Carentes de un motor suficientemente potente, los Santana de principios de los 80 eran incapaces de desarrollar unas mínimas prestaciones para desenvolverse sobre el asfalto. En 1982, la incorporación del turbo permitió alcanzar los 75 CV, que, ayudado por la caja de cinco velocidades, dotaron al vehículo de una mínima agilidad para convivir con el resto del tráfico y evitar que los desplazamientos interurbanos se convirtieran en eternos. A partir de entonces se podía rodar entre 90 y 110 km/h con relativa asiduidad, con consumos en torno a los 10 litros cada 100 km.
Los frenos de disco fueron, si cabe, una mejora aún más importante, que aumentó notablemente la seguridad al volante. En este sentido, también ayudó la incorporación de ballestas parabólicas. Este tipo de suspensión permite mejores recorridos y una menor brusquedad respecto a las semi-elípticas.
No menos importante fue la incorporación de un sistema de dirección asistida semi-integral. El cambio al volante es radical, aproximando la conducción a la de cualquier vehículo de la época y haciendo que solo echemos realmente de menos un sistema de aire acondicionado para las largas jornadas de verano.
Los asientos constituyen uno de los puntos negativos. Su escasa ergonomía favorece que nos desplacemos en las curvas. Por si fuera poco, la tapicería de material plástico nos hará sudar, aunque sea invierno; así que mentalízate antes de ponerte al volante en una soleada tarde de agosto. En realidad, lo peor del vehículo es la falta de asilamiento acústico y térmico, dos aspectos que complican la vida a bordo, si bien al menos dispone de un sistema de calefacción decente y ventanillas de apertura descendente, en lugar de las correderas.
A pesar de su tamaño, permite rodar con siete plazas, aunque sin posibilidad de llevar equipaje. Si reducimos la capacidad a tres plazas, podremos disfrutar de una amplia zona de carga, ideal para las actividades propias del mundo rural o del tiempo libre.
Divertido fuera de asfalto
Con el motor en marcha, podemos disfrutar plenamente de la conducción, especialmente cuando rodemos fuera de las autopistas, donde unos 10 km/h más le vendrían fenomenal. Fuera del asfalto es un vehículo muy divertido, y permite disfrutar de los caminos a ritmo y confort razonables. No hay que olvidar que se trata de un Land Rover Serie III, con más de treinta años a cuestas y un diseño de los años setenta.
Si lo tuyo son los clásicos, este es uno de los mejores. A sus mandos estarás conduciendo parte de la historia de la automoción y, gracias a las incorporaciones técnicas que hemos comentado, podrás rodar en el tráfico actual con relativa seguridad.
Mejoras en campo
El Land Rover Santana Turbo es un vehículo para trotar por todo tipo de caminos. Como todo, se puede mejorar, incluyendo el cambio de motor por el del Land Rover Defender 200 Tdi, si bien no es lo propio para un TT de más de 30 años. Si cambiamos las ruedas 7,5 x 16 a las equivalentes actuales 235/85-16, veremos mejoradas sensiblemente sus prestaciones en campo, que pueden incrementarse suprimiendo la estabilizadora trasera. Por otra parte, la incorporación de liberadores de rueda mejora la conducción sobre asfalto. Y, ya puestos, por qué no un intercooler para aumentar la respuesta del propulsor.
Ficha técnica del Santana Serie III 88 Turbo
Motor | Diésel, turbo, 4 cilindros en línea, 2.286 cc |
Potencia | 75 CV a 4.000 rpm |
Par | 170 Nm a 1.800 rpm |
Largo / ancho / alto | 3,79 m / 1,68 m / 1,94 m |
Velocidad máxima | 126 km/h |
Tracción | Trasera permanente, con tren delantero conectable y reductora |
Consumo | 12 l/100 km |
Frenos del. / tras. | Discos macizos / Tambores |
Altura libre | 22 centímetros |
Peso | 1.700 kg |
Cambio | Manual, 5 velocidades |