Cuando 129 CV son suficientes para ser un travieso diablillo

Prueba Suzuki Swift Sport 2022: pura diversión

Miguel Tineo
Miguel Tineo



Probamos el Suzuki Swift Sport, la versión más deportiva de la gama. ¿Qué tiene de nuevo? Nada. Bueno, esta unidad es azul, y nunca habíamos probado uno azul… ¡Qué demonios! Que es tan divertido que cualquier excusa es buena para volver a probarlo.

Sentado delante de mi ordenador para escribir esta prueba, sólo se me ocurren frases y frases que podrían definir muy bien la esencia del Suzuki Swift Sport. A veces, menos es más. No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita. Y otras muchas chorradas de ese estilo que, en el fondo, son verdades como puños.

No sé cuántas veces he probado el Swift Sport. Todos los que ha habido en España. El primero fue allá por 2008, un pequeño juguete equipado con un motor 1.6 16V de 125 CV y un chasis muy noble que debía rondar los 16.000 euros. Después vino el de 136 CV y cambio de seis marchas, que mantenía el espíritu del primero pero al que quizá le faltaba un poco de rabia.

La solución llegó allá por 2018, cuando Suzuki ponía a la venta la versión más deportiva del Swift de quinta generación. Con un motor 1.4 Turbo de 140 CV y un peso de sólo 1.045 kilos, aquel Swift era un pequeño matagigantes. Bueno, era y es: sólo tienes que ver los tiempos que marcan los Swift de la Copa Suzuki cuando participan en algún rallye regional… y eso no deja de ser un Swift derivado del de serie…

En 2020, la necesidad de reducir las emisiones contaminantes llevó a Suzuki a modificar ese Swift Sport con algunos cambios. El motor 1.4 turbo de cuatro cilindros bajaba su potencia de 140 a 129 CV, pero se incluía un pequeño motor eléctrico de 14 CV asociado a una batería de 0,38 kWh que lo convertía en un microhíbrido y que le permitía contar con la etiqueta Eco.

No había más cambios si bien eso supuso un incremento de 50 kilos en el peso total del coche y una pérdida de prestaciones notable, pues pasó de acelerar de 0 a 100 km/h en 8,1 segundos (un Renault 5 GT turbo de finales de los 80 tardaba 8,0 segundos en esa medición) a hacerlo en 9,1. Ñeeeehhh!

La parte buena es que, por sensaciones, las cosas apenas han variado. El Swift Sport que se vende en la actualidad sigue siendo un pequeño y rabiosete deportivo que te vale igual de bien para ir a trabajar que para tirarte por una carretera de montaña con el cuchillo entre los dientes y creerte Juha Kankkunen por momentos. Quizá os estéis cagando en mis muelas por develaros el final de la película. Tranquilos. No es así, ni mucho menos, porque hay demasiados matices como para que sigas leyendo. Prepara palomitas…

Para qué sirven 129 CV

Como os decía antes, las prestaciones puras no son las de un Porsche 911 Turbo S. De hecho, ni siquiera son espectaculares. Podría decirte que, cada vez que aceleras a fondo, te quedas pegado al asiento, que tus tripas se revuelven como en la peor de las montañas rusas o cualquier topicazo de esos. Pero no sería verdad.

Y da igual. Porque lo bueno de este Swift es que ese motor es muy voluntarioso, y a sólo 2.000 rpm ya está deseando mostrarte toda su mala leche. Que sí, que es la mala leche de un puñetero yorkshire terrier, pero lo importante es su intensidad, lo bien que se defiende también a medio régimen y el buen compañero de viaje que encuentra en una caja de cambios manual de seis marchas que, sin ser la de un Honda Civic Type R, sí resulta lo suficientemente durita y precisa como para que manejarla sea una bonita experiencia. No lo hay automático. No. Y, si eso es un problema para ti, deja de leer esta prueba. Este Swift Sport no es tu coche. Creo que venden por ahí algún eléctrico que igual se acomodad más a tus necesidades…

Lo bueno de este motor es que tiene las prestaciones justas como para que, cuando llegas a una carretera secundaria de esas en las que reinan las señales de prohibido ir a más de 60 km/h, no vayas a necesitar más motor. Es más, es ahí donde te encuentras con un propulsor que puedes estrujar hasta el límite, quedándote siempre saciado y sin la sensación de que no puedes aprovecharlo, de que se hace bola.

¿Qué si suena gordo? Un poquito. Nada del otro mundo. ¿Qué si gasta mucho? Si vas tranquilo, 6-6,5 L/100 km reales; si vas a fondo, con los ojos inyectados en sangre y disfrutando de la conducción como dios manda, no harás más de 250 km con un depósito entero, y le caben 37 litros. Echa cuentas.

La ligereza es siempre un punto a favor. ¿Lo habéis leído, eléctricos del mundo?

Llega el momento de hablar de lo que más me gusta de este bendito cacharrito. Cómo va. Y eso que tiene un montón de pequeños detallitos que habría que pulir. ¿Por qué me gusta tanto entonces? Porque es puro. Porque tiene personalidad. Porque sabes que estás conduciendo un Swift Sport en todo momento. Porque le da igual que otros puedan hacer las cosas mejor. Él lo hace como cree que debe hacerlo. Y eso me gusta. Es diferente a todos los rivales que puedas ponerle en frente, y es ahí donde radica el secreto que le convierte en un coche especial.

No es un coche de suspensión dura, ni tampoco seca para tratarse de un deportivo. Es más, hasta puede parecer algo blanda en determinados momentos, pero después compruebas lo bien que sujeta los movimientos de la carrocería, lo bien que se recupera al terminar cada apoyo o lo bien que copia las imperfecciones sobre firmes irregulares que cuesta ponerle un ‘pero’. Algo parecido pasa con la dirección. Es demasiado blanda, y quizá podría ser un poquito más informativa pero, una vez que te habitúas a ella, pasa desapercibida, y con eso ya basta.

Así que el Swift Sport es un coche de guiado fácil, que se siente siempre muy ligero. En la entrada de las curvas es muy incisivo, y consigue meter el morro por donde quieres aunque hayas apurado demasiado la frenada y entres con el eje delantero demasiado cargado.

Podría traccionar un poquito mejor, es verdad. Pero lo bueno es que el Swift te deja estar muy conectado con la carretera, y puedes sentir contantemente cómo de cerca estás del límite y cuánto te has pasado o te has quedado corto. Se convierte así en un buen coche escuela, que te va diciendo lo que estás haciendo mal y los aspectos en los debes mejorar. Y todo de forma progresiva, sin malas formas.

Sólo hay una cosa que no me ha gustado, y está relacionada con el funcionamiento del sistema microhíbrido. En este tipo de coches, cuando dejas de acelerar, se aprovecha la retención para recargar la batería. La cuestión es que la retención es claramente superior a lo que sería simplemente dejar de acelerar en un coche con motor térmico convencional. Eso, de primeras, no parece un gran problema. Pero, cuando vas a saco y ahuecas en pleno apoyo, debes asegurarte de que no sueltas del todo el gas porque de lo contrario el efecto de retención es demasiado grande, tanto que recae demasiado peso sobre el eje delantero, que el coche se frena en exceso… y que la trasera te puede pegar un latigazo inesperado. Un zapatazo al acelerador soluciona el problema, pero hay que tener las ideas claras y la sangre un poco frío para que la situación no se complique en exceso. Un botón Sport que eliminase ese efecto de retención y, de paso, endureciese un pelín la dirección, solucionaría el problema de un plumazo.

Es, quizá, el mayor defecto que le encuentro a un coche que, por lo demás, me gusta un montón. Hay otras cositas que también cambiaría. Por ejemplo, los neumáticos Continental ContiSportContact6 que lleva de serie. Es una rueda que nunca me ha gustado. No es que sea mala. De hecho, tiene un montón de galardones. Pero, por mi tipo de conducción, no me gusta cómo funciona.

Ni me gusta cómo agarra ni la brusquedad con la que deja de hacerlo. Eso, con un Michelin Pilot Sport 4 ó 5, con un Bridgestone Potenza Sport o con un Pirelli PZero, no ocurriría. Es más, probablemente tampoco ocurriría con el nuevo ContiSportContact7, que he tenido ocasión de probar ya en otro coche y cuyas reacciones me parecieron mucho más progresivas.

Ya puestos a criticar, también mejoraría un poquito los frenos, y no porque no frene, sino porque tienden a quedarse un poco justos en lo que a resistencia se refiere. Los discos delanteros tienen 285 mm y pinzas flotantes; con lo rápido que puedes llegar a rodar con este chiquitín, un poco más de disco y unas pinzas de cuatro pistones serian siempre bienvenidas…

Así es por dentro

Hablemos ya del interior. A ver. Esto es un Swift. 3,89 metros de largo, dos plazas delanteras relativamente amplias y unas traseras en las que dos personas de tamaño normal pueden viajar con comodidad. Que vayan tres y lo hagan con dignidad, ya depende de su corpulencia… y del concepto de dignidad que tenga cada uno. Dejémoslo en que no es el coche ideal para que vayas a una boda con cuatro amigos más y todos en traje… ¿Maletero? 265 litros. Poco. Mejor. Así no podrás sobrecargarlo y los 129 CV tendrán menos kilos de los que tirar. No hay mal que por bien no venga, compañero.

Sí me gusta, y mucho, el puesto de conducción. Vale, el diseño está un poco anticuado vendo lo que ahora se estila, y abusa mucho de los plásticos duros. Y sí, cuando cierras la puerta no hace “puummm” como aquel anuncio de Volkswagen, pero conseguir la postura perfecta no es complicado, el asiento es cómodo, sujeta muy bien el cuerpo y hay suficientes botones como para que manejar cualquier cosa no se convierta en un suplicio. Hay una pantalla digital. Sencillita. Discretita. Ideal para que te centres en conducir y pases de la maldita conectividad, que es lo que tienes que hacer.

¿Y de precio?

Ahora es cuando matan al protagonista de la peli. 24.055 euros. Este coche, en 2018, costaba 19.370 euros y era una ganga. Los casi 5.000 euros de diferencia se explican por la subida general de todos los coches y por el sistema de microhibridación del coche. Y que sí, que está muy Puede tener su sentido.

El problema es que, aunque este Suzuki Swift Sport me encanta, no puede costar casi lo mismo que un Mini Clubman Cooper de 136 CV (24.600 euros), o que haya un Ford Fiesta ST Line X con 155 CV, también microhibridado, por 20.004 euros. O un Opel Corsa GS Line 1.2 Turbo de 130 CV por 23.962 euros, o un Seat Ibiza 1.5 TSI 150 FR por 26.329 euros, o un Skoda Fabia Montecarlo TSI 150 DSG por 25.660 euros. Para mí, visto así, le sobran 2.000 eurillos… pero, por lo demás, qué gran juguetito tienen a la venta los señores de Suzuki.

 

Suzuki Swift