BMW M5 E39
Tal vez nos encontremos ante la mejor berlina deportiva ‘grande’ de los años 90 y, también, ante el BMW M5 más equilibrado de la historia. En su época, el BMW M5 E39 contaba con argumentos que no se habían visto antes en una berlina, como la incorporación de un propulsor 5.0 V8 de 400 CV, que le permitía acelerar de 0 a 100 en 4,8 segundos (en 1998 era la única berlina de su peso y tamaño en bajar de los 5,0 segundos en esta maniobra).
Además, también fue el primer BMW M5 en incorporar control electrónico de estabilidad DSC y un sistema que incrementaba el número de rpm del corte de inyección, a medida que el propulsor alcanzaba la temperatura óptima de funcionamiento. También debemos decir que, por calidad de terminación, es uno de los mejores BMW de la historia.
Bugatti EB110
El Bugatti EB110 es el gran olvidado entre los superdeportivos de los años 90, de forma totalmente injusta. Y es que, el antecesor de los posteriores Bugatti Veyron y Chiron, fue uno de los deportivos más veloces de la época.
En el apartado mecánico, su propulsor sigue un esquema atípico hoy día, debido a su extraña combinación de cilindrada, número de cilindros y turbos. Y es que, su propulsor de ‘solo’ 3,5 litros, contaba con una arquitectura de 12 cilindros en V y cuatro turbocompresores, para generar un total de 550 CV de potencia y una velocidad máxima de 342 km/h, datos demoledores para la época.
Además, hubo una variante Super Sport, de la que tan solo se fabricaron 30 unidades -necesarias para homologar el EB 100 GT que competiría en las 24 Horas de Le Mans-, que gracias a una nueva centralita electrónica y a una línea de escape de nueva factura, incrementaba su potencia hasta los 610 CV. Por otro lado, la incorporación de una carrocería de kevlar le ayudó a reducir el peso e incrementar, todavía más, sus excepcionales prestaciones, al ser capaz de pasar de 0 a 100 km/h en 3,3 segundos y alcanzar 354 km/h. ¿Una curiosidad? Michael Schumacher compró una unidad… y llegó a confesar que era uno de sus coches de calle favoritos.
Ferrari F50
Cuando Luca Cordero di Montezemolo presentó el Ferrari F50 en 1995, lo hizo apelando a un concepto: el de ‘transferencia’. Y es que, el objetivo del Ferrari F50, del que tan solo se fabricarían 349 unidades era muy claro: ser el primer coche de calle capaz de transmitir a su conductor sensaciones de F1.
Para ello, abandonó el propulsor biturbo utilizado en el F40 en favor de una de las especialidades de la casa: una mecánica a V12, situada en posición central-trasera, que desarrollaba 520 CV a 8.500 rpm, asociada a una caja de cambios manual, de seis velocidades.
El resultado son unas prestaciones que, hoy día, todavía lo colocan como un automóvil terriblemente veloz, al ser capaz de acelerar de 0 a 100 km/h en apenas 3,8 segundos y alcanzar 325 km/h.
Honda NSX (1990 – 2005)
Los expertos señalan a la primera generación del Honda NSX como el automóvil japonés más célebre de los años 90… y en uno de los mejores deportivos de la historia. Apoyado en una relación peso potencia inferior a los 5,2 kilos/CV fue capaz de poner contra las cuerdas a superdeportivos como el Porsche 911 de la época y el Ferrari 348.
Para ello, sus armas fueron un chasis de aluminio de tan solo 208 kilos de peso –se diseñó con la ayuda de un superordenador- tremendamente rígido, junto a un propulsor atmosférico de gasolina 3.0 V6, situado en posición central.
Pese a que sus 270 CV pueden parecer pocos, la distribución variable VTEC le permitía ofrecer un gran rendimiento a altas revoluciones, acelerar de 0 a 100 km/h en menos de 6,0 segundos y alcanzar 270 km/h. ¿Una curiosidad? El piloto de F1 Ayrton Senna colaboró en su puesta a punto.
Jaguar XJ 220
Impulsado por un motor 3.5 V6 biturbo de gasolina, con 550 CV de potencia, el Jaguar XJ220 llegó a ostentar el honor de ser el coche de calle más rápido del mundo. De hecho, este superdeportivo debe su nombre a la velocidad máxima que era capaz de alcanzar: 220 mph, equivalentes a 354 km/h.
Entre sus numerosos logros también figuraron el de convertirse en el coche de calle más rápido en el circuito Nürburgring, al ser capaz de completar un giro en 7:46:36.
Lamborghini Diablo GT
Entre 1990 y 2001, la marca italiana construyó 3.000 ejemplares del Diablo, de los que 80 correspondieron a la versión GT. Y, aunque también hubo una versión GTR, de 590 CV, todavía más radical, no la hemos incluido en esta lista porque únicamente estaba homologada para rodar en circuito.
En lo que al Lamborghini Diablo GT respecta, albergaba bajo el capó trasero un impresionante motor 6.0 V12 atmosférico desarrollaba 575 CV y 630 Nm de par máximo.
Además, a diferencia de los deportivos actuales, incorporaba propulsión trasera combinada con una caja de cambios manual de tan solo cinco velocidades. ¿Sus prestaciones? Este ‘Lambo’ era capaz de alcanzar 340 km/h de velocidad máxima y de pasar de 0 a 100 km/h en apenas 3,9 segundos.
Mazda RX-7
Propulsado por un motor Wankel rotativo, biturbo, la tercera generación del Mazda RX-7 fue uno de los coupé japoneses más carismáticos de los 90. Su motor, capaz de revolucionarse casi hasta el infinito, contaba con dos rotores de 654 cc -en total cubicaba 1,3 litros- y estaba sobrealimentado con dos turbocompresores Hitachi de funcionamiento secuencial. El primer turbo actuaba a partir de las 2.000 rpm y los gases de escape alimentaban de forma directa el segundo, de idéntico tamaño para, de esta forma, reducir el temido lag –retraso en la respuesta–.
Aunque podrían parecer datos modestos, se trataba de un deportivo bastante rápido para principios de los años 90, con una aceleración de 0 a 100 km/h en 5,9 y una velocidad máxima de 251 km/h. Para obtener esas cifras, contaba con la ventaja de un contenido peso de 1.284 kilos.
Aunque por fuera se sigue percibiendo ‘actual’ el interior acusa el paso del tiempo, tanto por diseño como por calidad de materiales. Eso sí, los asientos sujetaban bien y la instrumentación era clara y muy completa. En Japón, este motor alcanzó los 260 CV, mientras que en Europa se quedó en 240 CV a 6.500 rpm con un par de 295 Nm a 5.000 rpm, lo que le situaba algo por detrás de los Honda NSX, Nissan 300ZX…
McLaren F1
Para muchos aficionados al mundo del motor este superdeportivo de tres plazas (el conductor iba sentado en medio) es el mejor automóvil de la historia y, cronómetro en mano, hoy día sigue siendo el automóvil con motor atmosférico más veloz de la Tierra, tras alcanzar los 386 km/h, en 1998, en el circuito alemán de Ehra-Lessien.
Además de un chasis de fibra de carbono, casi indestructible, este McLaren estaba impulsado por el propulsor V12 atmosférico de gasolina BMW S70/2, de 635 CV, que era una reinterpretación del motor M70 empleado por los BMW 750 y 850.
No obstante, incluía serias modificaciones, como un incremento de la cilindrada hasta los 6,1 litros, nuevas culatas y unos escapes de titanio… que generaban tanto calor que Gordon Murray tuvo que recubrir el vano motor con oro -es un gran aislante térmico-.
Porsche 911 993 Turbo
Para muchos es el Porshe 911 más bonito de la historia, pero la generación 993 del nueveonce, contaba con otras muchas virtudes. Y, en este caso, nos vamos a centrar en las de la única variante que no necesita presentación: el Turbo.
El Porsche 911 (993) Turbo, fue el primero en utilizar un sistema biturbo, compuesto por dos turbocompresores de reducidas dimensiones -uno por cada bancada de cilindros; el primer 911 Turbo en incorporar tracción total y una mecánica bóxer, de 3,6 litros, que ascendía hasta los 408 CV de potencia. Posteriormente, incrementaría su potencia hasta los 430 CV en 1996 y hasta los 450 en 1998.
Por otro lado contaba con una estética diferenciada, con tomas de aire más amplias en el frontal, un alerón trasero en color de la carrocería o intermitentes delanteros de color blanco. Además, en 1995 Porsche Exclusive fabricó una serie especial, de 14 ejemplares, con un spolier trasero especialmente grande.
Toyota Supra
Sin duda, aunque el Toyota Supra es un coche con mucha historia, la cuarta generación de este deportivo japonés, aparecida 1993 es la más recordada de todas, en parte, por ser el coche que protagonizó la primera película de la saga Fast&Furious.
Bajo el capó equipaba uno de los mejores motores de los años 90: la mecánica 2JZ-GT, de 2.997 cc, con seis cilindros en línea y dos turbocompresores Hitachi de funcionamiento secuencial: uno que giraba a bajas rpm y otro que funcionaba a partir de 4.000 rpm. A partir de 1998 se actualizó con un sistema de distribución variable Toyota VVT-i, pasando a desarrollar 330 CV, que le permitían pasar de 0 a 100 km/h en 5,1 segundos y alcanzar 250 km/h.
En lo que al interior respecta, el Toyota Supra también fue uno de los artífices del puesto de conducción envolvente, en el que el túnel de transmisión rodeaba al conductor.