Toyota Land Cruiser FJ62 restaurado por Legacy Overland

Eclipsada frecuentemente por su sucesor (el Toyota Land Cruiser 80, cuyos precios en el mercado de ocasión son a día de hoy estratosféricos), la Serie 60 escribió un capítulo crucial en la historia del Toyota Land Cruiser, consolidando la primera escisión en la genealogía de los todoterrenos de Toyota, que había sido iniciada por su predecesora, la Serie 50, en 1967, mientras la Serie 40 primero y la Serie 70 desde 1984 se encargarían de seguir representando la parte industrial de la saga Land Cruiser, con los Land Cruiser Prado como tercera línea genealógica a partir de 1985.

Y es que a partir de los años 60, con el Jeep Wagoneer SJ como pionero (1963), empiezan a llegar al mercado los primeros todoterrenos enfocados al público familiar, que demanda un confort y unos acabados cercanos a los de las berlinas y “rancheras” de la época; un confort, unos acabados y unas prestaciones que los todoterrenos, eminentemente industriales hasta entonces, no ofrecían.

1980: Nace el Land Cruiser 60

Así que a aquel primer y un tanto malogrado intento de Toyota con la Serie 50 (1967-1980), le siguió la Serie 60, desarrollada desde un principio pensando en todo momento en esos usuarios que empleaban su todoterreno como vehículo de diario y como herramienta de ocio los fines de semana.

El mencionado Jeep Wagoneer SJ, que estuvo a la venta hasta 1984, era el principal referente de Toyota para desarrollar su Land Cruiser 60, toda vez que el primer Range Rover había sido lanzado al mercado en 1970 únicamente con carrocería corta, y la variante de cinco puertas no aparecería hasta 1981, un año después que el Land Cruiser 60.

Los japoneses jugaron, por tanto, una carta bastante conservadora a la hora de plantear su station wagon, que además heredaba los arcaicos motores de la Serie F, nacida en 1949, y aunque la carrocería de su modelo era relativamente agraciada, no había en este 60 nada disruptivo, nada especialmente atractivo frente a una competencia cada vez más dura, que ofrecía tracción total permanente, suspensiones por muelles, mecánicas más modernas y diseños rompedores que hicieron al modelo japonés envejecer prematuramente y condicionaron el lanzamiento de un revolucionario y musculoso Land Cruiser 80 que, en 1990, acabó prematuramente con la vida de su predecesor.

Y es que hablando de todoterrenos, y más aún en el siglo pasado, un ciclo vital de 10 años como el que tuvo la Serie 60 es claramente corto; sin ir más lejos, el actual Land Cruiser 150 fue lanzado en 2009, y parece que aún le queda vida para rato.

La restauración del Toyota Land Cruiser FJ62

Así que cuando esta unidad, de 1990, llegó a manos de los especialistas de Legacy Overland, decidieron recuperar ese espíritu clásico de los primeros station wagon, de los primeros todoterrenos familiares, alejados tanto del uso industrial de sus predecesores como de las estridencias de 80s y 90s, que en el caso de este Land Cruiser se traducían en unos vinilos deportivos de dudoso encaje con la filosofía del vehículo que intentaban, en vano, aportar una modernidad que la Serie 60 nunca tuvo.

Como es habitual en las intervenciones del preparador de Connecticut (EE.UU.), el vehículo ha sido sometido a una restauración completa, que arranca con el desmontaje integral para revisar hasta el último tornillo, saneando aquello que se encuentre en buenas condiciones y reemplazando lo que no lo esté.

Para la carrocería se eligió el color Dune Beige, original de la paleta de Toyota, prescindiendo de vinilos para lograr un aspecto limpio y acorde con los modelos más veteranos, a pesar de que la unidad restaurada es de 1990 y, por tanto, una de las últimas fabricadas.

Partir de un FJ62 de los últimos en ser producidos permitió, no obstante, contar con las mejoras mecánicas y de equipamiento que fueron introduciéndose en el modelo a lo largo de los años, como es el caso de la caja de cambios automática y la dirección asistida, convenientemente revisadas.

Con respecto al FJ60, el FJ62 cuenta además con elevalunas eléctricos, cierre centralizado, una instrumentación más completa y un salpicadero que ha permitido incorporar un cuestionable equipo de info-entretenimiento doble-DIN con su gran pantalla LCD y Apple CarPlay, así como el hoy imprescindible sistema de aire acondicionado de gran capacidad, con una tobera específica para la zona trasera.

Para la restauración del interior se ha elegido el cuero marrón claro, que reviste tanto los asientos como los paneles de las puertas y el salpicadero, mientras el suelo, el maletero y la parte baja de las puertas se reviste de una moqueta de tejido alemán de gran calidad. Todas las piezas de plástico del interior se renovaron y pasaron de gris a marrón para encajar con la paleta cromática del interior, mientras que un volante de madera aporta un toque de personalidad al puesto de conducción.

Los tranquilos y longevos motores F de Toyota

Mecánicamente, el motor se reconstruyó por completo. En este caso, se trata del 3F-E de seis cilindros en línea y cuatro litros. Como ya hemos comentado, los motores F nacen en 1949, si bien los 3F son una tercera generación de esta familia (de ahí el ‘3’) que aparece en 1985. A diferencia de su predecesor (el 2F), introduce una culata modificada que adopta colectores de admisión y escape más eficientes, además de inyección electrónica, mejoras en materia de emisiones y consumo.

La nueva culata lleva aparejada una carrera de pistón más corta que implica la reducción de la cilindrada desde los 4,2 a los 4,0 litros. A pesar de ello, la potencia aumentó en 20 CV, mientras el par lo hizo en 14 Nm, dejando unas cifras máximas de 155 CV y 303 Nm, que ya en la época no eran para tirar cohetes. En cualquier caso, el motor era más eficiente, rodaba con más facilidad y su régimen de giro era mayor, haciéndolo mucho más adecuado para viajar por carretera y desenvolverse con más agilidad en cualquier entorno en una época en la que las cajas de cambio tenían grandes saltos entre sus relaciones.

Pero si las prestaciones nunca fueron un motivo para elegir un FJ62, el diseño probado de estas mecánicas, su bajo régimen de giro, sus sólidos componentes y la construcción en fundición de hierro hacen que no sea extraño verlos alcanzar más de medio millón de kilómetros sin necesitar un reacondicionamiento.

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