Nissan Patrol ML-6: Prueba clásico

Fabricado en Zona Franca (Barcelona), este Nissan Patrol ha pasado la mayor parte de su vida en la escuela de conductores del Ejército de Tierra, pero en la actualidad es propiedad de Ignacio Ortigosa, gerente de Eurospare, empresa de reciclaje de vehículos especializada en todoterrenos. Ignacio ha conseguido mantener con vida este magnífico Patrol militar que cuenta con tan solo 32.500 kilómetros en su marcador y un aspecto general envidiable.

El propulsor de seis cilindros en línea, de inyección indirecta y bomba mecánica, se encuentra despertando del rodaje. Sus 95 CV mueven con soltura el vehículo, con una buena respuesta en baja gracias a la elevada cilindrada (3,2 litros) del propulsor denominado internamente SD33. Sin embargo, enseguida echamos de menos el empuje de un turbo. En cuanto a los consumos, el tipo de culata no ayuda, y bajar de 13 litros es difícil. No hay que olvidar que se trata de un motor aspirado. Por cierto, su sonido, como es preceptivo en un «seis en línea», es pura música.

El chasis es de lo más robusto que podemos encontrar en un todoterreno, y lo mismo podemos decir de los ejes y las ballestas que guían y conforman la suspensión del vehículo. Con unos amortiguadores un poco mejores que los originales, dispondríamos de un sistema casi indestructible.

En cuanto a la transmisión, que siempre ha gozado de muy buena salud en los Patrol, poco podemos añadir salvo comentar que en esta versión militar los palieres son flotantes y que un bloqueo de diferencial le vendría fenomenal para mitigar las pérdidas de tracción de su eje posterior. El autoblocante trasero requiere, además, un aceite de una viscosidad concreta, y en el mantenimiento del Ejército se usa uno genérico, por lo que para recuperar su escasa pero interesante ayuda, deberemos sustituir el lubricante del grupo trasero.

Su carrocería mixta de chapa no plantea problemas, pero pide a gritos una limpieza exhaustiva, ya que el polvo campa a sus anchas, e incluso encontramos restos de carbonilla del rebufo de los gases de escape. Hay que tener en cuenta que los asiento traseros perpendiculares al sentido de la marcha no se pueden homologar hoy en día. Además, su seguridad pasiva (en caso de accidente) es baja, por lo que no debemos ni plantearnos su uso. El parabrisas merece una mención especial, ya que puede ser desmontado, de forma que este vehículo se puede convertir en un descapotable integral.

El puesto de conducción es más cómodo de lo que parece, aunque los asientos son un poco blandos. La dirección y los frenos cumplen su cometido, aunque no están a la altura de lo que ofrece un vehículo de nuestro tiempo. Como curiosidad, el sistema de dobles pedales propio de un vehículo de autoescuela ha sido conservado.

En definitiva, se trata de un vehículo que va más allá del ámbito coleccionista y se posiciona como un excelente vehículo de ocio e incluso de viajes por el tercer mundo, donde su robustez y sencillez mecánica son virtudes a tener en cuenta.

TE ACONSEJAMOS: Mejoras en el campo

Este vehículo ya es de campo tal y como sale de la fábrica; gaséleo y a rodar. Sin embargo, para rodar ligeros por caminos y pistas es necesario reforzar la amortiguación, cuyo diseño original está más orientado a la carga que a la velocidad.

Por otra parte, la tracción que proporciona el eje posterior, apoyado sobre dos robustas ballestas, no es ninguna maravilla, sino más bien lo contrario. Así que cuando se complique el terreno, la incorporación de un bloqueo de diferencial obrará prodigios.