El BMW Serie 5 es la berlina grande de BMW, situada sólo por debajo del «ejecutivo» BMW Serie 7. Mide 4,96 metros de longitud, y ofrece una amplia gama de motorizaciones de gasolina, diésel e híbridas enchufables de gasolina, con potencias que van de los 190 CV a los 635 CV.
En esta ocasión hemos probado el 530e, la versión intermedia dentro de la gama de híbridos enchufables, que está compuesta por los 520e, 530e y 545e (y que ofrecen potencias de 204, 292 y 394 CV, respectivamente).
Además, el BMW 530e está disponible tanto con tracción trasera (la variante que hemos probado) como con tracción total XDrive (tracción trasera con eje delantero conectable). El BMW 530e Berlina de tracción trasera cuesta desde 67.000 euros, mientras que el XDrive se va hasta los 69.500 euros. Por su parte, la versión «de acceso» al mundo enchufable en la Serie 5, el BMW 520e, cuesta desde 61.800 euros.

BMW 530e por fuera: clásico, a la par que elegante
El actual BMW Serie 5 (con códigos internos G30 para la carrocería Berlina y G31 para la familiar o Touring) data del año 2017, y recibió una actualización en el año 2021, que renovó intensamente tanto interior como exterior, y actualizó todo el interfaz. A pesar de ello, es probablemente el BMW de apariencia más clásica de la gama actual, con un diseño del morro presidido por dos riñones horizontales y de proporciones «convencionales», a diferencia de los más grandes que encontramos en los modelos SUV de la marca o los verticales que han estrenado modelos como el BMW Serie 4.
La estética siempre es una una cuestión subjetiva, pero nos parece un diseño marcadamente elegante y conservador, muy apropiado para una berlina de representación que tiene que competir con rivales como el Audi A6 o el Mercedes Clase E. Seguro que, cuando se actualice con la llegada de una nueva generación (la octava), el actual diseño pasará a parecer anticuado pero, hasta que eso ocurra, ofrece una apariencia muy dinámica y actual.
Del exterior, destacan el elegante diseño de los faros (con acentos en color azul), las grandes entradas frontales de aire, las discretas salidas de aire situadas en la parte posterior de las aletas delanteras y el cuidado diseño de los pilotos traseros que, cuando están encendidos, son capaces de emitir una tonalidad rojiza tan uniforme que casi podría pensarse que se trata de paneles OLED en lugar de ledes convencionales.

En cualquier caso, el rasgo más distintivo del exterior del BMW 530e es la presencia, junto a la puerta del conductor, de la portezuela que da acceso al punto de carga. Este punto está conectado a un cargador embarcado de 3,7 kW de potencia, y alimenta una batería de 11,2 kWh de capacidad utilizable. Se trata de un cantidad de energía tirando a discreta para el peso del vehículo (casi dos toneladas), lo que se va a traducir en una autonomía 100% eléctrica algo pequeña (en el entorno de los 40 kilómetros). El tiempo necesario para completar una carga, por cierto, ronda las cuatro horas. Por supuesto, otro rasgo inconfundible es la presencia de la etiqueta CERO de la DGT en el parabrisas.

BMW 530e por dentro: realmente suntuoso
Por dentro el BMW 530e es un lugar realmente agradable, lujoso, e incluso, suntuoso. Tanto la postura al volante como la sujeción de los asientos es excelente, y los cuatro pasajeros disfrutan de espacio suficiente para encontrarse realmente cómodos, por muy largo que sea el viaje. Si además contamos con el tapizado en cuero de las fotografías (el Dakota Cognaq, opcional por 1.597 €), la experiencia es realmente fantástica. Como fantásticos son también el tacto solido y preciso de todos los mandos, el buen ajuste de todas las piezas y el acabado de todos los plásticos.


Un aspecto fundamental que marca la diferencia entre este BMW 530e (o cualquiera de sus hermanos de la Serie 5) y sus rivales es la abundancia de mandos en el salpicadero y en el túnel central. Actualmente, todos los fabricantes tratan de reducir el número de mandos, en un esfuerzo de diseñar interiores más limpios y modernos… pero también más asequibles en cuanto al número de componentes.

El 530e no es de esa generación de coches. Aquí encontramos un selector de desplazamiento grande y sólido, multitud de pulsadores para seleccionar los distintos modos de conducción y un sistema iDrive dotado del mando giratorio y desplazable bautizado por BMW como Controller y que tantos otros fabricantes han copiado. En Autofácil hemos alabado su presencia y su practicidad en centenares de ocasiones… y el hecho de que BMW lo haya suprimido en su modelos más modernos no nos va a hacer cambiar de opinión: el Controller sigue siendo una forma fantástica, intuitiva y segura de moverse por los diferentes menús de la pantalla central, mientras se conduce.

También agradecemos la abundancia de mandos para controlar funciones como la climatización. O la presencia de mandos capacitivos (es decir, que no se hunden al presionarlos), pero físicos, para seleccionar las emisoras favoritas o cualesquiera otras funciones que quieras asignarles. Puede que dentro de cinco años este interior tenga un aspecto anticuado pero, si ese no es un factor que te asuste, y no te acaban de convencer los entornos táctiles, este es un interior con un interfaz que vas a manejar con gusto. Y si eres un fan de toquetear las pantallas… bueno, la mayor parte de las operaciones también pueden llevarse a cabo mediante la pantalla central táctil.

En cuanto al maletero, los 410 litros de capacidad son más que correctos, y las formas son perfectamente regulares, con ninguna clase de intrusión derivada de los componentes del sistema híbrido enchufable (al contrario de lo que ocurre, por ejemplo, en el caso del Mercedes Clase E).

BMW 530e: la propulsión
El sistema de propulsión del BMW 530e combina un motor 2.0 turbo de gasolina con un motor eléctrico y una caja de cambios de convertidor de par y 8 ocho velocidades. El motor térmico está montado en posición delantera central, prácticamente en línea con las copelas de la suspensión delantera. A continuación, viene el motor eléctrico, de imanes permanentes. Y a continuación de éste, la caja de cambios ZF de 8 velocidades (una de las mejores del mundo). La tracción, como decíamos al principio, es a las ruedas traseras, aunque también puede contarse con el sistema XDrive.

El motor térmico contribuye con 184 CV de potencia entre 5.000 y 6.500 rpm, mientras que el motor eléctrico es capaz de proporcionar hasta 109 CV de potencia. Las cifras conjuntas del sistema de propulsión son 292 CV de potencia máxima y 420 Nm de par máximo, y permiten que el BMW 530e acelere de 0 a 100 km/h en 5,9 segundos y alcance los 235 km/h de velocidad punta.
El dato homologado de consumo medio, como ocurre en todos los enchufables, es muy bajo: 1,4 litros/100 km. La cifra homologada de emisiones de CO2 también es muy baja, y en línea con lo habitual en los híbridos enchufables: 31 gr/km. Obviamente, estas cifras se disparan cuando se utiliza el coche sin recargar la batería de manera sistemática.

En cuanto a los modos de conducción, BMW ha decidido proporcionar una gran cantidad de ellos al conductor. Tantos, que puede que resulten excesivos. Como suele ocurrir en todos los híbridos enchufables, disponemos de la posibilidad de propulsarnos en modo 100% eléctrico, usando toda la carga de la batería reservada para este tipo de propulsión (en realidad, siempre se guarda entre el 10% y el 20% de la capacidad real para la propulsión en modo híbrido).

También podemos seleccionar el funcionamiento híbrido «inteligente» (el coche administra la batería para obtener el mínimo consumo, pero atendiendo a la velocidad, el trazado y el tipo de conducción, favoreciendo la propulsión mediante el motor térmico al circular a alta velocidad y velocidad constante). Este modo híbrido puede «perfeccionarse» seleccionando la modalidad Sport, en la que motor térmico y eléctrico colaboran para entregar prestaciones superiores. Y dentro de esta modalidad Sport, encontramos las opciones Standard, Individual y XtraBoost; en esta última, finalmente, alcanzamos las máximas prestaciones. Una tecla adicional permite recargar la batería durante la marcha (a costa de malgastar combustible) para poder disfrutar de propulsión 100% eléctrica más adelante.

BMW 530e al volante: muy convincente
Una vez en marcha, el BMW 530e resulta un coche muy convincente, tanto por propulsión como por comportamiento. Empezando por la primera, cabe destacar que el funcionamiento en modo 100% eléctrico es muy satisfactorio. Los casi 110 CV de potencia del motor eléctrico dan de sobra para manejarse con normalidad en todo tipo de entornos y, en general, es improbable que lleguemos a acelerar tanto como para despertar al motor térmico.
Esta conducción eléctrica discurre con normalidad: con un tacto decente de freno y un acelerador de respuesta afilada, pero no artificialmente espontánea. La caja de cambios se compenetra con el motor eléctrico de manera impecable, y si no fuera por el absoluto silencio, no detectarías que estás empleando el «especial» modo 100% eléctrico.
La autonomía, no obstante, no es deslumbrante, y desciende deprisa. BMW declara hasta sesenta kilómetros de alcance… pero es más realista hablar del entorno de los 40 km. En este sentido, nos gustaría disponer de unos 3 o 4 kWh más de capacidad en la batería de alto voltaje.

Una vez agotada la energía eléctrica, y ya dentro del funcionamiento híbrido, la experiencia no empeora. El motor térmico se hace notar cuando se acelera con generosidad, pero emite un bramido grave, y esa melodía logra que parezca que no se está esforzando demasiado. El resultado, en términos de acústica y vibraciones, está a la altura de un coche de más de 60.000 euros. Se nota que no disponemos de un «aristocrático» bloque de seis cilindros en línea… pero no es algo que salte a la vista continuamente.
En cuanto a los consumos, hay que reconocer que estamos ante un buen sistema híbrido, capaz de circular a velocidades legales de autopista manteniéndose por debajo de los 7 litros de media. Teniendo en cuenta las dimensiones del coche, y los 1.910 kilos de peso homologado, es una buena marca. No es mejor de lo que encontramos en otros híbridos más pequeños y menos elitistas… pero es lo que esperábamos.
En cualquier caso, el punto fuerte del BMW 530e es su excelente tacto de conducción y el enorme grado de confort que proporciona… sin caer en el error de emplear una suspensión demasiado blanda. La dirección, por ejemplo, ofrece una precisión excepcional, y un nivel de asistencia y rapidez exquisitamente elegidos, de manera que consigue transmitir facilidad de conducción y aplomo en autopista, combinados con una buena agilidad en carretera.
La suspensión, dotada de muelles convencionales y amortiguadores adaptativos, tiene el grado justo de firmeza (que no de dureza) para transmitir información al conductor sin que los baches más pronunciados se vuelvan incómodos.
Y obviamente, con casi 300 CV, las prestaciones son un poquito más que razonables… hasta el punto de lograr que te plantees si la versión 520e, con 204 CV, pero dotada de esencialmente del mismo propulsor, no será suficiente. Probablemente sí lo sea… aunque renunciar a 100 Nm de par máximo aniquilaría uno de los aspectos más brillantes del propulsor, y es la satisfactoria suficiencia con que empuja a medio régimen. Las recuperaciones en marchas intermedias, y con el motor térmico girando a unas 4.000 rpm, son fabulosas… y, en esos momentos, durante unos breves instantes, tienes la sensación de estar viviendo el preludio de lo que motores como el 4.4 biturbo del M5 pueden proporcionar.
En conclusión, este BMW 530e es un buen híbrido enchufable… especialmente para quien busque un tacto de conducción excelente, pueda permitirse pagar lo que vale… y no necesite más de 40 km de propulsión eléctrica en su día a día.
