El gigante alemán enfrenta un problema de sobrecapacidad. Con una demanda en descenso, especialmente en el segmento eléctrico, Volkswagen busca reducir costes y optimizar su producción.
Su plantilla en Alemania es de casi 300.000 empleados, pero el grupo ya ha anunciado que recortará 35.000 puestos de trabajo. A esto se suman las fábricas de Dresde y Osnabrück, que cerrarán en los próximos años debido a la baja rentabilidad.
En este contexto, Volkswagen está explorando alternativas para sus instalaciones en desuso. Y aquí es donde entran en juego los fabricantes chinos.
Los chinos ven una oportunidad de oro
Para las marcas chinas, este acuerdo sería un atajo para establecerse en Europa sin los elevados costes de construcción de nuevas fábricas.
Además, fabricar directamente en Alemania les permitiría esquivar los altos aranceles que la Unión Europea está imponiendo a los coches eléctricos importados desde China, que pueden alcanzar hasta el 45,3 %.
Aunque no se ha revelado qué fabricante chino está en conversaciones con Volkswagen, hay varios candidatos. La marca alemana ya tiene alianzas en China con SAIC (propietaria de MG), FAW y JAC.
Sin embargo, también podrían estar interesados otros fabricantes como BYD, Leapmotor o Chery, que ya han comenzado a instalarse en Europa.
Un paso más en la expansión china en Europa
La llegada de marcas chinas a Europa ya es un hecho. Leapmotor ha comenzado a fabricar en Polonia gracias a su alianza con Stellantis.
BYD construirá dos fábricas en Hungría y Turquía, mientras que Chery producirá en la antigua planta de Nissan en Barcelona. Pero Alemania, hasta ahora, se había mantenido fuera de la ecuación.
Este posible desembarco marcaría un hito: por primera vez, una empresa china produciría dentro del corazón industrial de Europa. Y esto plantea varios interrogantes.
¿Es el principio del fin para Volkswagen?
Volkswagen lleva años tratando de consolidar su liderazgo en el sector eléctrico, pero con resultados mixtos. A pesar de haber invertido más de 70.000 millones de euros en esta transformación, sus coches eléctricos aún no alcanzan la rentabilidad esperada.
El problema no es sólo interno. Los fabricantes chinos han tomado la delantera en tecnología y costes de producción. Sus modelos eléctricos ofrecen más autonomía y tecnología a precios más competitivos, algo que Volkswagen aún no ha logrado igualar.
Este acuerdo con los chinos puede interpretarse de dos maneras:
- Como un movimiento inteligente para optimizar recursos y evitar el cierre definitivo de fábricas.
- O como un síntoma de debilidad, que refleja la incapacidad de la industria europea para competir con el gigante asiático.
El papel del gobierno alemán y los sindicatos
El desenlace de esta historia dependerá en gran medida de las decisiones políticas. Mientras el gobierno de Angela Merkel favoreció la inversión china en Alemania, la administración actual considera a China un «rival sistémico» y ha apoyado la imposición de aranceles a los coches eléctricos chinos.
Además, los sindicatos juegan un papel crucial. Los trabajadores de Volkswagen en Osnabrück ya han declarado que no se oponen a producir coches chinos, siempre que se mantengan los estándares laborales de la marca alemana.
Si Volkswagen cede sus fábricas a fabricantes chinos, estaríamos ante un punto de inflexión en la industria automovilística europea. Para Alemania, supondría un cambio de paradigma: de ser la cuna de la automoción a compartir su territorio con un competidor que, hasta ahora, venía de fuera.
Para los chinos, sería el jaque mate a la industria del motor en Europa. Y para Volkswagen, la última jugada en una partida en la que ya no domina el tablero.
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