¿Maldición o casualidad? El Porsche 550 Spyder de James Dean

Con solo 24 años, el ´chico malo´ por excelencia de Hollywood se dejó la vida en un desafortunado accidente a los mandos de su Porsche 550 Spyder. En aquel instante James Dean entraría en la leyenda negra de Hollywood... y también su coche, que trajo la desgracia a muchos de los que tuvieron contacto con él.


James Byron Dean nació en el estado de Indiana, Estados Unidos, un 8 de febrero de 1931. Tras una infancia difícil, que marcó su carácter de por vida, con apenas 20 años tuvo su primer contacto con el mundo del celuloide, aunque no sería hasta 1954 cuando consiguió su primer papel relevante, en la película Al este del Edén. El éxito le acompañó a partir de entonces y tuvo la posibilidad de comprarse su primer coche, un Porsche 356 descapotable de color blanco, con el que participó en diversas carreras, con excelentes resultados.

Porsche 550 Spyder James DeanYa en 1955, cuando rodaba la que sería su última película, Gigante, Dean cambió el 356 por el novedoso 550 Spyder, un modelo pensado para la competición, ya que combinaba un peso muy bajo –550 kilos, de ahí su denominación– con un motor bóxer de cuatro cilindros capaz de entregar 110 CV de potencia. De esta forma, era capaz de superar los 220 km/h de velocidad máxima, una cifra que le convertía en uno de los modelos más rápidos de la época y que lo ha llevado a ser considerado uno de los mejores coches de la historia. Dean lo puso en manos de su amigo George Barris –un celebre diseñador de coches para el cine y la televisión– para que le cambiase los asientos y le rotulase el número 130 en el capó y las puertas; además, en la zaga escribió la frase ´Little Bastard´ (pequeño bastardo), un calificativo que le puso al coche un amigo de Dean, debido a sus elevadas prestaciones y a la dificultad que presentaba su conducción.

Desgraciadamente, James Dean no pudo disfrutar mucho tiempo de su nueva montura. El 30 de septiembre de 1955, mientras se dirigía a disputar una carrera, colisionó contra un Ford Customline Tudor, falleciendo pocos minutos después. Tanto su acompañante, Rolf Weutherich, como el conductor de otro vehículo, resultaron heridos leves, mientras que el coche quedó en estado de siniestro total.

A partir de ese instante, los restos del Little Bastard fueron objeto de una serie de desafortunados acontecimientos, hasta el punto de formar una leyenda negra a su alrededor, calificada por muchos como una maldición. Barris adquirió lo que quedó del coche, con el fin de comerciar con las piezas que se pudiesen aprovechar. Pero, al llegar al taller, el coche cayó de la grúa hiriendo a un mecánico. Dos pilotos aficionados compraron parte del motor y de la transmisión; uno de ellos falleció al estrellarse contra un árbol y el segundo también sufrió un accidente, aunque pudo contarlo. En otra competición, un piloto que portaba dos de las ruedas del Porsche 550 Spyder perdió el control tras un reventón y estuvo en coma durante varios días.

El colmo de las desgracias se produjo cuando unos ladrones, conocedores del valor que podían alcanzar las piezas, entraron a robar al garaje de Barris; ambos resultaron heridos en el intento. Este hecho llevó al propietario a deshacerse del coche, que fue a parar a manos de la agencia californiana que velaba por la seguridad de los conductores. El objetivo era exponerlo para que los conductores tomaran conciencia de los peligros de la velocidad… pero el garaje donde estaba almacenado ardió –curiosamente, el Porsche apenas se vio afectado por el fuego– y los restos fueron trasladados de nuevo. Su siguiente parada fue un instituto, donde se expuso con motivo del aniversario de la muerte de Dean, pero una de las sujeciones se soltó, cayendo encima de un estudiante y fracturándola la cadera. En vista de los acontecimientos, el coche fue devuelto a Barris, pero durante el transporte, un vehículo embistió a la gría que lo transportaba, sesgando la vida de su conductor.

Actualmente, se desconoce si todavía existen restos del Porsche 550 Spyder, ya que se dice que el coche desapareció misteriosamente durante otro transporte y nunca se supo más de él. En cualquier caso, la leyenda negra del Little Bastard quedará para siempre unida a la de su propietario más ilustre.

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