Según la marca, el nuevo frontal, con un rombo de enormes proporciones, una entrada de aire de gran tamaño, rejilla oscura y faros más integrados, marcará el estilo de las próximas generaciones de Renault. Para ver la materialización de este concepto tendremos que esperar a la llegada del nuevo Clio, algo que ocurrirá en un plazo de dos o tres años.
Sólo 160 km de autonomía
Para su propulsión, la marca francesa ha optado por un sistema eléctrico con motor central y una discreta potencia de 150 CV. El par tampoco es especialmente destacable -226 Nm-, aunque, gracias a la carrocería de Kevlar y al chasis tubular (del mismo tipo que el del Mégane Trophy), el peso del conjunto no supera los 830 kg de peso, por lo que las prestaciones no son del todo malas: acelera de 0 a 100 km/h en 5 segundos y alcanza los 180 km/h. La autonomía máxima es de sólo 160 km, quizá uno de los peores datos de este prototipo. Para recargar las baterías de litio se puede utilizar tres modos: en un enchufe doméstico normal (necesita 8 horas), en un enchufe trifásico de 400 V (se consigue el 80% en 20 minutos) o cambiando las baterías con la tecnología Quick Drop.
En el resto vemos el típico diseño de prototipo, con elementos muy atractivos pero irrealizables en un coche de calle de esta categoría: tiene llantas de 21 pulgadas, apertura de puertas estilo alas de gaviota, unos pasos de rueda de enormes proporciones, faros de LED integrados en la carrocería, etc. Un salpicadero asimétrico y un interior futurista cierran el conjunto de un modelo que nunca llegará a producción, pero que atraerá muchas miradas en la cita francesa.
