Se trata de, probablemente, el lanzamiento más importante de la historia de Infiniti, y con el que quiere acaparar un volumen de ventas masivo en una parcela que creció en 2014 un 9,4%. Además, a partir del año que viene, cuando llegue, su gama se completará también con el SUV –a pesar de que cuenta con una carrocería ya elevada para ser un compacto- QX30 y con el coupé Q60, que se aplazará hasta finales de 2016.
Estéticamente, su frontal llama la atención por su gran parrilla, que se fusiona con los pilotos delanteros, aunque donde realmente se diferencia de su competencia es en la zaga, con un diseño que no se parece a nada de lo visto hasta ahora, y a la que da paso una silueta de coupé visto de perfil. También incluye un detalle en sus pasos de rueda, flanqueados por una zona negra que le aporta originalidad.
En el interior la calidad percibida es excelente, con un gran porcentaje de elementos forrado en piel, una habitabilidad muy buena y una simpleza destacable en sus mandos de la consola central, que se encuentra bajo una pantalla multimedia. Con sus medidas –4,42 m. de largo, 1,80 de ancho y 1,49 de alto– consigue un espacio para el maletero de 368 litros, y el único punto flaco podría ser su visibilidad trasera, la cual es reducida por una pequeña superficie acristalada.
Las motorizaciones disponibles son dos diésel, compuestos por un bloque 1.5 de 109 CV y un 2.2 de 170 heredado de Mercedes; y tres gasolina, con un motor 1.6 turbo en potencias de 122 y 156 CV y otro 2.0 turbo de 211 CV. Las opciones permiten asociarlos con un cambio manual de 6 marchas u otro automático de doble embrague y 7 relaciones, además de contar con la posibilidad de equipar tracción delantera o 4×4.
Sus tres niveles de acabado son Q30, Premium y Sport, y cuya dotación de serie básica incluye, entre otros, avisador de ángulo muerto, sistema de frenado automático de emergencia o control de crucero inteligente. Su precio parte de los 24.900 euros, que corresponden al motor 1.6 T de 122 CV con cambio manual y tracción delantera.