La familia del Land Rover Defender no para de crecer. Si hace unas semanas probábamos la carrocería corta con el motor de gasolina de tres litros y 400 CV y posteriormente nos hacíamos eco de la llegada al mercado del Defender V8 sobrealimentado de 525 CV (en versiones 90 y 110), ahora toca hablar del Defender P400e, la variante híbrida enchufable del todoterreno más capaz desarrollado por Land Rover.
Su planteamiento técnico es muy ambicioso. La base es un Land Rover Defender 110 P300, el modelo largo dotado del motor Ingenium de ciclo Otto, dos litros y 300 CV, acoplado a un cambio automático de ocho velocidades a cuya salida se sitúa una caja tránsfer que distribuye el par entre los dos ejes y, eventualmente, bloquea el reparto interaxial y engrana la reductora.
A todo esto, el P400e añade un motor eléctrico de 143 CV entre el motor térmico y la caja de cambios, alimentado por una batería de iones de litio de 19,2 kWh. Todo ello permite al sistema de propulsión híbrido enchufable entregar 404 CV y 640 Nm, recorrer 43 kilómetros libres de emisiones y consumir 3,3 litros durante los primeros 100 kilómetros, siempre que se haya recargado previamente la batería eléctrica.
Land Rover Defender P400e: comienza la prueba
Para probar el vehículo, nos desplazamos a la finca de Les Comes, en Suriá (Barcelona), de donde partimos con la batería plenamente cargada para realizar una ruta que combinará carretera, travesías urbanas, pistas de tierra y zonas de auténtico todoterreno.
Como cabía esperar, el vehículo se pone en marcha con suma suavidad, priorizando el uso del motor eléctrico sobre el de gasolina. Basta recorrer unos pocos kilómetros para darse cuenta del gran trabajo de puesta a punto de todos los componentes de este sistema de propulsión híbrido enchufable.
Al igual que cualquier nuevo Land Rover Defender 110, este P400e resulta extremadamente cómodo. Las suspensiones neumáticas lo filtran todo y, junto con el soberbio aislamiento acústico, la sensación a bordo es la de viajar en una especie de burbuja que levita sobre la carretera. Y también como cualquier nuevo Defender, este P400e impone una conducción tranquila, a pesar de que su capacidad de aceleración es formidable. Es una sensación que, de una u otra manera, está presente en muchos modelos de Land Rover desde que se lanzó la tercera generación del Range Rover, hace ya 20 años, y no se debe a un único factor.
Lo cierto es que la dirección es poco informativa y no especialmente rápida, las suspensiones tampoco comunican lo que está ocurriendo entre las ruedas y el firme, el control de estabilidad actúa con severidad al más mínimo síntoma de guiñada, y no hay una respuesta inmediata a las órdenes del acelerador. Todo ello, más que defectos, son decisiones que se han tomado a la hora de desarrollar y poner a punto un vehículo de corte familiar, pero los conductores más dinámicos echarán de menos una puesta a punto que les permita disfrutar más de la potencia disponible.
Dicho esto, los cuatrocientos caballos y pico están ahí, y nos vendrán muy bien si queremos adelantar o si sencillamente nos apetece darnos el capricho de pasar de cero a 100 km/h en 5,6 segundos, lo que no está nada mal para un vehículo que pesa la friolera de 2,6 toneladas en orden de marcha, pero en cuanto aparezcan las curvas, sentiremos que disponemos de mucha más potencia de la que vamos a ser capaces de utilizar.
El Defender P400e es el todoterreno más cómodo
Así que, en carretera, el Land Rover Defender P400e es un excelente medio de transporte, mejor cuanto más largo sea el viaje. Sentados en cómodos y elevados butacones, olvidaremos lo que significa la palabra ‘cansancio’. De hecho, no es exagerado afirmar que estamos ante el todoterreno puro más cómodo del mercado.
Pero la auténtica sorpresa viene cuando dejamos a un lado el asfalto y decidimos conducir exclusivamente con propulsión eléctrica. Para ser justos, el momento en el que salimos de parado no es muy progresivo. Da la sensación de que no podemos dosificar el par tanto como nos gustaría, o tanto como en cualquier otro Defender, y en mayor o menor medida es la asignatura pendiente de todos los PHEV que cuentan con una arquitectura mecánica similar a la del británico. Pero, superado ese primer momento, sus capacidades como todoterreno puramente eléctrico son sorprendentes.
A medida que vamos ascendiendo por una pista cada vez más rota que nos lleva a la cuerda de una montaña para descender posteriormente por la ladera de un valle vecino, el Land Rover Defender en modo puramente eléctrico parece ir creciéndose. Hay que acostumbrarse a que el tacto del pedal del acelerador cambia completamente respecto al modo híbrido, con una curva de respuesta algo vacía en la primera parte y claramente más llena hacia el final del recorrido, algo que tiene su lógica dada la respuesta más inmediata (aunque no instantánea) del motor eléctrico y su disponibilidad del valor de par máximo independientemente del régimen de giro.
De todos modos, si has conducido otro Land Rover Defender o cualquier Land Rover con la interfaz de escenarios todoterreno Terrain Response, ya estarás acostumbrado a tener que adaptarte a diferentes tactos del acelerador en función del programa seleccionado. Aquí ocurre lo mismo al conmutar entre los modos ‘Hybrid’ (el modo habitual, que da prioridad al motor eléctrico) o ‘Save’ (híbrido, manteniendo la carga de la batería), y el modo ‘EV’ (100 % eléctrico), pero de una manera más acusada que si simplemente cambiamos el escenario todoterreno del Terrain Response.
Trial en modo eléctrico
No obstante, todas estas consideraciones quedan en un segundo plano cuando nuestra ruta nos lleva nuevamente a Les Comes, donde encontramos varios importantes pasos trialeros que el Land Rover Defender resuelve, en modo 100 % eléctrico, casi con la misma facilidad con la que lo haría en modo híbrido. Y el “casi” se refiere en realidad a esa menor progresividad de la que hemos hablado anteriormente.
En realidad, es más una sensación que un verdadero inconveniente, ya que si una rueda intenta patinar, los soberbios programas de gestión de la tracción se encargarán de evitarlo para reconducir el par a la rueda opuesta del mismo eje con una eficacia que, como hemos comentado en otras ocasiones, ningún rival ha logrado alcanzar hasta ahora.
Así que completamos los “malabarismos” y vamos acercándonos poco a poco al final de la ruta. Y mientras circulamos por parajes idílicos, dejando a un lado impresionantes cortados, escuchando el graznido de las aves rapaces que nos sobrevuelan y disfrutando del entorno de una manera inédita, reducimos el ritmo según nos acercamos a nuestro destino en un ingenuo intento de alargar la experiencia.
Hay algo mágico, algo realmente hermoso en la experiencia de circular sin emisiones y sin apenas ruido por un entorno natural como este, algo que nos hace sentirnos privilegiados por estar viviendo un auténtico hito en la historia de la automoción, por poder difundirlo y por poder poner, así, nuestro granito de arena en este complicado camino hacia un futuro más limpio y sostenible.