmento de los urbanos, categoría en la que un Ford Fiesta XR2 era algo más que un ‘bonito traje deportivo’… sino un deportivo de verdad. Así que ‘apariencia’ y ‘resultado práctico’ iban indisolublemente unidos…

Con el paso del tiempo, la mezcla de conceptos entre ‘ser’ y parecer’ se disoció cada vez más, de tal forma que podíamos encontrarnos con auténticos deportivos camuflados bajo una estética muy convencional -un buen ejemplo era el Peugeot 206 GTI, apenas distinguible por sus llantas de aleación pero un coche rápido y divertido de verdad- o modelos de rotunda estampa deportiva… pero algo inframotorizados. Y esta última corriente es la que estamos viviendo con fuerza en nuestros días. Y no se trata de kits de personalización ‘after-market’ que los usuarios pueden instalar una vez que ya tienen el coche… sino de ‘trajes deportivos’ que se ofrecen como una opción más en cualquier configurador.

Dentro de los urbanos, ahora es posible -por ejemplo- adquirir un Seat Ibiza con apellido FR… pero con 105 CV y motor de 1.2 litros; o también acceder a un Opel Corsa 1.4 de 100 CV y vestirlo con un kit OPC-Line… pero el caso más llamativo tal vez lo encontramos en Volkswagen y sus R-Line. La idea es que prácticamente cualquier modelo de la gama VW -Polo, Golf, Passat, Tiguan…- puede equipar en sus versiones intermedias un completo kit deportivo tanto exterior como interior, pero sin tocar la mecánica o la puesta a punto del bastidor. Y el Polo de nuestra prueba padece un poco de ese complejo de cordero con piel de lobo que comentábamos con anterioridad. Lo que aquí tenemos es un urbano diesel de 90 CV, cinco puertas, cinco marchas y un ajustadísimo consumo medio de 4,2 litros. Pero visto desde fuera, aparcado en cualquier párking, cualquiera podría pensar que es ‘el auténtico Polo GTI’. Nada más lejos de la realidad.

Lo que tiene de especial nuestra unidad es el hecho de apellidarse R-Line; y, a su vez, eso significa que estamos ante un Polo, pero con una apariencia deportiva, pero que no es un deportivo. Su ‘traje’ consta de paragolpes específicos, parrilla frontal negra con el logo ‘R’, taloneras laterales, alerón de techo, salida de escape cromada… y unas vistosas llantas de 17″ calzadas sobre unos neumáticos de 215/40, siendo ésto último el punto más conflictivo de la transformación, como veremos más adelante. Lo cierto es que no hay pegas que ponerle al diseño; si bien el Polo lleva ya casi un lustro en el mercado, aún se conserva bastante bien… y no hay que negar que la gente de VW ha hecho un buen trabajo con los accesorios estéticos, haciendo que el hierático Polo cobre para la ocasión bastante expresividad. Por cierto, que el rojo de las fotos cuesta 170 euros, que el blanco sale gratis y que aparte hay otros cuatro tonos metalizados por 370 euros.

El kit R-Line también incluye algún detalle interior, como los umbrales de las puertas metálicos, los asientos deportivos con tapicería específica, el magnífico volante achatado y los pedales metálicos. Por lo demás, el habitáculo permanece invariado respecto a otros Polo, así que tenemos una calidad de referencia, una ergonomía encombiable -por aquello de que todos los mandos están en el sitio adecuado-, una habitabilidad razonable -si por razonable entendemos correcta para cuatro adultos y justa para cinco- y un equipamiento que es equivalente al acabado Sport; eso significa que hay ordenador de a bordo, elevalunas eléctricos en todas las puertas, equipo de audio con pantalla táctil y cargador frontal de USB, sensor de lluvia y control de velocidad. Curiosamente, no hay airbags de cortina de serie, algo habitual en rivales mucho más baratos y que aquí se cobran a 530 euros. También es opcional la alarma -205 euros-, el control de aparcamiento -315 euros-o el techo solar -785 euros-.

Esta versión es el punto de equilibrio perfecto dentro de la gama; lleva el ya archiconocido motor 1.6 TDI diesel de 90 CV y un cambio manual de cinco marchas. Viendo las cifras de prestaciones, se encuentra también en la media del segmento: alcanza 180 km/h y acelera de 0 a 100 en 11,5 segundos, con un consumo que como mencionamos antes es de unos ajustados 4,2 litros. Sin embargo, la forma de moverse del VW es… curiosa; la sensación es que ahí delante bajo el capó hay un buen motor… subyugado por un cambio de desarrollos bastante largos y un pedal del acelerador con mucho recorrido y respuesta poco afilada. La conclusión es que el coche ‘anda’, y es seguro que debe estar más cerca de los 100 CV reales… pero la sensación es que hay que ‘estrujarlo’ para que dé lo mejor de sí, pisando el acelerador siempre más de la cuenta y revolucionándolo más de lo necesario si buscamos ganar velocidad deprisa y no queremos que, al subir a una marcha superior, los largos desarrollos le hagan caer mucho de vueltas, lo cual provocaría que hubiera que repetir de nuevo el proceso de hundir el pedal y estresar al propulsor. Esto, en realidad, no hace al coche más lento -estamos seguros de que las prestaciones oficiales son plenamente realistas-, pero sí menos agradable de conducir de lo que es habitual en muchos turbodiesel, donde lo habitual es que el conductor, con el mínimo esfuerzo, siempre consiga un empuje notable. Por otra parte, el 1.6 TDI se muestra refinado y bien aislado, no vibra mucho y suele rondar los cinco litros de consumo; y seguro que gastaría menos con unos neumáticos menos exagerados.

Y luego está el chasis; todos los Polos van fenomenal. Las versiones básicas son nobles, seguras… y el deportivo GTI es un ejemplo de estabilidad, precisión o agilidad. La puesta a punto del R-Line casa más con los primeros… pero se encuentran con el problema de las ruedas. Dichos neumáticos -aparte de caros: unos 200 euros la unidad-, tienen muy poco perfil, es decir, desde la llanta hasta el suelo hay poca goma… y eso significa que prácticamente desaparece el ‘filtro’ que una rueda hace con los baches e irregularidades del asfalto; por eso, este Polo R-Line resulta más seco de lo habitual. Esto podría tener una excusa si, a cambio, llevásemos entre manos un coche eficaz y muy preciso… pero esta versión mantiene la puesta a punto de la amortiguación de una variante normal, que resulta bastante blandita y eso conlleva un cierto balanceo de las curvas. No hay nada peligroso en todo esto, pero sí cierta descompensación que se traduce en una actitud en carretera no del todo equilibrada; tal vez parte del problema se resuelva con el llamado tren de rodaje deportivo, que además no es excesivamente caro -135 euros- pero con las prestaciones de este Polo tampoco lo vemos imprescindible, sobre todo porque perderíamos aún más confort de marcha. Para concluir el aspecto dinámico, decir que el cambio tiene un tacto durito -a veces demasiado, pero resulta bastante agradable-, que los frenos cumplen… y que la dirección, otra de las damnificadas por la presencia de unos neumáticos inapropiados, se ‘revuelve’ más que en otros Polo y que transmite con mayor nitidez las irregularidades.

Así que, en conclusión, la cosa está clara; este Polo no interesa. No es que el urbano de VW se haya vuelto malo de repente… es que, al menos con este motor, el apellido R-Line no le viene bien del todo.

La solución es sencilla: adquirir la versión Sport, que sale casi 1.000 euros más asequible, prescinde de todo el kit aerodinámico… y resulta un cochazo dentro de su segmento; además, a diferencia del R-Line sí puede equipar el excelente cambio automático DSG de siete velocidades. El que aquí nos ocupa, con su actual promoción de 2.280 euros, sale por 17.380 euros con la carrocería de cinco puertas.

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