Las peleas más fascinantes suelen tener siempre un choque de estilos, y lo que tenemos aquí es exactamente eso: afilada discreción teutónica frente a un animal de circuito de maneras muy galas.
Discreción es un término muy relativo en este caso. Con un nombre que hace alusión al bestial coche TCR de carreras de Volkswagen, el Golf GTI TCR recibe un splitter delantero, un difusor trasero, un fino spoiler de techo y, si se quiere, una extremadamente dudosa decoración opcional que lo distingue del Golf GTI Performance. Sus 290 CV –está muy cerca del Golf R–, los entrega entre 5.400 y 6.400 rpm, mientras que el par máximo de 380 Nm está disponible entre 1.950 y 5.300 vueltas. Tan cerca están estas cifras de las del Golf R –300 CV y 400 Nm– que la refrigeración podría ser un problema, por lo que tras su paragolpes esconde los dos radiadores del R.
La caja de cambios DSG de siete marchas es fiel al TCR de carreras en el que se inspira este GTI Mk7.5 mejorado, ya que debido a la normativa de la competición, algunos equipos utilizan una caja DSG de producción en lugar de la secuencial de carreras. El TCR también está 5 milímetros más cerca del suelo que el GTI Performance 20 mm si optas por el paquete Performance del TCR, con llantas de 19 pulgadas –en lugar de 18″– y gomas opcionales Michelin Pilot Sport Cup 2.
El diferencial electrónico y el equipo de frenos en forma de discos perforados y pastillas mejoradas los hereda directamente de la anterior edición limitada Clubsport S. Las prestaciones sobre el papel son imponentes: 0-100 km/h en 5,6 segundos y la opción de deslimitar la velocidad máxima de 250 km/h, sumando 14 km/h adicionales. No mucho en la práctica, pero 264 km/h suena mucho mejor.
Enfrente, el Renault Mégane R.S. Trophy puede presumir de potencia y par: 300 CV y 400 Nm –420 Nm con la caja opcional EDC de doble embrague y seis marchas en lugar de la manual de serie–. Sin embargo, frente al crono, no existe una gran desigualdad. Sólo hay una décima de segundo de diferencia en el 0 a 100 km/h –gana el Golf– y apenas 3 km/h en velocidad punta, rindiéndose el Mégane –sin limitar– a 261 km/h.
La denominación Trophy trae consigo el chasis Cup con muelles y amortiguadores más firmes –opcional en el R.S. básico– e incorpora el diferencial autoblocante Torsen, discos de freno delanteros rayados de fundición y aluminio, 20 CV extra, llantas ligeras ‘Jerez’ de 19 pulgadas calzadas con neumáticos Bridgestone Potenza S001 y asientos baquet Recaro que, afortunadamente, están 20 milímetros más abajo y permiten una adecuada postura de conducción baja. La configuración del sistema 4Control de cuatro ruedas directrices no cambia.
Más allá de la ventaja de tener un mayor control en el Renault gracias al cambio manual, esta pareja está bastante igualada, ya que el Golf equipa el paquete Performance con llantas de 19 pulgadas, suspensión rebajada en 20 milímetros y tres modos de la suspensión DCC para estar a la altura de los múltiples modos del Trophy.
En conducción relajada entre el tráfico, el TCR es casi tan benévolo como cualquier Golf. Incluso ante pequeños baches, la comodidad es aceptable, a pesar del diminuto perfil de los neumáticos, y todas las comodidades y sofisticaciones del Golf Mk7.5 contribuyen a la relajación más que al estrés. Lo mismo pasaba en el Clubsport S, suave como un corderito en conducción tranquila.
El TCR no enamora tanto como aquel cuando se pone en faena –no es tan sutil ni tan tremendamente obediente al límite–, pero el carácter dinámico básico es muy similar y es igual de fácil acostumbrarse a él. Imagina un convencional y meticulosamente evolucionado compacto familiar alemán al que de repente se le otorgan superpoderes. La indulgente y benigna base no se ve alterada, aunque todos los parámetros de prestaciones están por encima de lo normal. Más velocidad, nuevos límites y banda sonora más aderezada, aunque tan amigable y accesible como antes. Esto, en principio, parece lo ideal.
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Hay una calma, un aplomo y un equilibrio en el comportamiento del TCR que es algo casi único entre los compactos deportivos. Cada respuesta es lineal y progresiva, tras una compostura digna del pulso de un francotirador bajo los efectos de un calmante. El Golf vuela en carretera con esos cambios suaves y casi inapreciables del DSG, y una delicada serenidad que lo hace fluir –sin aristas ni mensajes ambiguos a través de la precisa dirección, de genial peso–. Y nada de cambios de trayectoria al acelerar. El agarre es siempre bueno, incluso en asfaltos rotos o de mala calidad, con ambos ejes repartiéndose el trabajo en pro de la eficacia, aunque quizá esto reste algo de diversión. Aun así, la manera en que te catapulta una y otra vez en la salida de una de las curvas cerradas que hemos elegido para las fotos es impresionante.
¿Esa diferencia que he mencionado al principio? Aquí está. En esta misma curva. El Mégane la afronta a una velocidad unos 15 km/h superior y se tira al vértice con mayor agresividad, pero debido a una leve torpeza a bajas vueltas, no sale de la curva con la facilidad, la patada y la precisión del Golf. Por el contrario, hay un golpeteo en la dirección cuando el turbo entra en acción, seguido de otro golpeteo cuando el eje delantero recibe el empujón a medio régimen.
La diferencia es que, mientras en el TCR me apetece dar la vuelta y repetir la misma técnica y grata curva tantas veces como necesite el fotógrafo, en el Trophy, una vez despachados los golpeteos, sólo quiero meter tercera, acelerar a fondo y poner rumbo a las montañas con extrema predisposición. Este coche tiene el don de invitar a ser conducido.
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A pesar de tener un sonido de motor más intenso, acompañado por petardeos al ahuecar –en el pasado una especialidad de Volkswagen–, soy consciente de que el Mégane probablemente no llegue antes que el Golf al destino, pero quizá permita disfrutar más del camino.
A diferencia de otros compañeros de EVO, me gusta mucho el Mégane R.S. normal y su ligeramente extraña y cañera personalidad por las potenciales recompensas que ofrece, y el Trophy me gusta aún más. Sí, el salpicadero sigue siendo un desconcertante desastre de plástico. Y sí, el cambio de recorridos cortos sigue siendo algo tosco. Pero el asiento más bajo ha transformado la postura de conducción y la calidad del cambio no está tan mal como para desmerecer la diversión de cambiar de forma manual o la manera en que se combina con el perfecto posicionamiento y peso de los pedales, la precisa y comunicativa dirección o los fenomenalmente eficaces frenos.
En cuanto a la dirección en las cuatro ruedas, puede resultar algo confusa al principio, aunque facilita unos niveles de agilidad y ajustabilidad que son inauditos en un compacto deportivo de tracción delantera, y un puntazo absoluto para disfrutar al volante. En modo Race, que desconecta el ESC, mantener el freno en una curva de radio medio y cuesta abajo supone deslizar la trasera tanto como quieras, hasta casi darte la vuelta si no haces algo al respecto.
Pero a una elevada velocidad, en estas carreteras, y en modo Sport, el enorme agarre, la rápida dirección que además transmite mucho, un tren delantero bien atado y un equilibrio neutro –al borde del sobreviraje pero con la red de seguridad del ESC–, te hace mucho más partícipe que el Golf y te empuja a unos niveles de concentración que ni siquiera sabías que podías alcanzar. Aunque también hay pegas, como una marcha firme y una actitud enfocada a circuito que nunca llega a relajarse.
La ingeniería y las soluciones técnicas puede que sean nuevas, pero la sensación es muy de la vieja escuela. Le cuesta también mantener la trayectoria al acelerar y hay sobreviraje al levantar el pie del acelerador. Es un coche juguetón, que quiere ser consentido. En este aspecto puede que su rival más cercano sea el excelente Hyundai i30 N Performance, que tiene un carácter similar, alborotado y divertido.
El TCR es una propuesta más interesante: sofisticado, perfectamente logrado, de brillante polivalencia y muy bien construido. Si este es tu estilo, puede llevarse los laureles, pero para pasar un rato divertido en una genial carretera, me quedaría siempre con el Mégane Trophy.
Datos técnicos
Renault Mégane R.S. Trophy |
Volkswagen Golf GTI TCR |
|
Motor |
4 cilindros en línea, 1.798 cc, turbo |
Motor 4 cilindros en línea, 1.984 cc, turbo |
Potencia |
300 CV a 6.000 rpm |
290 CV a 5.400-6.400 rpm |
Par |
400 Nm a 2.400-4.800 rpm |
Nm a 1.950-5.300 rpm |
Peso |
1.419 kg |
1.410 kg |
Rel. peso-potencia |
4,73 kg/CV |
4,86 kg/CV |
0-100 km/h |
5,7 segundos |
5,6 segundos |
Vel. máx. |
261 km/h |
250 km/h (limitada) |
Precio |
40.670 euros |
43.485 euros |