El Departamento de Comercio de Estados Unidos ha propuesto una nueva normativa que prohibirá la venta de vehículos conectados que incorporen tecnología de China o Rusia, alegando riesgos para la seguridad nacional.
Esta medida incluye tanto el software como el hardware que permiten a los automóviles comunicarse con dispositivos externos, ya sea un móvil, otros vehículos, el fabricante o la infraestructura vial, como semáforos y, por supuesto, Internet.

La medida forma parte de la política de endurecimiento del presidente Joe Biden frente a la segunda mayor economía del mundo, tras una investigación que puso el foco en los riesgos que representa la tecnología china en los vehículos.
El auge de los vehículos conectados en Estados Unidos
En la actualidad, la mayoría de los vehículos que circulan por las carreteras de Estados Unidos, tanto de gasolina como eléctricos, están considerados como «vehículos conectados».
Estos automóviles están equipados con un hardware que les permite conectarse a Internet o a servicios en la nube, lo que facilita el intercambio de datos tanto con dispositivos dentro del coche como con otros dispositivos externos. Este nivel de conectividad, aunque mejora la comodidad y la experiencia de los conductores, también presenta serios riesgos de ciberseguridad.
El acceso no autorizado a estos sistemas podría permitir tomar el control de los vehículos de forma remota, recopilando datos sensibles o manipulando las funciones del coche. Este temor ha llevado al Departamento de Comercio de Estados Unidos a proponer restricciones más estrictas sobre los vehículos que utilizan tecnología china y rusa.
En febrero de 2023, el presidente Joe Biden solicitó al Departamento de Comercio que realizara una investigación para determinar si las importaciones de vehículos con tecnología china representaban un riesgo para la seguridad nacional.

En ese momento, la investigación se centraba exclusivamente en China, pero más tarde se amplió para incluir a Rusia, debido a preocupaciones sobre la posibilidad de que el Kremlin accediera a datos personales de los conductores a través de empresas tecnológicas rusas.
La conclusión de esta investigación fue clara: ciertas tecnologías de origen chino y ruso representan un riesgo significativo tanto para las infraestructuras críticas de Estados Unidos, como la red eléctrica, como para la privacidad y seguridad de los ciudadanos.
Además, se identificó que estas tecnologías podrían comprometer datos personales, como las rutas de los conductores, lugares de residencia y hasta los destinos hacia donde se dirigen, como hospitales o clínicas.
¿Amenaza de la tecnología china y rusa en los automóviles para Estados Unidos?
Alan Estévez, subsecretario de Comercio para la Industria y Seguridad y director de controles de exportación, subrayó que los automóviles modernos, con su amplia variedad de sensores y sistemas de conectividad, pueden ser vulnerables a ciberataques.
«Un coche moderno tiene mucho software. Toma muchas fotografías. Está conectado a tu teléfono, sabe a quién llamas y a dónde vas«, explicó Estévez, destacando lo crítico que puede ser el acceso malintencionado a estos sistemas.
El gobierno estadounidense teme que los fabricantes chinos y rusos puedan acceder a estos datos y utilizarlos de forma perjudicial, como tomar el control remoto de un vehículo en plena carretera o bloquear infraestructuras clave. Aunque estos escenarios puedan parecer sacados de una película de ciencia ficción, no están tan lejos de la realidad.
En 2015, dos hackers demostraron públicamente que podían tomar el control de un Jeep a distancia, lo que impulsó el debate sobre la ciberseguridad en los vehículos conectados.

La normativa propuesta por el Departamento de Comercio busca prohibir específicamente la importación y venta de vehículos que utilicen tecnología de comunicaciones, como módulos Bluetooth, celulares, satelitales o Wi-Fi de origen chino o ruso.
Además, también se prohibirán los vehículos altamente autónomos que operan sin conductor y que utilicen software o hardware de estas regiones. Esta medida se considera una respuesta preventiva, ya que, actualmente, son pocos los vehículos chinos y rusos que circulan por las carreteras de Estados Unidos.
El Gobierno de Estados Unidos ha dejado claro que no esperará a que la amenaza sea evidente para actuar. Gina Raimondo, secretaria de Comercio, señaló que «los coches ya no son solo acero y metal sobre ruedas», en referencia a la vulnerabilidad de los módulos de comunicación integrados en los automóviles.
El impacto en la industria automovilística de Estados Unidos
El impacto potencial de esta prohibición no se limita a los fabricantes chinos y rusos, ya que algunas marcas occidentales, como Volvo y Polestar, que están controladas por la compañía china Geely, podrían verse afectadas.
Además, fabricantes como Buick (de General Motors), Lincoln (de Ford) o incluso Tesla, que produce vehículos en China, podrían enfrentar obstáculos a la hora de vender vehículos con componentes tecnológicos fabricados en ese país.

Aunque la normativa aún no ha entrado en vigor, se ha abierto un periodo de 30 días para que la industria automovilística y el público en general puedan presentar comentarios sobre la propuesta. La expectativa es que las nuevas reglas entren en vigor antes de que finalice el mandato de Biden, en enero de 2025.
A pesar de que la prohibición comenzará en 2025, los fabricantes de automóviles tendrán un periodo de adaptación. Las restricciones sobre software entrarán en vigor en los modelos de 2027, mientras que las prohibiciones sobre hardware lo harán en 2029. Esta medida permitirá a las empresas del sector automotriz hacer los ajustes necesarios en sus líneas de producción y estrategias de mercado.
Sin embargo, la propuesta no afectará a todos los vehículos de Estados Unidos. Aquellos que no circulan por carreteras públicas, como los utilizados en la agricultura o en la minería, estarán exentos de la normativa.
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