Prueba del nuevo Audi Q5 Sportback 2021: siguiendo la moda

Nunca han sido santo de mi devoción los denominados CUV, que en esencia son SUV que lucen una carrocería de estilo coupé, como el Audi Q5 Sportback que nos ocupa, gracias a una pronunciada caída en el techo en su parte trasera. Este concepto lo puso de moda el BMW X6 en 2008, aunque un año antes ya lo lució el prototipo Audi Cross Coupé Quattro que no llegó a ver la luz en aquella forma. Desde entonces, son numerosos los vehículos que presentan este tipo de diseño. La aportación estética de los CUV es incuestionable, pero la funcionalidad del coche decrece respecto a la del SUV del que deriva, por mucho que las marcas se encarguen, cada vez más y mejor, de que eso no ocurra.

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El último en sumarse a esta tendencia es el Audi Q5 Sportback, siguiendo así la estela del Q8 y del Q3 Sportback dentro de la propia marca y a la que en breve también se va a sumar el nuevo Q4 Sportback eléctrico. La novedad más evidente del Q5 Sportback respecto al Q5 se aprecia en la parte trasera de su silueta, aunque también presenta sutiles variaciones en la parrilla, el difusor trasero, el alerón… A pesar de tratarse de una carrocería rediseñada en su parte trasera, el Q5 Sportback tiene prácticamente el mismo tamaño que el Q5: 4,69 metros de largo (crece apenas 7 mm), 1,89 m de ancho y 1,63 m de alto (sólo 2 mm menos).

Por su parte, la gama mecánica es la misma que la del Q5 y está 100% electrificada, pues más allá de contar con dos versiones híbridas enchufables con 62 km de autonomía eléctrica, todos los motores gasolina y diésel disponen de hibridación ligera, lo cual les aporta la etiqueta ECO. Hay tres líneas de acabado: Advanced, S-Line (por 2.500 euros extra) y Black Line (de media, 3.100 euros sobre el S-Line).

Audi Q5 Sportback: casi tan capaz como el Q5 normal

Como es habitual en los modelos de Audi, la elevada calidad de construcción es la principal característica de un interior que, visualmente, es calcado al del Q5 normal. Destaca además por una postura de conducción fantástica favorecida por los asientos deportivos de esta variante S-Line, una buena ergonomía y un equipamiento de serie que no está nada mal, incluyendo elementos como el cockpit virtual de 12,3″ o la pantalla central de 10,1″ con navegador y WiFi.

¿Y la parte trasera? Ahí se encuentran las principales diferencias con el Q5, aunque hay que reconocer que bastante bien resueltas. Como era de esperar, se conserva la anchura y espacio para las piernas de los ocupantes traseros. Por otro lado, la merma en altura no es excesiva, permitiendo que dos adultos de más de 1,85 metros de alto viajen sin ninguna incomodidad. El maletero, por su parte, sólo pierde 10 litros, situándose en 510 L que se convierten en 570 L con la opción del asiento trasero con regulación longitudinal (473 euros). Además, el portón eléctrico es de serie.

Cómodo, ágil y estable

En marcha no se aprecian apenas diferencias respecto al Q5 normal, mostrándose igualmente cómodo, muy bien aislado acústicamente y de reacciones siempre seguras. En todos los Q5 Sportback, la suspensión deportiva forma parte del equipamiento de serie y, por eso, en curva el coche gira un poquito más plano que el Q5 normal. Como alternativa se ofrecen otros dos tipos de suspensión: una de amortiguadores adaptativos (931 e) y otra que, además, añade muelles neumáticos capaces de bajar la carrocería 15 mm o subirla 45 mm (2.235 euros).

La versión de 163 CV ya va bien, pero la de 204 CV (en esencia, mismo motor 2.0 TDI) marca la diferencia en prestaciones, si bien gasta un 10% más (unos 7,3 L/100 km) debido en parte a que lleva tracción total.

Veredicto

Sale un poco caro frente a la competencia (puedes ver aquí sus precios), pero también es justo decir que, en el cómputo global, es el modelo más competitivo entre sus principales rivales.